XI: Aterrorizada
~K~
Me había
quedado dormida poco después de terminar el libro.
Todos y
cada uno de mis pensamientos estaban
dirigidos a Jack cuando cerré los ojos, las crecientes ganas de conocer sus
verdaderas intenciones me comían viva y no podía dejar de pensar en ello. Mis
sueños, debido a mi impertinente curiosidad, estaban dirigidos por completo a
él, infinitas imágenes de sus ojos rojos, de su cicatriz oscura y de su rostro eclipsado
por la seriedad aparecían detrás de mis párpados, bailando sin cesar en
mi inconsciente viciado por su existencia misteriosa.
Desperté
de todos esos sueños completamente confundida,
pero procuré en tomarme mi tiempo para abrir los ojos. El peso de las
almohadas sobre mi cuerpo se sentía arrollador, aunque cálido al mismo tiempo, moví una de
mis manos hacia mi pecho, enterrando mis
dedos en una mata de cabellos suave y sedosa, una respiración lenta
hacía eco con la mía ¿A caso Kuro se
había subido a mi cama? No, eso no era
posible… Pero ¿Qué otra respiración podría sentir? ¿Qué otro podía tener el
cabello tan suave…?
Abrí los ojos
de inmediato. Yo jamás dormía sola.
Mi reflejo fue tan rápido que cuando me di
cuenta de que había alzado la rodilla ya
era demasiado tarde…Mi demonio había salido propulsado hacia atrás y
su espalda golpeó contra el espaldar opuesto de la cama. No tuve tiempo de
disculparme, casi salté toda la altura de la cama presa de mi gran nerviosismo.
Llegué al baño en menos de cinco segundos.
En el espejo se estaba reflejada una Caithlyn completamente enrojecida que no
dejaba de hiperventilar.
…
―Ya te dije que lo sentía…―repetí por
enésima vez.
―No me parece suficiente…―refunfuñó Jack. ―
¿Qué demonios te hice para que me golpearas de esa forma?
―Fue un reflejo…―titubeé― Creo que estaba
soñando…
―Mentirosa― farfulló.
Suspiré.
Después de llegar del instituto (ya que en
la mañana me había echado a la fuga luego de patear a mi Demonio), Jack estaba
en el balcón de la sala esperando impacientemente una explicación por mi parte.
Y, pues, no estaba segura de qué decirle así que terminé disculpándome y
dándole excusas durante horas…
Ahora podía darme el lujo de hablar con él
sin problemas debido a la soledad de mi casa por las tardes. Al fin Claire
había conseguido un empleo y Noel y Claudia estaban en la universidad mientras
mi padre trabajaba. Era grandioso pasar
todas esas horas…a veces, en soledad,
pero otras, hablando sin parar con Jack.
A pesar de los constantes malentendidos de
hacía días, hablar con mi Demonio se había convertido en una habitualidad
inesperada. Repentinamente, él había dejado de desaparecerse a “recargar sus
energías” durante todo el día y sólo se limitaba a hacerlo por las mañanas. De alguna forma,
podría decirse que a él también le agradaban nuestras conversaciones (aunque me
replicara la mayoría del tiempo) porque la
mayoría del tiempo era él quien las iniciaba.
…Aunque ahora estaba bastante molesto.
― ¡¿Cómo demonios piensas que voy a creerte, Caithlyn?! ¡Eres
una especie de cruenta maniaca! ¡Tú y yo
sabemos que eres capaz de hacerme maldades sin razón! Es más… ¡Sí lo has hecho!
Traté de no reírme, era cierto.
― ¡Esta vez juro que lo hice sin intención, Jack! ― repliqué― ¡Debí haber
estado soñando! ¡En verdad, en verdad, lo siento!
Arrugó la expresión en una mueca de dolor
que me preocupó bastante.
…Espera
¿Me preocupó bastante?
―Está bien― murmuró con voz seria― Te creo. ―Alzó una ceja― ¿Por qué tienes esa cara?
Al parecer, no podía ocultar mi preocupación. Decidí ser sincera
a pesar de todo.
―Te noto extraño…―murmuré. Sonrió y me dio
unos golpecitos en la mejilla.
―Fuiste demasiado sincera, Pequeña
Dictadora. Esa clase de cosas no me hacen bien…―confesó.
Me reí.
―Cada vez me das más armas para
fastidiarte, Jack.
―Si esas son tus intenciones…creo que le
saldrá el tiro por la culata, señorita.
Nuestras sonrisas simultáneas, aunque
habituales, no dejaban de parecerme extrañas. Poco a poco, el ambiente se fue
llenando de incomodidad, a tal punto que un silencio letal amenazó con provocar
conflicto entre mis palabras y cada latido de mi corazón. No quería pelear con
él... Además ¿por qué habría de hacerlo? No entendía el por qué me comportaba
de forma tan extraña, pero lo que sí era seguro era que mi mente trabajaba
rápido para salir de ese estado incómodo.
―So...sobre el libro...― tartamudeé para mi
sorpresa.
― ¡El libro!―exhaló Jack (¿aliviado?)― Es
verdad...―suspiró una sonrisa― Te lo has acabado todo y me torturaste lo
suficiente...dime, Pequeña Dictadora, ¿qué te ha parecido?
Mi sonrisa no fue nada disimulada.
―Espléndido― respondí, conteniendo la
emoción para expresarme como quería (tal y como él me había enseñado). Aspiré
una buena cantidad de aire― Jamás había pensado en las emociones de esa
manera...
Sonrió igualmente, con un grado de malicia.
― Excelente, Kate...―asintió― ahora que
sabes qué son...
―O como se deberían sentir...―completé―
ahora es más sencillo identificarlas y manipularlas...
―Exactamente...entonces sabes que...
―Cada emoción está reflejada en los rasgos
de la persona, y por eso la persuasión de Briel resulta tan efectiva: Utiliza
las expresiones adecuadas.
Los ojos de Jack brillaban orgullosos.
―Entonces...―culminó acercándose a mí.
―Podría hablar con todo el mundo sin
problemas siguiendo los patrones de sus expresiones...guiándome a través de lo
que he recopilado en cuanto a su conducta habitual.
Colocó sus manos sobre mis hombros.
―Esa es mi Contratista…―suspiró― Ahora
te ruego una cosa…
― ¿Sí? ― murmuré extrañada.
―Permíteme descansar un rato antes de
iniciar hoy.
La carcajada que solté nos sorprendió a ambos. En ese instante me
preguntaba el por qué estaba tan cansado si, suponía, había estado reponiendo
sus energías la noche anterior...
...Rápidamente le resté importancia al
asunto. Yo también necesitaba dormir un poco.
En cuanto la noche cayó nos dirigimos a la
habitación. Inesperadamente, nos desplomamos rendidos cada quien por su lado. La
oscuridad apareció en mis párpados más rápido de lo que podía o quería esperar.
Pasos, pasos en la oscuridad
terrible.
Una niña canta a lo lejos, su voz
trina cual piar de canarios, pero aterra como el graznido de miles de cuervos
en aquella oscuridad penetrante y paralizante.
Los pasos continúan, manos marcan el
compás de la canción macabra.
No tiene letras, no hay palabras comprensibles
en la perpetua melodía, sin embargo, sigue tumbando al son de la procesión
ingrata de aquellos pasos incesantes.
Un escalofrío me recorre entera.
Soy yo quien provoca los pasos y
marca el compás con suaves aplausos. Sigo avanzando, la oscuridad fría recorre
mi piel, la canción permanente amenaza con erizar cada vello de mi cuello.
"¿De
qué ha de temer la noche con su oscuridad latente?"
Pensamientos que en mi mente liban
sin cesar.
Un sonido sordo se escucha, los
trinos de la pequeña ensordecen.
Una luz al final del túnel oscuro
¿será esta la salida del camino crispante?
No.
Una silueta aparece en la luz, una
larga cabellera descansa sobre una espalda encorvada: es una mujer.
Sus ropas destrozadas y mugrientas
barren el suelo despiadadamente, la oscuridad de su indumentaria se funde con
las sombras de la estancia. Me acerco, expectante. La mujer continúa de
espaldas...
Su mano se alza con un rápido
movimiento, su puño cerrado brilla con una luz plateada que baila en la punta
de sus dedos: una aguja.
Mi estómago protesta, el miedo se
transforma en terror en un pesado instante. Ese objeto representa mi perdición,
mi agobio, mi muerte. Retrocedo.
La mujer baja el brazo hacia ella,
luego lo eleva nuevamente. Algo muy delgado brilla con su movimiento. Baja la
mano de nuevo, ese algo se eleva por segundos, repite el proceso, el objeto y
la aguja vuelven a brillar. Es un hilo. Está cosiendo.
El terror me paraliza mas la
curiosidad se hace presente.
La mujer comienza a darse la vuelta,
su larga y descuidada melena negra a penas se mueve gracias a la pastosidad de
la mugre acumulada en cada hebra de su ondulante melena.
Su rostro se desliza por sus rígidos
cabellos. Parece darse cuenta que estoy allí.
Espero.
Se levanta.
Se da la vuelta por completo.
Ante mi hay una mujer deformada,
deformada por gruesos hilos negros...
Sus ojos sellados de alguna forma
parecen observarme, de ellos proliferan lágrimas ácidas que humean a través de
sus mejillas y besan su cuello ensangrentado. Sus labios permanecen
parcialmente intactos, sólo las comisuras están selladas hasta el comienzo de
su quijada angular.
La cabeza se ladea, asemeja un peso
descomunal sobre sus hombros.
Las lágrimas se esparcen con su
movimiento.
Se acerca. Da un paso.
Reconozco su rostro al acercase a mí.
Esa mujer soy yo.
<Has llegado> su boca
pronuncia delicadamente las palabras. <Lo has traído>
Acerca su mano mugrienta y
delgaducha. No retrocedo, la pequeña cantora se escucha lejana.
Ella me arrebata algo de mis manos.
<Te hemos estado esperando>
murmura mientras, con un movimiento, extiende la tela que acaba de zurcir...
...Miles de rostros en una manta de
colores opacos. Miles de ojos de personas que he conocido desde mi niñez...
Miles de rostros que estoy por
conocer...
Una risa se escapa como la
exhalación de fuegos infernales, aúlla de alegría prohibida, lujuria contenida
de acciones profanas: era la mujer.
En sus manos ahora, un cuchillo
asesino rompe la tela sin cesar.
Sus exhalaciones eufóricas hacen eco
de la destrucción. El desgarre de la tela, arrojando hilos escarlata asemejan
sangre derramada a borbotones. La niña continúa su canción fantasmagórica. Ya
no soy capaz de darle compás.
La tela rota parece gritar de dolor,
la mujer exhala sonrisas de placer. Cuando acaba, sus hombros vibran por risas
sofocadas.
Su cabeza se va hacia delante. Los
cabellos de lija le ocultan el rostro.
Una de sus manos se extiende.
Ofrece el cuchillo bañado en hilos
de gotas rojas.
<Tómalo> exclama con calma.
Alza el rostro, la mitad de su
párpado se desprende, los hilos lo sueltan.
Su piel cuelga...un ojo color miel
se revela, exponiendo cornea demás...
La niña deja de cantar.
La imagen se rompe cual fino
cristal.
Oscuridad otra vez.
Comienzo a parpadear. Busco la luz
desesperadamente...pero ante mí sólo aparecen espejos. Mi reflejo cambia
paulatinamente...
A mi derecha, lloro.
A mi izquierda, golpeo. Quiero
salir.
Al frente, río. Río con la sádica
alegría de un gato devorando un ratón vivo difícil de atrapar. Mis ropas
bañadas de sangre parecen entonar el mejor color...resaltando mi pálida piel.
Tras de mí, el vacío. La oscuridad
total, no hay nada, sólo abismo, perdición.
El suelo se inclina...
...No tengo a qué aferrarme...
...Las tres «yos» lloran, gritan y
ríen...
... Aferro mis manos a los
espejos...
Sudo...
Mi piel se desliza...
Mis pies ceden...
Exhalé el grito justo después de salir de
mi cuerpo.
No podía respirar normalmente, mis
pensamientos comenzaban a revolverse de forma apresurada. Quería correr, huir,
salir de ese lugar. No sabía a donde ir, sólo quería escapar. Como una bala, me
fui directo a las escaleras de mi cama, dejando mi cuerpo inerte tras de mí.
Una mano se aferró a mi codo.
Me preparé para gritar otra vez, cuando
otro brazo me rodeó rápidamente y mi rostro fue a parar a un pecho cálido y
fuerte.
― ¿Qué pasó?― murmuró mi demonio con voz
soñolienta.
Procuré respirar profundamente, sin
aferrarme al torso de Jack y echarme a llorar. Temblaba incontrolablemente,
había olvidado por completo al demonio...
―Tu no hiciste nada ¡¿VERDAD?!― Mis labios
fueron más rápidos que mis pensamientos.
Aquél sueño espantoso, pudo haberlo causado
él como venganza. Esta vez se había sobrepasado, había ido demasiado lejos, no
podía dejar de temblar. No, Jack no hubiese sido capaz, no Jack, no…Jack no ¡Por favor Jack no! Mis
pensamientos acusadores se convirtieron en suplicas increíbles. Ni yo
misma podía entender a mi mente extraña…
―Yo no te haría daño. ― Su voz se sobrepuso
a la bala de pensamientos. ― No…Kate...
Aunque adormilado, su voz exhalaba halos de
sinceridad. Exhalé de un sopetón,
agotada por el temor, me recosté sobre su pecho. Completamente
derrotada, intenté respirar profundo para calmar los sollozos que se acumulaban
en mi garganta…
…cuando el aire desapareció por completo.