La Quinta Sesión: se
combina con la dosis.
Roxana dormía plácidamente mientras Leika la observaba
en silencio.
Había transferido a la chica a una habitación del
hospital una vez que estuvo lo suficientemente consciente para pensar por sí
misma. Las lágrimas aun estaban húmedas en sus mejillas a pesar del tiempo
transcurrido, aquel sueño le había traído demasiados problemas: su respiración
irregular le había provocado una hemorragia nasal leve y una tos horrorosa.
Leika no podía determinar el efecto que el sueño había
causado en la chica ¿Acaso decepción? ¿Tristeza? O ¿simple soledad? La doctora
mordía sus labios con impaciencia. Las cosas no mejoraban. Estaba a punto de
estallar en lágrimas cuando una mano se posó sobre su hombro, Julius observó
sus ojos desbordantes con dulzura y la envolvió entre sus brazos, con
delicadeza, la alejó de la habitación y se internaron en la soledad del
pasillo.
Leika aspiró varias veces para calmarse, las
lágrimas inevitables aun corrían por sus mejillas.
― ¿Qué han dicho? ―susurró, reprimiendo los
sollozos.
― Están dispuestos a hacerlo....mientras no sea
llevado a luz pública, ambos sabemos que eso
simplemente... No debe saberse...
―Cómo odio la política―murmuró Leika con voz queda―
Pero al menos podremos ayudarlos, su verdadera identidad será borrada de los
registros médicos. Esto no volverá a repetirse.
―Exactamente...Haremos lo suficiente.― Julius
vaciló un instante― En cuanto al comienzo del tratamiento...será mucho más
complicado...
― ¿A que te...?―Leika se alejó de él y lo observó
con expresión horrorizada― ¿Como está el chico?― el hombre desvió la mirada― ¿Cómo está él, Julius? ― insistió.
―No tan bien como esperábamos...según el reporte, ha adquirido color e incluso ha recuperado
unos kilos, pero...su estado mental se ha dañado tanto que quizá una vez que
culmine con el tratamiento....―su voz se apagó gradualmente en un suspiro― No
lo sé, Leika. Quizá debamos utilizar su encuentro como último recurso...o
presentarlos de forma natural...
La mujer guardó silencio unos instantes antes de
añadir con voz apagada y derrotada:
― La sintió, ¿no es así? Sintió a Roxa...― el
interpelado asintió y la doctora respiró profundamente― Será mejor que sigan
ambos como hasta ahora...aunque me preocupa Roxanna, los sueños le afectan más
de lo que admite....
―Sin embargo, no creo que eso deba preocuparnos...―murmuró
Julius― El chico también se ve afectado en cierta forma...solo debemos
esperar....
La doctora asintió y un temblor extraño cruzó su
cuerpo. El hombre sonrió con levedad y la abrazó con dulzura.
―Todo saldrá bien...―susurró a su oído, la mujer
suspiró―No tienes de qué asustarte...
Desde una columna, Roxanna observaba la escena
completamente sorprendida. ¿De quién era ese que hablaban? ¿Había otro como
ella? Tomó todo el aire que pudo y se alejó en silencio.
Dejaría sus
preguntas para después.
Observó la
pantalla del celular, hasta ahora no había dejado de hablar con aquél chico.
Solo eran tonterías como qué le gustaba comer, música preferida y tonterías
para pasar el rato. Pero ahora se
encontrarían por segunda vez, lastimosamente, en el hospital.
No era como si ella lo hubiese deseado de ese modo,
pero las circunstancias así se habían dado. Al parecer, Kain estaba en una
revisión rutinaria (o algo así) y esa misma tarde lo habían llevado al
hospital. Roxanna simplemente estaba demasiado agotada como para volver a casa.
La chica caminó con rumbo fijo a los jardines,
envuelta en un sobretodo castaño oscuro, ocultando la bata de hospital. Cuando
alguien pasó a su lado a la carrera, su chaqueta de cuero casi volaba tras él,
Roxanna reconoció la altura y el cabello ceniciento casi de inmediato a pesar
del tiempo transcurrido.
― ¿Kain?― llamó sorprendida― ¡Kain! ¡Oye! ¡Espera!
― ¡VIEJO, VOY TARDE! ¡ESPERA UN PO...!― volteó
levemente y se congeló en tanto su mirada violeta se cruzó con la de Roxanna,
ella sonrió vacilante― oh...―fue lo único que pudo decir.
―hola...―sonrió Roxanna.
―ho...hola...lo lo lo...―negó con la cabeza y
suspiró, la sonrisa del chico paralizó a Roxanna― lo siento, supongo que
ninguno de los dos logramos salir a tiempo...
―Ambos vamos tarde...―no pudo evitar reírse― ¿irónico no?
Él se encogió de hombros y le indicó que siguiera.
El inicio de la caminata fue silencioso, sólo sus pasos y su respiración hacían
eco en la noche suavemente iluminada, Roxanna se atrevió a mirar a su acompañante
entonces, preguntándose qué podría estar pensando; o incluso, donde estarían
sus ojos en ese instante...cuando descubrió aquellos iris violeta detallándola a
profundidad.
El instinto de ambos los llevó a detenerse, aquella
sensación extraña había vuelto, aquellas ganas indescriptibles, sus cuerpos
atrayéndose el uno al otro como si de
imanes se tratara...
Pero aquello no podía suceder...no con tanta
rapidez....no...
Roxanna se descubrió a si misma envuelta en los
brazos de Kain, con su frente pegada a su cálido cuello, aspirando su olor, sintiendo
la suavidad y calidez de sus brazos a través de la gruesa chaqueta de cue...
Espera un momento.
Aquello era
demasiado calor...hervía y ardía. La humedad de su piel... ¿Con este frio? No
era normal...
―Kain...― exclamó Roxa horrorizada, tratando de
alejarse del chico.
―Lo lamento....―susurro él, aferrándose más a ella―
Lo lamento, en verdad...no quería que nos despidiéramos tan pronto...y
tampoco... No, no sé por qué....
Roxanna se apartó de él unos centímetros, con sus
brazos aún alrededor de sus costillas
hirvientes, aquél rostro la paralizó: era Caleb. Observó sus facciones por
segundos eternos, aquellos ojos dorados destellantes, reflejo de cada hebra de
su espeso cabello que llegaba a sus hombros
en olas delicadas…justo antes de que desaparecieran y bifurcaran dolorosamente en las de Kain,
aquello la desconcertó y la desmoronó. Las lágrimas cayeron de sus mejillas
inesperadamente.
―Lo...lamento...―susurró Kain frunciendo el ceño
con preocupación.
―no...No...― sollozó ella― Mejórate...―suplicó incongruentemente, sorprendiéndose de la sinceridad en sus palabras ―Mejórate...por favor...
―Lo haré― susurró, besándola dulcemente en el cabello―Mejoraré...te lo...―el chico reprimió un evidente sollozo, y continuó con un susurro seguro―te lo prometo...Rux...―suspiró― Roxanna.
Una vez que Roxana se separó de Kain, sintió como
si una parte de ella se rasgara por completo, la soledad se ciñó sobre ella y
un frío amenazador invadió sus hombros, decidió huir de él sin mirar atrás. No
soportaba la expresión que el chico conservaba en el rostro...Los sollozos se
le aglomeraron en la garganta, pero la desesperación no fue tanta como cuando
un nuevo nombre se formó dentro de su mente:
"Caleb". Sus rodillas flaquearon, derrotadas y sus sollozos se
elevaron, convirtiéndose en un llanto desgarrador. Inexplicablemente, dos personas se habían
aferrado a su corazón y una de ellas, irremediablemente, no existía; ni
existiría, jamás.
Llegó a su habitación por inercia, no recordó el
momento en que se puso de pie en el pasillo, mucho menos cuando Kain la recostó
de la cama.
― ¿Cuando...? ―murmuró
Roxanna.
Kain sonrió cansadamente.
―No te dejaría llegar sola, un caballero debe
responsabilizarse... ―besó su frente.
―Estás hirviendo...
―Lo sé―rió― Y necesito irme... ¿Estarás bien sola?
Ella le devolvió la sonrisa.
―Por supuesto. Kain. ¿Por quién me tomas?
***
Cuando Leika entró a la habitación, Roxanna miraba
pensativamente a la ventana.
― ¿Roxa?
― ¿Te puedo hacer una pregunta? ―dijo sin volverse.
―Lo que sea― murmuró la doctora con rapidez.
―Si te pido que repitas la sesión esta noche... ¿lo
harías?
―Rox...
― ¿Lo harías? ―la chica se dio la vuelta, insistente.
Leika suspiró.
―Si eso es lo que quieres y te crees en la
capacidad...
La chica miró a la doctora con una decisión
extraña, una determinación que jamás había observado en la joven.
―Promételo, Leika. ―sentenció.
La doctora vaciló unos instantes, dudosa de sus
propias palabras.
―Lo prometo, Roxanna.
Los ojos de Roxanna brillaron de audacia y
fortaleza.
―Comencemos.
Como
todas las mañanas desde que se fueron, miraba a la ventana con impaciencia como
si alguna vez los vería regresar por el horizonte..
…pero
este jamás traía más que malas nuevas. La noticia de la enfermedad del rey
cambió todo, los retazos de paz casi habían desaparecido por completo. Joshua y
yo nos habíamos unido en más de una ocasión defendiendo la frontera de las
bestias curiosas. Como siempre, mantuve a mis hermanas en la ignorancia, la
ausencia de nuestra madre aliviaba con creces la de nuestro padre, pero seguía
inevitablemente nerviosa y preocupada, sobre todo por mi Guardián...
―Ruxa...― la voz de Joshua siempre carecía de emoción,
incluso cuando un peligro se avecinaba...
...por
lo que me asombre notablemente ante el nudo en su garganta. Una sola palabra y
ya me había horrorizado.
― ¿Josh?
Me
puse de pie inmediatamente. Sus ojos dorados estaban descompuestos,
completamente aterrados, noté cómo sus manos temblaban con levedad. Traté de
mantenerme firme, debía ser fuerte a pesar de todo, además sabía que Caleb
estaba vivo a pesar del estado en el que se pudiese encontrar.
―Han vuelto, princesa...la guerra ha
terminado. ―se
inclinó levemente. Era evidente que uno de los consejeros o nobles lindaba por
el castillo.
Incliné
la cabeza levemente. Sabía que tenía cientos de asuntos que atender, y miles de
casas que visitar una vez que los combatientes volvieran. Traté de aspirar todo
el aire que pude para levantar la barbilla y dirigirme lo mas formalmente
posible al hermano de mi guerrero, pero al tomar su mano que me serviría de
guía, él realizó un hechizo veloz, duplicó mi cuerpo y me habló con tal rapidez
que me hizo temblar de angustia:
―Está bien, te espera donde siempre,
Ruxandra. Sé que eres más fuerte de lo que crees...demuéstraselo.
Asentí
y me separé de Joshua a voladas, salí del castillo ocultándome entre las pocas
sombras del mediodía. Mi corazón latía a mil por hora, haciendo ecos en mi
respiración entrecortada.
En
cuanto llegué a nuestro lugar de siempre, mi ser entero se quebró por completo.
Caleb no había tenido tiempo de asearse, tampoco parecía preocupado por eso en
lo absoluto, no había vida en sus ojos vacíos, tan diferentes a como habían
estado desde siempre...
Su
cabello dorado estaba pegado por completo a su rostro sudoroso, sus mejillas,
bañadas en sangre y polvo azulado, tenían líneas de lágrimas inexistentes que
habían barrido la suciedad. Su rostro carecía de expresión, no había furia, ni
seriedad, ni tristeza...simplemente no había nada en cuanto me acerqué a él,
incluso estando a un paso de distancia, no parecía capaz de distinguirme. Tuve
miedo de tocar su rostro, de hacerlo regresar del abismo en el que se encontraba;
temiendo, inevitablemente, que su regreso a la realidad lo destrozara por
completo...sin embargo, las palabras de Joshua me dieron valentía. Era fuerte.
Ambos lo éramos. Y debíamos demostrarlo.
Acuné
su rostro con una mano, se estremeció al contacto repentino pero sus
movimientos fueron completamente lentos. Su mano se posó sobre la mía y sus
ojos poco a poco se alzaron al reconocerme.
―Ruxa...―susurró con firmeza, para mi sorpresa.
―Caleb...―murmuré forzando una sonrisa y me acerqué a
envolver su cuello magullado con mis brazos.
―Ruxa...―repitió acariciándome la espalda, me sentó frente a
él. ―Lo siento, Ruxa...lo siento tanto...―su voz parecía un soplo del viento, quebradiza,
como si intentara con todas sus fuerzas permanecer firme. Pero no lo lograba. ― Yo...no pude evitarlo, no pude hacerlo...no lo
sé...lo siento...lo siento, había jurado...yo...ya no puedo más...lo siento...
Acaricié
su rostro, su dolor me quemaba. Aquel no era el semblante del Caleb que
recordaba, aquél era un hombre que había presenciado cuanta desgracia pudiese
haber en el mundo, cuyo dolor acumulado se había vuelto demasiado peso para
sus hombros. No podía imaginar el sufrimiento que Caleb había llevado consigo
durante todos aquellos meses de ausencia...no quería ni pensar en las cosas que
él y mi padre tuvieron que haber combatido...
Al
pensar en mi padre un nudo me revolvió el estómago. No lo había pensado...mi
padre no me había dado la bienvenida, Joshua no reaccionaría de esa manera si
Caleb estaba entero, estaba bien. Su hermano estaba bien a pesar de
todo...entonces ¿Qué? ¿A caso mi padre? No...mi padre...mi padre no...
Mi
guardián leyó mis ojos con rapidez. Su seriedad eclipsó su propio dolor, su
rostro se tornó sereno, había llegado para él la hora de mantener la compostura.
Lo sabía, lo sabía pero no quería escucharlo...Comencé a rezar internamente a
los pocos dioses y diosas que conocía. Deseaba que estuviese herido, que
pudiese estar con él un poco más antes de su partida, deseaba verlo en el
estado más deplorable posible...pero respirando al menos, deseaba estar los últimos
segundos de su vida a su lado, rogándole que no se fuera, otorgándole una
muerte tormentosa con mi egoísmo...pero no, afortunadamente, aquello no habría
de suceder...
―Ruxa...lo lamento mucho...pero el Rey
Mago ha muerto.
El impacto me derribó, ya no habría engaño posible hacia mí misma.
― ¿Qué?
Murmuré
debilmente, como si eso sirviera de algo. Como si mi ignorancia aparente fuera
capaz de arreglar lo que la guerra imperdonable había deshecho. Los
brazos de Caleb me rodearon y yo me permití desahogarme en llanto, no sé que
dije, no sé si me comporté como debería pero sabía que nada podría acabar con
mi sufrimiento...Mi padre se había ido, si mi madre volvía todo habría
terminado para mis hermanas, su sufrimiento reviviría aquello
que habíamos ocultado se revelaría irremediablemente. El reino...el reino
terminaría por destruirse, no habría equilibrio...
No,
aquello era algo que mi padre no permitiría...él debió haber preparado algo
antes de morir, incluso segundos antes de cerrar los ojos para siempre.
Encontré mi voz entre los sollozos.
―Soy la nueva reina.... ¿cierto? ―murmuré.
Caleb
asintió silencioso. Me alcé para observar su expresión, ahora si había algo de emoción en sus facciones,
la furia fue la primera en asomarse.
―Y yo tu caballero. ―dijo con fiereza.
Ninguno
de los dos aspiraba a aquello. Era demasiado para nosotros, pero era,
desgraciadamente, nuestra responsabilidad. Dentro de poco, ambos formaríamos
parte de una sociedad gigante llena de peleas, innumerables guerras impregnadas
de nobles y aristócratas de toda índole. Sin embargo, el reino y mis hermanas
tendrían la mejor protección...
...
Cuando
fuimos presentados formalmente a la sociedad, Caleb era conocido como "el
Caballero de las Mil Estrellas" dada su prestigiosa actuación en la
batalla, como líder, como guerrero y como guardaespaldas del Rey hasta el
último segundo. Aunque para Caleb, ese mérito representaba un sufrimiento atroz
y una desesperación desbordante. A los pocos días de haber recibido la noticia,
justo la noche del funeral de mi padre (y
de nuestro matrimonio), mi pobre
caballero despertó de una desgarradora pesadilla que lo desmoronó por
completo...
La
mañana del funeral fue bastante tranquila, Caleb y yo llevábamos ya dos noches
sin dormir debido a los preparativos y las presentaciones. No descansábamos un
segundo, pero aquello nos ayudaba a mantener la mente ocupada. Dormimos unas
horas en el carruaje camino al cementerio, mis hermanas, afortunadamente,
habían decidido irse por su cuenta, ya que su dolor y sus sollozos calaban
dentro de mi ser y destrozaban a mi compañero de mil maneras distintas.
La
despedida del cuerpo fue breve comparada con la cantidad de cabezas presentes y
la cantidad de criaturas que aparecieron. No reconocí cientos de ellas, pero
aquello no importaba, muchos sólo estaban allí para conocer a la nueva reina
que sería coronada al finalizar la ceremonia.
Lo
que no sabían era que ese mismo día también se formalizaría un compromiso de
sangre y se daría lugar a una boda.
…
El
discurso preparado para mi padre fue tan breve como el resto del funeral, pero todo ccambió en el momento en que me levanté
frente a todos, Caleb, como mi sombra, se levantó a mi lado. Su seriedad y silencio
irónicamente me llenaron de confianza
a pesar de estar justo frente
al mausoleo donde minutos antes habían colocado a mi padre.
La
presencia de mi guerrero me inundó de
tal fortaleza que mi voz no
necesitó de hechizo alguno para
magnificarse:
― Aunque el reinado de mi padre ha llegado a su fin,
eso no significa que su reinado deba detenerse. La pena de su muerte, aunque dura para muchos…en
especial para sus descendientes― miré a mis hermanas y luego al público. No había más en sus rostros que asombro y mutismo, atentos a cada
palabra que pronunciaba― Ha de ser pospuesta y retomada una vez que
la paz invada nuevamente los territorios
de Ankathya. No obstante, he de
conservar el luto como cada uno de los
presentes: A su manera.
Alcé mi mano, entrelazada firmemente a la de mi futuro esposo. Ambos llevábamos el tatuaje del sol y la luna entrelazados, el símbolo de mi
padre. Implantado con fuegoen nuestras muñecas.
―Por
tanto, cada persona y criatura
atenderá a sus obligaciones de
inmediato, rompiendo con la ceremonia tradicional. Así lo asumiré, tanto como mi Caballero…― Caleb y yo intercambiamos una larga mirada en la
que tomé una buena cantidad de aire―…y esposo, aquí presente. ― una exclamación general, nació del público. La
ignoré― él como comandante de las fuerzas y director de la protección general del reino, como su Caballero Oficial, cargo establecido con
la última voluntad del Rey… y como su sucesora,
legítima Reina y Bruja Oficial, como el Hada Guardiana de Ankathya…
A
pesar de la exclamación que se había generado al anunciar mi matrimonio, esta
vez se generó un silencio sepulcral.
Como si cada rostro presente necesitara de minutos de sobra para procesar mi
declaración.
Conté
hasta tres. Pero cuando me disponía a alzar la voz nuevamente una oleada de
desagrado azotó a muchos de los presentes, distintas voces se tornaron
agresivas, acusaciones comenzaron a hacerse notar desde el fondo. Evité la
mirada acusadora de mis hermanas, había asumido
el liderazgo sin su
consentimiento. Comencé a temblar.
Caleb
apretó mi mano. Nuestra conexión me
permitió sentir la fuerza que explotaba dentro de su ser, miles de emociones
guardadas comenzaban a revelarse. Apreté
su mano en respuesta, cediéndole la
palabra.
― ¡SILENCIO! ―la voz de Caleb me hizo estremecer, los presentes
se enmudecieron al instante―
Esta ha sido la última voluntad de
nuestro Rey Caído. Él mismo me
convirtió en Caballero segundos antes de
su muerte, entregándome a su hija para ejercer
su cargo. ―en
el cuerpo de mi guerrero aparecieron una serie
de símbolos que se encendieron
con luces doradas, reflectando en sus
ojos…
Esas marcas eran sin duda, el juramento innegable del Caballero,
símbolos impuestos por mi padre. Evité sonreír de pena y tristeza,
Caleb odiaba aquellas marcas.
―Si están aquí presentes para honrar su muerte― prosiguió
con la misma solemnidad― Entonces han de respetar su voluntad― sus ojos viraron a alguien en el público, yo
sólo lo observaba a él― No, no tengo el
derecho de ser rey legítimo…pero
este honor me lo ha brindado tu
antiguo Rey, además del deber de
proteger a tu Reina.
El
silencio apremió. Aclaré la garganta, sorprendida por la destreza de mi
caballero.
―En fin…― suspiré
al hablar― A continuación
se efectuará nuestra coronación y el
establecimiento de nuestros lazos matrimoniales. ―hice una pausa― La rapidez de nuestras acciones se debe a la
gravedad de la situación en el reino…sé que muchos de ustedes están conscientes
de ello…
Caleb
me arrastró con él y me apoyó contra su
clavícula. No quería que mirara a mis
hermanas, después de todo, su sorpresa y
acusación me hacían temblar de angustia.
…
Si
suponen que las bodas son el día más feliz de cualquier mujer (y sobre todo una princesa), pediría reconsiderar sus conjeturas. Ya que, para mí, ese día
representaba tanta desdicha que sólo
quería acabar con él lo más pronto
posible.
En el momento
en que nos encontramos en el
altar, Caleb y yo comenzamos a temblar inevitablemente. Nuestros ojos
rogaban con que quien fuese nos sacase de ese patético teatro…creímos que
nuestra desesperación era muy evidente,
pero , según Joshua, ambos actuábamos con escalofriante naturalidad.
El
momento de la Coronación fue tan breve como el beso que selló nuestro
compromiso. No había magia ni sentimiento en nuestras acciones, solo angustia, desesperación,
falsedad y miedo.
A
nuestro alrededor desfilaban máscaras de alegría envidiosa que me hacía sentir
náuseas. Todo sucedía con tanta rapidez que
era difícil asimilarlo.
Una
vez solos en el carruaje, fue el momento en
que nos reconocimos. La ropa
complicada de Caleb, repleta de armatostes y cadenas, el anillo en su dedo corazón, los vendajes que cubrían su torso y cuello, todo era nuevo para mí…Cuando no
nos habíamos separado en casi ningún
momento…
Lo
sorprendí observándome con la misma
sorpresa. Miré mi cuerpo, estaba
enfundada en un precioso vestido
blanco que se ceñía a mi cuerpo con naturalidad, en mi mano perfectamente arreglada estaba mi
anillo de bodas. Mis labios
comenzaron a temblar.
―Cal…
Mi
caballero me envolvió en sus brazos con rapidez.
―Aun…aun no lo creo…― suspiró apretándome hacia sí.
―Fue demasiado rápido…
―No
imaginaba que fuera así…no quería…no quería que fuera así.
―Yo
tampoco lo quería así, nadie
lo querría así― culminé.
…
El
velo nocturno me permitió ocultarme de mis
hermanas. Caleb y yo nos escabullimos hacia mi habitación...o pues, la
antigua habitación de mi padre que ahora cumpliría la función de nuestro lecho
nupcial. Con todo lo sucedido, Caleb y yo veíamos nuestra relación tan habitual
que ninguno se había percatado de la importancia de los hechos, ahora estábamos
casados, éramos una pareja formal al fin. Nuestro amor debía ser consumado en
un fruto que, como rey y reina, traería el futuro para la nación entera...pero
yo solo quería dormir.
En
cuanto a Caleb...no sabía lo que él quería en realidad. No sabía si ese rostro
agotado albergaba más dudas de las que imaginaba. Él sólo había hecho su deber,
cumplido sus funciones impuestas incluso antes de nacer... No sabía si
realmente era eso lo que su corazón le indicaba, o lo que su alma necesitaba,
no habíamos intercambiado más que unas cuantas palabras tras su llegada...
Mi
guerrero estaba sentado en la cama, vestido con su aparatoso traje formal, con
la mirada puesta en la pared. No observaba nada en realidad, sólo se había
quedado allí como si su alma se hubiese evaporado por completo. Como lo había
visto al llegar a nuestro refugio, parecía que todo lo sucedido
lo había desprovisto de
fortaleza.
―Ruxa...―susurró, su voz me hizo dar un escalofrío. Me
acerqué a él despacio y le toqué la mejilla con una mano. Noté las lágrimas
acumulándose en sus ojos cuando se volvió a mirarme.―Lo...
―Shhh...Ahora te toca a ti descansar,
has estado muy ajetreado desde que llegaste...
Lo
envolví en mis brazos y apoyé su cabeza en mi pecho. Caleb, como un niño
pequeño, pasó sus brazos por mi cintura y se acurrucó en mi regazo. Besé su
frente despacio, no sabía qué hacer o decir, simplemente lo dejé acurrucarse y
descansar. Al cabo de unos segundos, su respiración se volvió profunda y
acompasada; con cuidado de no despertarlo, le quité la complicada chaqueta de
guerrero, llena de cadenas y aros de metal pesadísimos, y terminé de subirlo a
la cama.
Caleb
era un hombretón bastante fuerte y pesado, pero con ayuda de hechizos
tranquilizantes (Y bastante fuerza de voluntad) logré acomodarlo mucho mejor en
el lecho. Sonreí al ver su rostro hundido en
las sábanas, agradecí que la cama de mi padre fuese tan grande y cómoda para él,
pero mi expresión cambió al ver las nuevas cicatrices y vendajes
que adornaban su torso, Caleb sanaba rápido, pero aquellas heridas tenían la
gravedad suficiente como para tomar su tiempo en cicatrizar.
“Ah...mi
pobre guerrero”, pensé antes de deslizarme a su lado. Observé y acaricié su
rostro unos instantes antes de que el sueño me venciera por completo. A pesar
de la oscuridad que se ceñía sobre el reino, era demasiado temprano para dormir...Aunque eso a ninguno importó...
≈Dosis ≈
― ¡AMO KAIN! ¡AMO KAIN!
La voz de Kimihiro le provocó a Kain fuertes
punzadas en el cráneo. Intentó pedirle que se callara pero al abrir la boca una
gran cantidad de sangre emanó de su garganta. Comenzó a toser de forma
inevitable, haciendo que pequeñas gotas de sangre se esparcieran en las paredes
del baño.
Demonios...tenía que haber terminado a tiempo... Pensaba
Kain cuando se limpiaba los labios con el dorso de la mano. Respiró
profundamente antes de volverse hacia su mayordomo, quien lo rodeó con un brazo
y lo guió hasta la cama antes de que el chico pudiese pronunciar palabra
alguna. Kain suspiró.
―Estoy bien...―murmuró
―No...no lo está― el viejo se sentó en una silla y
se puso la cabeza entre las manos arrugadas― No lo está, esto le está haciendo
mal...lo está matando...lo estoy matando...
―No.―murmuró Kain con solemnidad, la fuerza de esa
única palabra obligó a Kimihiro a alzar el rostro, sorprendido.
El chico, que antes vaciaba su estómago en sangre
ahora estaba erguido, sentado con decisión en la cama, con los ojos violeta
fijos en los del viejo asiático. No había signos de debilidad visibles en su
semblante, además de la acostumbrada delgadez que lo caracterizaba, a pesar de
eso, no había ojeras, ni temblores, ni decaimiento.
―El tratamiento puede que tenga efectos extraños―continuó
Kain― pero funciona, sin duda.
― ¿Cómo es posible?
―No lo sé...pero no creo que tengamos que estar
mucho tiempo aquí en el hospital...sólo necesito otra transfusión y todo estará
bien...creo que lo sucedido hoy se debe a que... ―rió nerviosamente,
― Se escapó otra vez. ―suspiró el
anciano.
―Tenía que verla, viejo. ―aseguró Kain.
―Usted nunca aprende...―sonrió con levedad― ¿Es la
misma chica de aquella vez?
―La misma...es que...no lo sé... He hablado con
ella pocas veces...solo la he visto dos pero hay algo que...me atrae, como un
imán, además...siento que no puedo dejarla sola...que se quebraría sin...
La mirada seria de Kimihiro lo hizo detenerse.
― ¿Acaso siente como si hubiese encontrado a Ruxandra?
―preguntó solemne.
Kain bajó la mirada y lo pensó unos instantes.
Sabía que a Kimihiro era imposible mentirle, pero lo que dijera a partir de ahora podía
presentar la culminación definitiva de las dosis, aquello imposible e impensable
había sucedido: la estrecha línea de separación entre el sueño y la realidad se
había debilitado con el paso de los días. La percepción de aquellos sueños
le había obligado a recordar la razón por la cual no quería salir de ellos,
aquella fuerza que lo arrastraba, aquél sentimiento que lo encadenaba...esa
persona que completaba cada día de su desdichada vida...
El chico aspiró profundamente y decidió sincerarse
finalmente. La verdad podía representar su derrota, pero al menos, con su
mejora evidente, Kimihiro podría considerarlo. Kain separó los labios,
vacilante...
― ¿Ya van a comenzar?
El joven cerró los ojos, lleno de ira. Como
siempre, sus padres entraban sin avisar, sin ofrecer un mejor o, aunque sea, un
educado saludo. Claro, desde su perspectiva, se creían los dueños del mundo.
―Estábamos a punto de hacerlo―siseó Kain recostándose
de la cama.
El cansancio invadió su cuerpo, a pesar de la
recuperación evidente, la presión psicológica comenzaba a pasarle factura. Sobre
todo teniendo en cuenta el extraño encuentro con Roxanna y cómo ella se había
sumido en llanto instantes después...
Suspiró, no tenía tiempo para preguntarse qué había
ocurrido con su nueva y especial amiga.
Sus padres, en silencio, tomaron asiento expectantes,
justo como algunas noches atrás. ¿Por qué ahora se mostraban tan atentos? Kain
no tenía idea alguna.
El joven respiró profundamente, los moretones de
las agujas en su pecho tenían mejor color y ahora no se veían tan preocupantes
a pesar de las constantes inyecciones. Pero la presencia de sus padres en la habitación le hacía olvidar las
costumbres y sumirse en un dolor intenso...Kain sabía que los sueños, esta vez, no
serían lo único que le atormentaría....
Los
recuerdos vinieron a mí como cada ataque recibido en batalla: fugaces,
dolorosos y llenos de tormento. Cada par de ojos perdiendo vida a mi alrededor,
cada ser al que despojaba de su hálito vital, se hundían dentro de mi memoria y
escarbaban en mi mente, arrancando
partes de mi a cada paso, cada vez que alguien moría, era como si las heridas
que recibía se agrandaran y abrieran por completo mi piel...
La
guerra se desarrollaba nuevamente ante mis ojos, irónicamente cerrados y
dominados por el sueño. Todo aquello que me había esforzado en suprimir en mi
memoria, ahora se revelaba con una intensidad abrumante.
Recordé el primer día cuando las propuestas de
paz fueron rechazadas, cuando recibí mi primera herida, en la espalda, aquél
orco era un cobarde, no dudé en asesinarlo con facilidad. Su sangre, espuma
negra que emanaba de su cuerpo agonizante, bañó mi cuerpo con astucia. Mi nuevo
olor me había permitido camuflarme entre los suyos, ninguno me atacaba mientras
avanzaba cubierto con mi manto de espesa masa negra, una vez que se percataban
de mi identidad era demasiado tarde...todos morían en segundos. Al emprender la
retirada, dirigí a mis hombres y los instruí en aquella nueva táctica de guerra
accidental, habíamos perdido tantas vidas que era imprescindible buscar una
estrategia.
Ganamos
el segundo día, nos retiramos victoriosos...cuando al siguiente rechazaron la
tregua con fiereza, se metieron en el campamento, jamás tocaron al rey, no
mientras estuve como guardia...como odio haberme comportado como un
"soldado ejemplar"
Los
días pasaban, la guerra constante jamás llegaba a su fin, los hechizos del Rey
acababan con más de la mitad de los enemigos en batalla, pero estos seguían
apareciendo, necios a todo, no parecían tener un objetivo claro. Sólo observaba
en sus ojos el placer de asesinar...
Nuestros
soldados debieron ser reemplazados a las semanas. Reclutábamos niños ahora. La
mirada de cada uno me suplicaba consuelo y esperanza que yo jamás podría
darles...la desesperación apareció entonces en mi mente, el Rey amable me
concedió el favor de cegarme, debíamos luchar...Ruxa peligraba...
La
batalla comenzaba a volverse cada vez más ardua, nuestros arqueros no duraban
mucho durante la batalla, la lluvia de flechas era demasiado constante,
nuestros centauros deseaban finalizar la lucha con rapidez, el hecho de
observar a sus primos; los minotauros, morir les causaba una desesperación tan
grande que orillaba a muchos al cruel suicidio. Sus gritos de agonía y tristeza
se escuchaban cada noche, llorando inevitablemente a sus caídos.
La
infantería, tanto la nuestra como la de ellos disminuía significativamente. Sin
importar lo que hiciera, las estrategias que ideaba acababan por ser inútiles
una vez que nos adentrábamos en la batalla; hechizos, golpes, mordidas y
espadas inundaban el ambiente, todos obligaban seguir las reglas cuando el
deseo imperdonable de vivir se apoderaba de sus cuerpos. Aquello era un
completo desastre.
El
rey suplicaba la paz cada noche y cada mañana el nuevo mensajero amanecía
clavado en medio del campo, atravesado por una de nuestras banderas.
Cuando
comenzamos a aceptar el hecho de que todos moriríamos allí, el Rey nos elevó y
nos guió por un nuevo camino....el mismo día de su muerte.
Una
risa agonizante surgió desde lo más profundo de mi cabeza...aquella risa era
horrorosa, aquella risa era de muerte, desconocida y envenenante.
≈≈≈≈≈R≈≈≈≈≈≈
Los gritos de Caleb me despertaron al instante,
espasmos de dolor sacudían su cuerpo en tanto los rugidos escapaban de su garganta,
una a una, las heridas se habrían con
cada movimiento y las vendas, en poco tiempo, se bañaron en sangre.
― ¡CALEB!
Grité con él inevitablemente. Sostuve su cabeza
entre mis manos y no dejé de llamarlo hasta que sus ojos se abrieron y me
miraron sorprendidos...Allí se desmoronó por completo, su rostro se enterró en
mi pecho y sus fuertes brazos se aferraron a mi cintura, mi gran Caballero no
paraba de temblar y de susurrar disculpas a diestra y siniestra, sus labios
murmuraban nombres y lugares, promesas sin cumplir, arrepentimientos. Todo lo vivido aquellos
meses escapaba de su ser, y dejaba solo el rastro desesperado de un hombre que
ya había vivido demasiado.
Con lentitud, todas aquellas tristes palabras se transformaron
en furia. Miles de maldiciones aparecieron en sus labios, y conforme la rabia
crecía sus brazos se soltaban, se alejaba de mí.
Se sentó en
la cama y observó a la nada con seriedad. Las lágrimas habían desaparecido, y
de la tristeza y miedo anterior ahora quedaba un temblor leve en sus manos.
― Fue
ella... ― rugió ― Ahora lo entiendo.
≈≈≈≈≈C≈≈≈≈≈≈
Aquella risa y aquella visión, cómo su melena roja
se había retirado de la escena. Sabía que había sido ella, ella y su envidia
habían organizado todo. Con el Rey muerto, Ruxa no podría defenderse, sus hijas
estarían expuestas y ella tendría el campo libre. Su plan era matarme, acabar
conmigo y con el Rey, dejar a Ruxa sola e indefensa...o no...Acabar con el Rey
para que Ruxa no tuviese defensas, asesinarla y así reclamarme...
Cualquiera que fuese su idea, aquello jamás
resultaría. El Rey me había condecorado como guardián.
― Maldito― sonreí ― Ese había sido tu plan todo el tiempo...
― ¿Caleb? ― La voz de Ruxa
estaba sumida en preocupación y miedo...ella había intentado tranquilizarme y,
con dificultad, lo había logrado. Sus brazos eran un refugio para mis penas, un
refugio para mi mismo...un consuelo inmediato en la agonía.
― Mi
Ruxandra... ― suspiré ― Siento mu...
Puso sus dedos sobre mis labios.
― Han
sido demasiadas disculpas para una noche, Mi Caballero― sonrió ― Cuéntame... ― se detuvo,
ella sabía, sabía que yo había descubierto algo.
Pero aquella
noche…aquella noche había sido demasiado para mi, esos días habían sido una
desesperación tras otra para ella…no
quería agregarle otro sufrimiento mas…no… aquélla era nuestra noche de bodas,
después de todo.
― Mañana,
Ruxa…por favor... ― susurré
acercándome a ella. Mi Ruxa se tornó
dudosa, ella quería acabar con todo, ella quería ponerle fin aeso pero yo, yo quería consolarla,
traerle la paz que tanto merecía ― Mañana…
≈≈≈≈≈R≈≈≈≈≈≈
Mi Guerrero repetía la misma palabra más que como
una súplica, una especie de seducción. Se acercó hacia
mis labios con lentitud, y los
rosó con los suyos levemente “Mañana” repitió…y todo mi cuerpo vibró, ansioso. Su mano se
apoyó contra mi mejilla y dejé mi
cabeza caer hacia ella, cerré los ojos
mientras con sus labios exploraba mi mandíbula y mi cuello. “Mañana…”
murmuraba cada vez, mi respiración se aceleró en cuanto sus labios se apoyaron en mi oreja y mordió el lóbulo con suavidad.
―Mañana― jadeé al
fin en respuesta.
Una de mis manos se deslizó hasta su rostro y dejé que
la besara hasta que prosiguió con
mi rostro, cada vez que sus labios se
apoyaban en mi piel, el resto de mi cuerpo se estremecía y se inquietaba, poco
a poco, la ropa fue abandonando nuestros
cuerpos, sus labios ahora exploraban zonas inimaginables y mis manos exploraban
su piel con astucia, cuando nuestros labios se encontraban, nuestros cuerpos
eclosionaban al mismo tiempo, el estremecimiento nos sacudía a ambos. Hasta que
por fin, el recodo de la excitación
sobrepasó los límites de nuestros
abrazos vírgenes, y nos hundimos en el placer extremo de los recién casados…
Los ojos de Roxanna y Kain se abrieron al mismo
tiempo.
Tanto la doctora como el
asiático habían detenido los sueños rápidamente. La extrañeza de
los adolescentes se hizo visible en tanto se levantaron de sus
respectivos lechos. Cada uno sentía como
si una parte de su ser estuviese ligado a otro, como extrapolada hacia
una extraña lejanía y unida a ella de forma infinita.
Los puños de
ambos se habían aferrado a las sábanas, su respiración continuaba acelerada, al
igual que los latidos de su corazón.
Leika y Kimihiro hablaron a la misma vez.
―Creo que…no era muy necesario el escuchar lo que sucedería luego.
Ambos adolescentes
sonrieron, completamente mudos. En sus mentes aun conservaban la escena
presente en sus sueños, en los últimos
segundos, habían sentido a Ruxa y a Caleb desaparecer…para ser ellos los
protagonistas de esa historia
Una pregunta vino a sus mentes al mismo tiempo, al
tiempo que se ensimismaban observando
el cielo noctunro a través de sus ventanas: ¿Qué era aquello que tanto los unía
a esa persona encontrada por casualidad?