28 may 2012

V. Serpientes


V: Serpientes 



Ninguno de los dos podía esperar a la caída de la noche. Pero mi paciencia, por lo menos, era muchísimo más grande que la de ella, podía observar fácilmente cómo la ansiedad se la estaba comiendo viva. Y eso, para mí, era sólo un motivo de distracción bastante atractivo, después de todo, burlarme de ella se estaba convirtiendo en algo realmente adictivo.

            Me divertí un buen rato entre sus expresiones de molestia dirigiéndole miradas burlonas de vez en cuando. Ella se molestaba cada vez más y eso, honestamente, me encantaba. Sus rostro se sumió en una amargura tan grande que me permitió dormir tranquilo por el resto de la tarde. Nada de pesadillas luego de que logré encabronarla. Excelente.

Para mi sorpresa, ella ya estaba fuera de su cuerpo en cuanto abrí los ojos. Se abrazaba las rodillas con los brazos mientras no observaba a nada en particular.

― ¿Cómo hiciste eso? ―pregunté mientras me levantaba.

Se encogió de hombros.

―No lo sé. No puedo moverme. ― me miró a modo de reproche.

Me reí.

―Ya aprenderás a valerte por tu cuenta, pero no quieras adelantar las cosas aún. ―farfullé― Vamos.

―Quiero ver a Kuro antes. ― Sus ojos se colorearon de rojo momentáneamente.

No tienes problemas para dar órdenes, al parecer― refunfuñé.

Me miró con ironía. Estaba molesta, lo sentía, pero algo en su semblante me hacía pensar que no lo estaría por mucho tiempo. No dejé que eso me molestara, y la cargué para llevarla al patio de su perro.

Al principio dudé en hacerlo, a decir verdad, pero lo vi como una especie de “prueba”. El caso es que ése animal me había hecho bajar la guardia por unos instantes (sí, tenía muchísimo tiempo sin tocar a un perro), y su actitud no era nada normal, de hecho, lo que esperaba aquella mañana  era el acostumbrado rechazo. Pero todo se aclaró en cuanto  vi a Kate bajarse de mis brazos e ir a acariciar a su mascota: él estaba acostumbrado a la oscuridad. Corrección: su dueña lo había acostumbrado a la oscuridad.

“Kuro” no había perdido sus instintos, sino que los había adaptado de otra manera, quería proteger a Caithlyn, ella misma lo había dicho; «No todos le agradan a Kuro». Pero entonces ¿Por qué yo, un ser que sólo quiere causar su destrucción, no representaba antipatía alguna para él? ¿Por qué no intentaba, al menos, defenderla de alguna forma? ¿No era peligroso, acaso?

Mis pensamientos se dirigieron a las palabras que le había dicho a  Caithlyn la noche anterior: “no traería a mi Contratista aquí si no fuese seguro…”. Era cierto, yo no podría  herir a Caithlyn. No de forma directa al menos…

― ¿Demonio? ―su voz sonó lejana entre mis pensamientos― ¿Nos  vamos?

La miré con el ceño fruncido. Tuve que reprimir la sonrisa al conectar todas las piezas en mi cabeza; sin duda, para llegar a cambiar el instinto de un animal  sólo necesitaba una cualidad: ser aterrador. Ella era, entonces, el emblema de la contratista perfecta.

―Nos vamos. ―afirmé.

~K~


Podía ver como en la comisura de sus labios bailaba una sonrisa sin humor. Bastante aterradora a decir verdad, pero decidí ignorar su gesto reprimido.

El demonio me llevó casi a rastras por la calle. No me cargó, tampoco dijo nada al respecto, sólo me tomó cuidadosamente (sí, sorprendentemente, estaba siendo cuidadoso) por el brazo y corrió por las casas que rodeaban la mía. La urbanización donde vivía no era muy grande y no era nada fácil perderse pero a la velocidad a la que íbamos no podía precisar a dónde se dirigía.
 
Casi caigo al suelo cuando se detuvo.

Pero no sólo fue porque lo hizo repentinamente, sino por el lugar donde se había detenido. Comencé a reírme de forma instintiva sin apartar la vista de la casa frente a mí.

― Bromeas, ¿verdad? ―le pregunté sin dejar de sonreír.

―Estuvo en la lista desde el principio. Quiero ver que tan “comprometida” estás con esto― aunque su voz era seria, sin verlo de frente podía asegurar que estaba sonriendo.

― Comprometida ¿Eh? ―me di la vuelta con lentitud. Su rostro se deformó en una sonrisa bastante amplia en cuando observó el mío.

―Me gusta esa sonrisa― dijo de forma (he de admitir) seductora.

―No puedo decir lo mismo, Demonio. ―pese a lo que dije, no pude evitar reírme. ― ¿Qué pretendes decirme sobre  Janeth Strone que yo no sepa?

―Absolutamente nada. Entremos y sorpréndeme. ― se encogió de hombros y avanzó.

―Eres una mierda. ― murmuré tratando de luchar con la sádica alegría que representaba planear la muerte de…mi mejor amiga.

Honestamente, pensaba en fallar su prueba desde el principio. Pero con esto, y con el jugo de conocimiento que él poseía para saciar mi oscura curiosidad, no podía dejar que el Demonio rompiera el contrato. Aun así, la decisión de volverme asesina todavía no había sido tomada, aunque, he de admitirlo, él me hacía dudar cada vez más. Y sólo tenía una noche de haber establecido el contrato.

―Ah, Jane, reza porque no caiga en las tentaciones del demonio. ―susurré.

La risa del Demonio quebró la noche.





Una vez dentro de la habitación todo cambió. Mi sádico humor desapareció por completo, pero no era por el hecho de observar la gran cantidad de fotos que pasaban lentamente en la pantalla del pequeño portarretrato eléctrico que Jane tenía sobre su escritorio, en su mayoría, mi rostro falso y sonriente aparecía junto a ella. No, mi humor desaparecía debido a todo lo que la muerte de la persona dormida plácidamente frente a mí, venía con una serie de “inconvenientes” extras.

― ¿Dudando ahora, Kate? ―murmuró el demonio a mis espaldas, con voz seria.

Negué con la cabeza.

―No es eso, Demonio. ―me di la vuelta y lo miré, sus ojos se abrieron como platos por medio segundo. ―Es que…

―Dilo, Kate ¿Cómo la matarías? ―me cortó, acercándose a mí.

―Para matarla a ella…lo tenía…yo…―tartamudeé, pasando mi mirada de él a ella. ―Tendría que…

Cuando me di cuenta, ya tenía al demonio a sólo un milímetro de mi rostro, mirándome fijamente a los ojos. Suspiró y me dio la vuelta con un movimiento que no pude ver, colocó mi espalda contra su pecho y sujetó mis brazos con sus manos. Aguanté la respiración por unos instantes. No me dio tiempo de replicar.

―Escucha, esto no debería hacerlo ahora…Pero no me dejas opción―susurró a mi oído. ―Este es un método un poco diferente al que hemos utilizado ayer…

― ¿De qué estás hablando? ¡Suéltame! ―me sacudí. Pero por alguna razón tenía la respiración acelerada.  

―No estás segura, Kate…Ni siquiera puedes ordenarme nada…

Paré de sacudirme y bajé la mirada, en ese segundo, Jack colocó su mano sobre mis ojos, alzando mi rostro y recostando mi cabeza de su pecho. Jadeé. Él colocó su otra mano en mis costillas, apresando mis brazos bajo los suyos.

―Escúchame, Caithlyn―susurró a mi oído, sentí como su aliento rebotaba contra mi piel y se inclinaba lentamente sobre mí. ―Concéntrate. Debes centrar todos tus pensamientos en la muerte de esta niña…

― ¿Có…cómo pretendes que me concentre si me tienes apresada de esta forma? ―refunfuñé, bajando el rostro levemente, hacia donde escuchaba su voz.

Sentí como sonreía.

―Así es el procedimiento. ―susurró, el calor de su respiración impactó muy cerca de mis labios. Me contraje de repulsión― Concéntrate, como hacías ayer…dime cómo la matarías.

―Tendría que…―vacilé. Él me apretó un poco más hacia sí, percibí cómo el demonio perdía la paciencia. Me estaba haciendo daño…

…Nuevamente, la sensación de horror y adrenalina vino a mí. Aspiré una buena cantidad de aire para evitar echarme a temblar.

― ¿Tendrías que…? Vamos Caithlyn. ― insistió inclinándose mucho más.

―Tendría que matar a toda mi familia primero. ―dije, esta vez sin titubeos.

«Descríbelo» dijo directamente en mi cabeza.

Tras tragar en seco, comencé a hablar inmediatamente.

―Sería un sábado en la mañana…

Me contraje. La escena explotó ante mis ojos como el comienzo de una película, sólo que ahora ya no sentía los brazos del demonio apresándome, no, sentía el calor de las sábanas de mi cama, la luz del sol asomándose con debilidad sobre el suelo, el calor extendiéndose poco a poco por la habitación y, por último, podía escuchar la tenue respiración de mi hermanastra en la cama de abajo…

«Armas» La voz del demonio se escuchó como un eco en la habitación, el instinto me llevó a hablar en voz alta.

―Lápices, dos cuchillos. Y guantes, por supuesto― puse los ojos en blanco a pesar de la situación, él me había recriminado todo el tiempo por el detalle de la “evidencia”.

«Perfecto. No hables a partir de ahora, sólo enséñame. Déjate llevar»

―No, Jack…―supliqué, me estaba comenzando a aterrar. 

«No pasará nada. Te lo prometo»

Me lamí los labios.

La escena ante mí no había cambiado en lo absoluto, seguía allí, estática. Pero todo cambió a medida de que mis pensamientos se desarrollaban, en ese cuerpo paralelo (difícil de explicar, honestamente) tomé un pequeño bolso que tenía los lápices y cuchillos, y bajé de la cama. Las escaleras chirriaron, como siempre, pero mi “hermanita Claudia” no se molestó en abrir los ojos, como tenía previsto, aproveché eso para introducir el lápiz en su garganta. Un golpe certero. Ella siempre dormía boca arriba. Abrió los ojos de par en par, pero no emitía sonido alguno, moví el lápiz de un lado al otro en la tráquea, sabía lo dura que era, había estudiado sobre eso, pero poco a poco mi hermanastra se acabaría ahogando…

…La sangre rodó, caliente, por mis manos, poco a poco, sus ojos se tornaron rojos y se volcaron hacia arriba. No presentó demasiada resistencia, el shock la había bloqueado, había hecho lo indicado para causarlo.

El segundo, era mi otro hermanastro, Noel. Él sí era un problema, no tenía el sueño tan pesado y me llevaba varios palmos de altura, afortunadamente, él también dormía boca arriba, aunque de haberlo encontrado en posición prenatal hubiese sido fantástico. Al igual que con su hermana, el primer golpe fue en la garganta, con un lápiz diferente… ¡Ah! Había olvidado el otro en la garganta de Claudia, debía recuperarlo… Pero primero tendría que clavar dos lápices más en las muñecas de Noel, quien ahora se retorcía de dolor mientras abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua. Me coloqué a horcajadas sobre él y con la rapidez y el impulso suficiente introduje los lápices en sus sienes, claro, estos se rompieron automáticamente pero la impresión y el dolor fueron tales que provocaron su desmayo. Saqué los lápices de sus muñecas y los introduje en sus ojos, fue difícil, como pasar una aguja a través de una pelota de plástico gelatinosa, el sonido fue sordo y seco, la sangre se acumuló debajo de mis puños…

También fue difícil sacar los lápices luego, pero con sólo agitarlos levemente logré que lo que quedaba de sus ojos se saliera de ellos.

Seguían mi progenitor y Claire, a esos les tenía guardada una muerte especial. Imaginé que, para entonces, Jack ya me hubiera entrenado lo suficiente como para ser totalmente certera (Espera, ¿Entrenado lo suficiente?). Tenía que paralizarlos a ambos. Mi padre era sencillo, siempre está de espaldas a las escaleras de la habitación cuando bajo a desayunar, y siempre, incluso hace pocos días, me montaba en su espalda para saludarlo. Ahora, cubierta de sangre como estaba, lo haría con mucha más rapidez, clavé el cuchillo en su nuca y quedó totalmente inmóvil. Claire gritó, pero lancé un lápiz a su hombro para callarla, una vez que el shock la embriagó pude tomarla y hacer lo mismo con el segundo cuchillo.

Ya sentía la ropa pegada al cuerpo por la frescura de la sangre. Pero eso no me impidió hacerles una que otras cortadas con los lápices mientras les contaba “Por qué hacía lo que hacía”. Luego, los rocié con alcohol del bar y llamé a Jane “asustada”. Ella, como siempre, prometió venir en su auto. Llegaría justo cuando todo habría acabado, incluso podía llegar con la policía. Yo me lanzaría a sus brazos cubierta de sangre completamente aterrorizada, proclamando la existencia de un asesino loco en los alrededores.

Jane sufre de una fobia extrema a la sangre, tan sólo al verme se aterraría demasiado y comenzaría a hiperventilar. Sólo un leve apretón en la zona correcta causaría una falla en su respiración, la sangre oxigenada no llegaría a los órganos. En segundos estaría ahogándose en su propio aliento. Yo comenzaría a pedir ayuda, a sabiendas que ya era demasiado tarde y luego la policía me acogería…todo acabaría allí, pero ese sólo sería el comienzo…

«Perfecto»

La escena se fundió en un segundo.

Yo respiraba con dificultad, el corazón me latía con una rapidez increíble; como si recién hubiese bajado de una atracción mecánica. Afortunadamente, había logrado zafar una de mis manos y estaba aferrada al brazo del demonio, intentando con todas mis fuerzas separarme de él. No me gustaba la sensación que su piel provocaba en la mía, era extraña e intrigante al mismo tiempo…

―Suéltame, Demonio. ―jadeé trémula, ya no podía luchar, no con la adrenalina corriendo por mis venas con tanta rapidez.   

―Lo siento, Pequeña Dictadora. Pero no puedo hacerlo. ―susurró, moviendo su mano libre por mi cuerpo― Sujétate.

― ¿De qué demonios…?

Él no parecía tener intenciones de dejarme terminar una frase en toda la noche, simplemente me ignoró y alzó vuelo en unos segundos. No tuve más opción que coger su brazo, que seguía cubriéndome los ojos, con ambas manos. En menos tiempo de lo que esperaba, me sentó en una especie de banco helado. Esta vez, me negué a soltarlo, no podía dejar de temblar y su estabilidad me confortaba.

―Kate…

―Espera un segundo― farfullé con voz trémula. Aspiré una buena cantidad de aire y lo solté lentamente― Ya…estoy bien.

Escuché como mis articulaciones crujían al soltar su brazo. Dejé de temblar con lentitud, pero mi respiración seguía estando dolorosamente acelerada.

―No abras los ojos hasta que te sientas estable ¿Bien? ―dijo el demonio con voz neutra, protocolar, nada amable― Espérame aquí.

Asentí mientras su mano abandonaba mis ojos. Su presencia se esfumó en unos segundos, por alguna razón, sentí un frío arrollador y demoledor. Nuevamente, respiré para tranquilizarme concentrándome en los latidos incesantes de mi corazón. Con dificultad, abrí los ojos.

Estoy segura que de no haber estado sentada me habría caído, todo se movía con una rapidez horrorosa, no podía ver con facilidad, intenté cerrar los ojos de nuevo, pero no funcionó, poco a poco, todo se fue deteniendo y pude ver con claridad.

― ¿Estás bien? ―dijo  el Demonio a lo lejos.

―Más o menos. ―tartamudeé. Ordené mis pensamientos― Jack… ¿acabo de salir de fase REM?

Me miró con una ceja alzada.

― ¿Cómo sabes eso? ― farfulló mientras se sentaba junto a mí― Ten…Te ayudará a entrar en calor…―me ofreció un pequeño vaso de cartón con una tapa de plástico, lo olfateé. Era chocolate caliente.

Intenté beber, pero el líquido no llegó a mis labios por más que lo intentara, miré al demonio a modo de reproche, al parecer, no podía beber en estado de “alma”.

―Te dije “ten” no “bebe” ¿cierto? ―murmuró sonriente, mientras me quitaba el vaso de las manos y daba un sorbo― Y sí, te acabo de inducir a un…

―Sueño lúcido―culminé, apartando la mirada. Mi respiración seguía sin normalizarse aunque mi calor corporal se había estabilizado. Extraño― He investigado sobre ellos. No pensé que se sentiría así…

Escuché cómo tomaba otro sorbo de chocolate. Odié ese sonido, yo también quería beber un poco.

―Bueno, existen muchos tipos de sueños lúcidos, Caithlyn. ― explicó― Pero hablaremos de eso más tarde, por ahora…necesito que me digas…―colocó el vaso caliente sobre mi mejilla, obligándome a mirarlo de frente― ¿Qué acabas de sentir?

― ¿Qué acabo de…?―sopesé todo con lentitud. Suspiré ―Aunque quisiera, Demonio, no puedo decírtelo…estoy muy confundida en este momento. No sé lo que sentí―confesé― No sabría decirte cómo me siento en este momento…sólo sé que estoy emocionada…pero…

―A ver…―suspiró, inclinándose hacia mí y colocando sus ojos rojos justo frente a los míos― Empecemos por un detalle que me interesó bastante ¿qué fue eso de “para entonces, Jack ya me hubiera entrenado lo suficiente”?

Suspiré y abrí la boca, pero él me calló con su mirada.

―Caithlyn. ―gruñó con voz tranquila― No pretendo juzgarte, no es lo que “debas haber sentido” o lo que “no”. Es sólo lo que sientes, lo que sentiste y punto. No pido nada más.

Parpadeé ¿El demonio me estaba pidiendo ser sincera? ¿El demonio me estaba diciendo que no criticaría lo que había pesado? Oculté mi cara entre las manos, él hacía su trabajo, eso era todo en lo que debía pensar. Sin importar mis respuestas, él tendría que tomar la decisión final por su cuenta, así que no tendría por qué reprimirme. Asentí.

―Me sentí feliz, Jack, contenta, encantada, maravillada…―las palabras salían de mi boca sin siquiera pensarlas. Fue como cuando leí la “Clave Gaudí” por primera vez, sólo que ahora sí tenía con quien compartir mi exaltación― Sentir la sangre entre mis dedos, mis ropas empapándose, ¡todo funcionaba! Era increíble cómo todo pasaba tan rápido y era tan efectivo, y cuando pensé en lo que dices, simplemente me resultó perfecto porque…

Me detuve por un segundo a observar sus ojos, lucían como los de un carnívoro al asecho, como si detallara a su presa con detenimiento. Sentí su poder, su grandeza, su superioridad, toda su presencia generaba un halo de fortaleza a su alrededor. Sin duda, ese demonio sabría cómo entrenarme, detallé el cálculo en su mirada, en su actitud. Pensé en su habilidad para tentar, en cómo con cada simple movimiento podría hacer que cualquiera hiciera lo que él ordenase. Y todo eso podría enseñármelo, todo eso podría hacerlo, todo eso…sería, era mío. Esa bestia poderosa frente a mí era mía, había establecido un contrato con ella; y todo su ser me pertenecía.

No conocía esa parte tan avariciosa de mí, hasta que tuve el Fruto del Árbol del Conocimiento de frente. Sonriéndome con sus hermosos ojos carmesíes.

― Porque tú eres el demonio perfecto para enseñarme. ―sonreí. Aunque mis pensamientos se tornaron oscuros en el acto― Pero también siento miedo, muchísimo, más del que te podrías imaginar. Yo no quiero que las cosas tengan que terminar así, independientemente de la forma en como me sienta…

―El miedo te controla y te destruye, Caithlyn. ―murmuró con los ojos entornados.

―Pero también te enseña y fortalece ¿No es así? ― Lo reté.

Suspiró y se encogió de hombros.

―Touché―admitió y se encogió de hombros. ― Pues…supongo que por ahora no tengo intenciones de rom…

En un segundo, puso los ojos como platos y se levantó. Yo hice lo mismo como reflejo, ahora estaba realmente asustada, su mirada era de asombro e ira entremezcladas, realmente aterradora. Comenzó a mirar hacia los lados con rapidez, un reflejo esmeralda acudió a sus iris granate.

― ¿Demonio? ―tartamudeé.

Él parpadeó un par de veces y me miró extrañado, como si por segundo se hubiera olvidado de mi presencia. Se aclaró la garganta y respiró profundamente.

― ¿Ya estás bien? ―farfulló, aunque su voz se mostraba dudosa. Asentí con los ojos entornados.

― ¿Pasa algo? ―intuí.

―Nada―gruñó― Vamos… ¡Ag! ―se sostuvo la cabeza con una mano de forma imprevista― ¡Es verdad! ¡Demonios!

― ¡Explícame ya qué sucede! ―exigí, transformando mi petición en una orden.

Puso los ojos en blanco. Su ser irradiaba molestia.

―No puedo llevarte con tu siguiente victima hasta al menos una hora, necesitas recuperarte―escupió― Y antes de que preguntes, eso es culpa tuya.

― ¡¿Mía?¡  ¡Yo no hice nada!

― ¡Por supuesto que sí! ¡Me diste La Orden! ¡Querías sentir la muerte en tus propias manos! ¡Se supone que esto no pasaría hasta dentro de un mes! ¡Pero parece que tu especialidad es adelantar las cosas!

― ¡¿Y cómo se supone que sepa eso?¡ ¡Lo que sea que haya hecho fue inconscientemente! ―me defendí escandalizada.
Bufó de rabia.  Su ceño se frunció con rapidez. Ahora era obvio que me había equivocado con él: sí era orgulloso. Y en extremo. Le costaba demasiado darme la razón.

―Como sea―refunfuñó lanzando el vaso vacío de chocolate a una cesta de hierro cercana― Caminemos un rato, detesto estar sentado sin hacer nada.

―Estábamos hablando― refuté, pero al final di un suspiro. Sabía que por mi propio bien debía ignorar su reacción de hace segundos― De cualquier forma… ¿A dónde me trajiste?

―Obsérvalo tú misma. ―ordenó mientras me señalaba un cartel pegado a un poste de hierro iluminado por una lámpara antigua.

Dirigí la vista al cartel, era una especie de mapa. ¡Estábamos en un zoológico! No pude evitar detallar los alrededores con mayor detenimiento, en la zona donde estábamos correspondía a uno de los jardines más extensos, los árboles se extendían alrededor del banco donde antes estaba sentada. No me había percatado de lo hermoso que era debido a tantas emociones encontradas. Pasé la mirada de los alrededores al mapa nuevamente, había una zona en especial que quería visitar, la ubiqué con rapidez y miré al demonio, pero él ya no estaba junto a mí.

― ¿Jack? ―llamé.

― ¡Camina, demonios! ―dijo casi al mismo tiempo, ya había comenzado a caminar justo en la dirección opuesta a donde quería ir.

―Espera, Demonio. Quiero ir a un lugar antes. ― murmuré sin elevar demasiado la voz.

― ¿Bromeas? ―se dio la vuelta, enfurecido. No cambié mi expresión. ―Caithlyn no…

―Perderemos tiempo. ―completé― Acabas de decir que no visitaremos a nadie, así que vamos. ―decidí.

Suspiró.

― ¿A dónde quieres ir? ― dijo mientras caminaba hacia mí.

―Ya lo verás por ti mismo― me encogí de hombros, utilizando el mismo tono pedante de él. Puso los ojos en blanco, comencé a caminar y él me siguió malhumorado― Por cierto, Jack, ¿Hay alguna otra cosa que deba saber acerca del contrato que no me hayas dicho? Créeme, si no quieres que cosas como estas sigan pasando, debes hacérmelo saber…

Tragó en seco. Lo miré de frente, él puso los ojos como platos por un segundo, a pesar de esto, continuamos caminando cuando él comenzó a hablar.

―Sí…sí hay algo…―tartamudeó― Demonios…

― ¿Ah sí? ―farfullé mientras mis pasos se hacían más largos y distraídos.

―Tenemos que…asistir a los funerales de tus víctimas…de cada una a la cual visitemos.

Me detuve. Él casi choca conmigo.

―Bromeas. ―aseveré

―Quisiera hacerlo…―dijo con seriedad― Pero si no hacemos eso…comenzarás a sentir sus muertes en carne propia.

Puse los ojos como platos. La exclamación que se me vino a la mente la dije en voz alta a propósito:

―Por Dios…―me sostuve la sien con una mano.

― ¡Caithlyn! ―gruñó con molestia.

― ¡Te lo mereces! ―gruñí a mi vez. Ahora sí que me había molestado, no había cosa más horrorosa para mí que los funerales― ¡Bah! No quiero que me digas más nada ¿Me oyes? ¡Por ahora no, al menos!

― Como digas― Suspiró.

Caminamos un largo tramo, en lo que la molestia de ambos se fue disipando poco a poco. Aspiré una buena cantidad de aire satisfactorio en cuanto llegamos a la puerta del tan esperado Terrario. El demonio me miró confundido por unos instantes, pero no le permití hacer ningún comentario, corrí a la puerta decidida. Dejándome guiar por las imágenes de serpientes dibujadas en el suelo, evité mi reflejo ensangrentado en las vidrieras, y me concentré en llegar rápidamente a la parte que más ansiaba ver: El territorio de las serpientes.

Sí, no hay animal que me fascine más que una serpiente. Las víboras para mí son animales elegantes, fuertes y determinantes. Seres a los cuales se les debe ofrecer admiración desmedida, sólo ellos han podido sobrevivir a su manera, sin necesidad de extremidades en su fisionomía. Unas con veneno y otras sin él, simplemente hechizante, excitante, maravilloso.

Me sentí feliz al llegar, el demonio no estaba conmigo, así que dejé que mi fiel compañera soledad me protegiera con su abrazo. Podía respirar con tranquilidad ahora y no tenía impedimento alguno para deleitarme observando a mis animales preferidos.

 Un cascabeleo me recibió a penas coloqué un pie en la sala.

Me paralicé, no del miedo, sino del asombro ¿A cuántos esa serpiente había visto pasar frente a su jaula y seguía conservando sus instintos? Me acerqué a ella con cuidado, no podía verla con facilidad debido a la oscuridad de la estancia, sólo la tenue luz de la luna me permitía ver los pasillos. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la serpiente se dejó ver en la oscuridad y sus fauces abiertas impactaron contra el cristal dando un golpe seco. Me alejé en el acto, observando como las gotas del veneno mortal se deslizaban por el cristal.

La cascabel seguía allí, retorciéndose sobre sí misma y observándome fijamente con sus finas pupilas, su lengua bífida sobresalía amenazante, mientras el cascabel de su cola no paraba de agitarse con un rápido movimiento. Por alguna razón, reconocí miedo en su postura.

―No quiero hacerte daño―susurré.

Pero la serpiente respondió abalanzándose una vez más contra el cristal. Rápidamente me alejé del lugar. No quería que se hiciera más daño. Poco a poco, conforme avanzaba, comencé a escuchar siseos y rugidos por todas partes, así como muchos chapoteos y movimientos secos. A donde volteaba, habían serpientes de brillantes colores acercándose a los cristales, otras, en cambio, se internaban a la oscuridad de sus jaulas, el miedo parecía consumirlas a todas. Y ese miedo, es fácilmente volcado en defensa propia, todas se alzaban a su altura y me ensañaban sus colmillos. Noté como una bellísima cobra gigante extendía su capucha y me observaba sin hacer demasiado movimiento, calculadora e inteligente. No pude evitar mirarla con una sonrisa a expensas del mal que quería ocasionarme.

Un chapoteo frente a mí me hizo detenerme. No había reparado hacia dónde me dirigía, pero en cuanto alcé la vista sentí temor por primera vez. Temor no solo por mí, sino por la gran belleza de la naturaleza frente a mí: una pitón reticulada. Había extendido todo su cuerpo en el espacio que la jaula se lo permitía, esa bestia hermosa tenía alrededor de cuatro metros y medio, y no dejaba de observarme, su gigantesca lengua se asomó por unos instantes en tanto su cabeza retrocedía y lanzaba un siseo gutural que opacó a los de las demás en el acto, pero ellas seguían coreando, tercas e insistentes. Observé a la serpiente con detenimiento, su colosal tamaño me permitía contar cada escama alrededor de su hocico, no era muy difícil precisar los la cantidad de dientes puntiagudos, especiales para rasgar y retener la piel de los animales.

La serpiente soltó otro rugido gutural.

Puse los ojos como platos ¿Qué tan grueso podría ser ese vidrio? ¿Qué pasaría si esa gigantesca masa de músculo se abalanzaba sobre él como su prima recién lo había hecho? ¿El golpe podría incluso matarla? ¿Sería yo culpable de eso? Poco a poco, los pensamientos silenciaron los sonidos de mi alrededor y mantuve la vista fija en los ojos de la serpiente.

No lo hagas, por favor…me iré…no lo hagas.

Retrocedí un paso, pero en ese instante, la serpiente dejó de mirarme. Dirigió la vista hacia otro lugar a mi costado y descendió con lentitud, enrollando su pesado cuerpo alrededor de un tronco dentro de su jaula. Todo sonido había cesado realmente. Me di la vuelta.

Allí estaba mi demonio, de pie, luciendo unos resplandecientes ojos verdes con pupilas verticales, volvieron a la normalidad en un pesado instante.

― ¿Qué has hecho? ―pregunté asombrada, pero al mismo tiempo, reprochándole. Comenzaría a rezar si les había hecho algo malo.  

Sonrió.

―Las he calmado, Pequeña Dictadora. ¿Por qué no me dijiste que venías para acá? Nos habríamos ahorrado muchos problemas…

Fruncí el ceño.

―Lo lamento. ―dije avergonzada, mis disculpas no iban sólo para él. ―Kuro no reaccionó de esta forma…

―Él está acostumbrado a ti, Kate. Ellas no― me reprendió con suavidad― Tienes afición por las serpientes…qué extraño― seguía con una sonrisa en su rostro, pero sentí su comentario como una acusación.

―Sí, las adoro― confesé con un suspiro― No quería hacerles daño.

―No lo has hecho―rió con confianza― ¡No pongas esa cara! Ellas ya han comprendido que no eres peligrosa.

― ¿Cómo lo sabes? ―murmuré sin convencerme.

―De los pocos demonios…―dijo mientras se acercaba a la jaula de la gran pitón y colocaba su mano sobre el cristal. La serpiente salió de la oscuridad y colocó su cabeza en el mismo sitio. Sorprendentemente, cerrando los ojos. ― Soy de los que siente simpatía por estos seres, y al parecer yo les caigo bien… ―su mirada se tornó cálida.

― ¿De los pocos demonios? ¿Pero la serpiente no es…?

―Son sólo animales, tan puros como los mismos ángeles…incluso tienen antecedentes divinos. ―me cortó con voz seria. ― Tu Dios y Lucifer han querido humillarlas y por eso se les muestra pisoteadas, representando el mal de la tierra, pero…tú y yo sabemos que no es así ¿Cierto?

Asentí con una sonrisa. Él había comprendido mi reacción de hacía segundos, cómo había colocado su bien a expensas del mío porque sabía cuan inocentes eran. Él…no se había detenido a juzgarme en ningún momento, se había tomado el tiempo de analizar y de explicarme las cosas con claridad.

En cuanto salimos del terrario, comencé a cavilar sobre todas las facetas del demonio que tenía a mi servicio. Él podía aparentar, por segundos, ser una persona completamente normal, era tan humano que olvidaba el hecho de que era un demonio. Pero ese era un error garrafal, sin duda, ese era un ser maligno, un ser poderoso que poseía una cantidad de poderes sobrenaturales que me había compartido, era sin duda, un sujeto peligroso.

 Se supone que ese hecho debería asustarme, pero no era así, porque también había averiguado que era mío; y, al pertenecerme, no podría hacerme daño alguno. Al contrario, podía hacer lo que quisiera con él. Y eso en verdad me encantaba.

Después de todo, convivir con un demonio no era una mala idea.









22 may 2012

Muñeca



  Para escuchar mientras leen: Carta a un Ciego- Porcelana

Soy una muñeca.
Mis cabellos son hebras de nailon coloreados de falsa tintura dorada hendidos en la profundidad de mi cabeza de plástico suave, mi cuerpo no es más que una masa hueca compuesta de articulaciones vanas, que le otorgan movilidad pobre a mis extremidades haladas por hilos huérfanos que yacen a mi alrededor…hilos que antes se elevaban gracias a tus manos.
Mi cuerpo, cubierto parcialmente por un vestido añejado,  ha sido abandonado a la suerte que tu dispusiste, en mi esquina solitaria te continúo esperando, continúo esperando a que me devuelvas mi pequeño corazón…
Sí, mi cuerpo no  siempre estuvo tan vacío como ahora, ese agujero en mi pequeño pecho de plástico no estuvo siempre allí. Antaño, un pequeño corazón, podría ser de plástico o madera…no lo sé, se encontraba ocupando un lugar dentro del agujero de mi existencia, un pequeño corazón que, si bien no latía, prestaba calor a mi existencia vacía…
Lágrimas de aceite mugriento recorren mi ojo solitario, porque no bastaba con mi corazón, uno de mis ojos también te lo has llevado, al igual que una de mis manos… “repuestos” los has llamado ¿Eso soy para ti? ¿Acaso sólo una fuente de reparos corporales? Si es así…no me importa.
Yo estoy aquí para ti. 
Soy una muñeca, me creaste para ser manejada a tu antojo, me diste la vida que tanto necesitaba, me diste el corazón y la alegría que esperaba. Era sólo una entre muchas, una cabeza vacía con una sonrisa eterna en facciones vacías, calva, como un pequeño feto en formación, sólo mis ojos aferrados a las cuencas gigantescas que le servían de refugio…me sonreíste y me acogiste, me diste cuerpo, corazón y alma, me vestiste, cosiste mi cabello, me peinaste…me sonreíste…me sonreíste…me sonreíste…
Te sonreí.
Te observé desde aquél estante  tan  preciado para ti, recuerdo cómo no dejabas que nadie a parte de ti me tocara, recuerdo tus dedos, recuerdo tu calidez, recuerdo tus manos rozando mi piel, lavándome, acariciándome, cuidándome…recuerdo cada conversación entre tus ojos y los míos, recuerdo tus lágrimas de gozo, de desesperación y tristeza. Recuerdo esas historias que me hacías interpretar, recuerdo  los movimientos que me hacías adoptar,  las  risas de los infantes mientras proclamabas en medio de la cruenta ola de aplausos que yo era “tu princesa”.
Adoro ser tu princesa.
Pero detesto que me llames princesa, cuando el príncipe con el que me obligas a estar está tan lejos de ser como tú. Ese ser es igual a mí, frío y distante, con una sonrisa eterna, con un corazón falso, con una existencia tan vacía como la mía, no quiero ser princesa del príncipe de un reino mortuorio.   Quiero ser la princesa de tu reino, del reino de la vida, las risas y los sentimientos incontrolados…quiero ser la princesa del paraíso de tus manos.
Mas sigo siendo una muñeca, y las muñecas como yo no duran lo suficiente para personas como tú, me he roto el vestido en uno de los bailes.  Noto tu distanciamiento, tu descuido, tu desinterés…ya no me tomas como antes, ya no me acaricias como antes, ya no me limpias como antes… ¿Acaso soy tan especial que temes dañar más de lo poco que has hecho? ¡Tonto! Adoro que me tomes, que juegues, ¡no importan los daños!
Soy feliz mientras siga siendo tu muñeca, sonrío con mas ahínco, pero mis articulaciones comienzan a deteriorarse, tus jalones son bruscos, tus suspiros proliferan, tu ceño se frunce con intensidad. La realidad me golpea fuertemente en cuanto me dejas caer, frustrado, durante las prácticas…el golpe no me afecta, soy una muñeca. Nada me afecta…soy una muñeca, pero el impacto me derrumba por completo  acaso… ¿Te has cansado de mí?
El miedo me mantiene rígida, mi cuerpo evita a toda costa “trabarse”  pero he envejecido, un año bajo tus cuidados no han sido suficientes, me he entorpecido, no quieres ya encargarte de mi. El aceite que me aplicas es muy costoso te escucho decir, pierdes tiempo, te escucho decir,  necesitas atender a tus demás…princesas. Me pides comprensión…yo sonrío. Lo mejor es que me abandones…pienso, aunque sé que no puedes escucharme, sé que no quieres escucharme, el silencio ya no es lenguaje para nosotros.
Ya nuestros ojos no transmiten información alguna.
Me dejas en el estante durante un tiempo, te observo bailar frente a mi, mi sonrisa eterna se mantiene. Ya no me tomas en tus brazos, ya no te acercas hacia mi, ya no me miras…a menos que me incline hacia un lado por el peso del polvo en mis costados, es entonces cuando me miras con fastidio, me acomodas y me limpias con brusquedad. 
No me importan tus maltratos, soy una muñeca, puedes hacer conmigo lo que te plazca. El polvo me nubla la vista en ocasiones, el nylon de mi cabello se debilita, el color de mis mejillas se oscurece, pero nada de eso me importa. Soy una muñeca, y sigo teniendo el privilegio de verte de vez en cuando...
Mi ser estalla cuando me tomas nuevamente con tus cálidas manos.
Soy una muñeca, una muñeca que será tratada nuevamente como una muñeca. Mi existencia vacía vibra ante la expectativa de volver a librar batallas, a reinar con príncipes falsos, acompañarte en tus cruzadas, esperar la sonrisa de los retoños, a esperar tus sonrisas, tus lágrimas y tus caricias. ¡Volveré a ser tu princesa!
Mi cuerpo se inclina decepcionado, al encontrarme con una nueva esquina.
¡Me has abandonado! Pero no importa, soy una muñeca, estaré aquí cuando me necesites. De   lejos veo como colocas a una nueva invitada en mi lugar ¿Es acaso tu nueva princesa? Sonrío, lo he aceptado, yo solo soy una muñeca…no importo para nadie. Mi tristeza es una cruel mentira, mi desesperación es una falacia y el dolor que siento no es más que una tortuosa ilusión.
Mi vestido se corroe, las polillas lo carcomen, mechones de mi cabello se despegan…mi corazón ¿Qué le sucede?
Tu rostro aparece frente a mi…yo sonrío ¡has vuelto! En mi interior salto de alegría, tus  lágrimas de tristeza claman mi consuelo, te observo y te escucho, la compresión de hacía siglos se cuela a través de nuestros ojos, agradezco tu compañía, más tu no me restauras. Me hablas me recuerdas el amor que me tienes, pero no me tocas. No me acaricias…no me tocas…no me tocas…
Soy una muñeca, no puedo moverme…necesito tus cuidados. Pero tu ya no lo haces, no como antes, observas mi podredumbre, mi desdicha, mi vergüenza, pero tus ojos están ciegos a todo, no quieres tocarme, no quieres ayudarme…lo entiendo, soy una muñeca asquerosa.
Yo sonrío.
Soy una muñeca, espero el momento en que vuelvan a mover mis manos y mis piernas. Mas tu sólo mueves las piernas de tu otra princesa, tu solo tocas y cuidas a tu otra princesa, ella también te permite jugar con tus demás princesas, respetar a los príncipes y cuidar de las novicias. Las risas de los niños se  vuelven estridentes, eres el mejor, lo sé…compartes tus alegrías conmigo, mientras yo sigo ahí oculta, fingiendo alegría ante mi patético estado mugriento.
Yo sonrío, cuando dices que a tu princesa le ha ocurrido un accidente. Yo sonrío, cuando me tomas en tus cálidas manos nuevamente. Yo sonrío cuando el mítico pañuelo limpia la mitad de mi rostro de plástico viejo. Yo sonrío cuando tus dedos se posan sobre uno de mis ojos. Yo sonrío cuando los hundes dentro de la cuenca endurecida por la suciedad. Yo sonrío, cuando romper mi piel falsa sin cuidado, sacando mi gran ojo de plástico de su pequeño nido…de su refugio. Yo aún sonrío, cuando al abandonarme, desgarras la mitad de mi vestido. Yo sonrío, cuando le das vida a tu nueva princesa…con tan preciado objeto que proviene de mi cabeza mutilada.
Soy una muñeca, esto no me afecta. Soy de plástico, estoy vacía, tú lo sabes y yo lo sé. No importa cuánto quiera vivir, jamás estaré viva, no importa cuánto te quiera jamás estaré viva. No importa cuánto duela…jamás estaré viva.
Tu torpeza le ha costado la mano a tu nueva princesa.
Me alegra verte y serte útil, me contenta saber que me tomas en cuenta. Me alegra ese breve momento al estar en tus cálidas manos, tus dedos torpes me despojan de mis extremidades, mi cuerpo se rompe…pero lo irónico es que las partes que has quitado permanecen intactas ¿Te agrada acaso jugar conmigo? Si es así ¡Puedes seguir haciéndolo! Yo soy una muñeca, me creaste para el juego…
¿Jugarás conmigo un poco más? Dices que a tu princesa le falta equilibrio…dices que a tu princesa le falta algo de peso…dices que a tu princesa…le hace falta un corazón ¿Tomarás el mío? No me importa, ahora tus manos me toman con delicadeza, no puedes dañarlo, estoy por más tiempo que el acostumbrado, la última vez, cuando arrancaste la mitad de mis cabellos, sólo me mantuviste entre tu calor por breves minutos, ahora cortas con delicadeza mi pecho a sangre fría, el círculo que marcas dobla el plástico, aprovechas mi vestido destrozado para abrirte camino, culminas tu labor y sacas mi  pequeño corazón. En tus manos tan frágil, como cuando lo colocaste…con cuidado lo lavas…la suciedad acumulada en mi interior hace que tus manos se llenen de aceite pegajoso…tu rostro refleja repulsión al verme. Pero al introducir aquella parte de mi cuerpo, intacta en la de tu princesa…la expresión de tu rostro hace que…
…De mi ojo huérfano en mi cabeza de plástico emane el aceite mugriento que corrompe mi interior. Yazco en mi esquina polvorienta, donde las arañas bailan y hacen sus casas, donde te espero dentro de un dolor intenso, dentro de una desesperación vacía, dentro de un ser minúsculo al que has olvidado…dentro de un ser minúsculo que en realidad jamás te importó ¿Por qué me llamabas princesa? ¿Por qué me diste un corazón? Si poco a poco ibas a vaciar mi existencia, ya de por sí desolada entonces no le hubieses dado esperanzas a esta pequeña muñeca que extraña tus manos…que extraña tu rostro…que extraña tus tristezas y sonrisas…que extraña tu ser entero…
Podría ser de aquellas que crecieron conmigo en aquél estante. Aquellas que no considerabas tan importantes…no…ninguna es importante, pero podría estar con aquellas a las que no tratabas de forma diferente ¿Por qué entonces me utilizaste?
Siento una tristeza imposible recorrer mi cuerpo, el frío de tu ausencia me corrompe, las lágrimas de aceite jamás parecen parar… ya no observo tu rostro, ya no veo más allá  de este cementerio de muñecas…de este mar de partes corporales esparcidas a mi alrededor…
 ¿Acaso ellas también fueron tus princesas?
Me dejo consumir, me he rendido…después de todo…Yo sólo soy una muñeca. 

21 may 2012

IV: Prueba Mutua


IV: Prueba Mutua 



Habían sido sólo cinco palabras pero ellas me habían  hecho dejar de pensar  en todo. Dudé por un momento en su promesa de “privacidad” pero no parecía haber mentido, ella no hacía ningún comentario y su silencio era incluso tranquilizador.

Honestamente, estando callada me gustaba más.

Me ocupé de recuperar algunas horas de sueño, después de todo, me  había sido imposible moverme de la cama luego de haber recibido el rehabilitador vaso de agua. Aún no me había recuperado por completo, eso me molestaba, pero decidí ignorar la molestia por mi propio bien.

Está bien, está bien, admito que eso sería aceptar el concejo de la chiquilla; pero aunque pequeña, dictadora y loca, podía ser bastante inteligente.  Si no fuera así, no la hubiera escogido como contratista.

Ella seguía en la habitación cuando me quedé dormido por segunda vez, nuevamente, pensando en ella. Esta vez sí era consciente del sueño que sucedía a través de mis párpados, pero cuando intenté detenerlo, ya era demasiado tarde…


Todo era difuso, la luz del sol cegaba mis ojos. Pero había alguien frente a mí, lo sabía porque justo había chocado con ella. Una figura pequeña y menuda se acercó a mí y me tendió su pequeña mano borrosa:

¿Estás bien?

Pronto la escena cambió, la pequeña mano había desaparecido, y con ella la luz del sol, todo era oscuridad. Tenía un sabor  extraño en los labios ahora, semejante al óxido de algún metal, pero mucho más suave. Poco a poco pude identificarlo…el olor…la textura…la extensión del líquido en mi piel, no tenía la necesidad de observar mi cuerpo, podía adivinar su color: escarlata. Estaba cubierto de sangre.

Traté de aclarar la vista, había pequeñas luces a mi alrededor, como reflejos de la luna sobre gotas de agua, apreté los ojos un poco más y los abrí. Ahora podía detallar los cuerpos con facilidad, todos cubiertos de sangre, negra, a la luz de la luna llena. Escuché un grito a la distancia, un grito ahogado seguido de una risa escalofriante, reconocí mi voz en el sonido, el recuerdo de un eco lejano…

Alcé la vista, la luna era roja en su totalidad, como si la sangre derramada reflejara su tonalidad en ella. Hermoso, mágico, espectacular…

Todo se sumió en oscuridad. Alguien me tenía preso en sus brazos, no podía moverme. Más bien, no quería moverme, esos brazos me habían salvado, me llevarían a un lugar mejor, me liberarían…no, no era así.

Esos brazos me lanzaron a las brasas del infierno sin darme más explicaciones. Las llamas quemaron mi cuerpo a su placer, todo mi ser ardía. Traté de reprimirme, pero no podía dejar de gritar, mi rostro se chamuscaba, poco a poco, pero el fuego se detuvo sólo en partes específicas, no llegó a tocar mis extremidades por completo, todo cambiaba, la mitad de mi rostro se chamuscó casi por completo, sentía la piel contraerse y romperse a medida que el fuego ejercía fuerza contra ella. Escuchaba con impotencia el crepitar de las llamas al impactar con la piel de mi espalda,  que se rompía y se desprendía como si fuese un pedazo de carne cocinándose, en ese momento, yo debía parecer una especie de leño gigantesco, con llamas saliendo de mi cuerpo en lametazos, pero no podía ver, no con claridad…todo era difuso: claro, oscuro…no podría precisarlo. Pero el hecho era que mis gritos no dejaban de aturdirme haciendo ecos en lo que ahora se volvía oscuridad…


― ¡JACK!

Abrí los ojos de golpe. Caithlyn estaba sobre mí. Aguanté la respiración para no quitarla de un manotazo.

―Apártate― pedí con falsa amabilidad.

Ella no hizo caso y me tomó el cuello de la camisa con un puño.

―Por como ella haya escuchado, haré que te amarres a ti mismo a la cruz de la iglesia. De―cabeza.

Fruncí el ceño.

― ¿Kate está todo bien? ―dijo una voz escaleras abajo.

Puse los ojos como platos. No estábamos solos, ese era el problema.

― ¡Sí, Claire! ― respondió con naturalidad y amabilidad sin dejar de verme como si quisiese arrancarme la cabeza. Aterrador. ―No tienes de que…

Mi contratista se detuvo al escuchar los pasos apresurados de su (¿era madrastra o hermana?) “pariente” subiendo las escaleras a la carrera.

― ¿Segura que estas bien, Kate? ―dijo jadeando en el vano de la puerta. Ladeé el rostro para observarla de frente, era una mujer muy joven, de baja estatura y cabello castaño muy claro, casi llegando al  dorado. Sus ojos grandes reflejaban las tonalidades de su cabello.  

Mi contratista suspiró con desgana.

―Sí, Claire, sólo estaba buscando el termo en la litera y resbalé― alzó el objeto para hacer énfasis.

«Lo cual es verdad, por cierto, caí sobre ti antes de que empezaras a gritar.» pensó, dejando que la escuchara.

Puse los ojos como platos

«¿Es en serio…?»

―Pero no te pasó nada, ¿Verdad? ― insistió la mujer. Hasta yo me estaba comenzando a impacientar.

―Ya te dije que no…― sonrió Caithlyn, para mi sorpresa― Me dijiste que lo necesitabas…―agitó el termo― Te ayudaré a fregar…

―Uhmm…―murmuró Claire interrumpiéndola, mientras se acercaba y le quitaba el termo a Kate de las manos―  Está bien…vamos…

Puse los ojos en blanco al leer los pensamientos de la mujer, quien bajó las escaleras sin esperar a Kate: Debe haber visto algo, lo sé, está mintiendo. Hablaré con Esteban, está muy rara, creo que no deberíamos dejarla sola así… ¿o será que la he descubierto hablando con alguien? No, no es posible…

Sí, era su madrastra.

«¿Es así todo el tiempo?» le pregunté a mi contratista mientras ella se bajaba de mi pecho con rapidez.

«Así ¿cómo?» frunció el ceño.

«Tan desconfiada.»

Sonrió.

«Eso no es nada, Jack. Ven conmigo»

― ¡Claire, voy al baño! ¡Espera un segundo! ―gritó al bajar las escaleras de la litera.

― ¡Está bien! ―farfulló la mujer.

Kate esperó a que yo bajara y fue al baño sólo para cerrar la puerta, con una fuerza leve. Luego me guió al cuarto contiguo a su habitación, al parecer, una especie de estudio pequeño con un sofá color esmeralda, dos sillas de oficinista y un escritorio amplio. Sobre él había una laptop encendida y un montón de cuadernos abiertos.

«Supongo que, como mi demonio, te interesa la relación que tengo con mi familia.» Murmuró mientras se dirigía al escritorio y mecanografiaba algo en el ordenador sin hacer demasiado ruido.

―La confianza es esencial…―asentí― Y no te preocupes, aparte de ti, nadie puede oírme.

«Confianza» se burló «Creo que eso, desde ya, será un problema. Escucha…creo que ya  le atendió…»

Segundos después, la voz de Claire se escuchó en la habitación. Aunque muy tenue, se entendía a la perfección lo que tanto ella como su interlocutor decían:

―Esteban, la escuché gritar.

Puse los ojos en blanco, Kate reprimió la risa ante mi expresión.

― ¿De verdad? ¿Y no sabes por qué…?― la voz en la línea se escuchaba tan sorprendida como la de la mujer.

―Dice que se resbaló, pero no lo sé, está muy rara. ¿Recuerdas aquella vez que se quedó mirando la pared cuando tenía seis años…? Creo que era esa expresión…

―No me jodas. ― murmuré. ― Salgamos de aquí, Kate… ¿Kate?

Ella estaba demasiado concentrada en lo que hacía y sus oídos estaban tapados con pequeños audífonos, al parecer, ella utilizaba ese “escape” con frecuencia. El sonido de una voz muy conocida para mí se escuchó en el ambiente, esa voz me gustaba demasiado, era, de hecho, inconfundible…

« ¿Aficionada a Evanescence?» murmuré en pensamientos mientras pasaba la vista de ella a la biblioteca a su lado (la cual había ignorado al entrar) la cantidad de libros y la temática de cada uno me sorprendieron bastante. «Y al ocultismo también, al parecer…»

Sentí su mirada en mí, me di la vuelta. Ella estaba sorprendida, se quitó un audífono para hablarme.

«¿Sabes de música?»

―Por supuesto, Kate― me reí― Lo malo de vivir tanto tiempo es que te aburres con facilidad…también he leído muchos de estos…―examiné unos cuantos títulos. ― Veo que te has leído “La Clave Gaudí” muchas veces…

―Es mi favorito…―murmuró, incrédula, en voz alta sin darse cuenta.  Negó con la cabeza muchas veces.

«Pero… pero… no lo entiendo» suspiró una sonrisa «¿Qué eres, Jack? ¿Una especie de Louis de Pointe Du Lac?»

No pude evitar sonreír y encogerme de hombros.

―Honestamente, Kate, podría decirse que sí…―admití con un suspiro―Eso sucede cuando no naces como demonio, muchas cosas son diferentes…

«¿Diferentes?» su expresión cambió radicalmente, una luz intensa acudió a sus ojos tal como la noche anterior. La chiquilla era curiosa y en extremo.

―Sí, diferentes…―murmuré acercándome a ella. Tomé una de las sillas y me senté justo frente de sus ojos curiosos― Conoces a los Grigori ¿Cierto? ―asintió― Entonces debes saber sobre los Nephilim  también…

―Los gigantes―susurró.

―Así es…―afirmé― pero exceptuándolos a ellos, también existen herederos de la copula entre Grigori, ellos crearon a los demonios de baja categoría. Esos demonios son los que aparecen en las pinturas de Raffael y Miguel Ángel―atraje los libros de ilustraciones de su biblioteca, no me tomó mucho encontrar las páginas para mostrarle― ¿Recuerdas lo de el “ascenso” que te expliqué ayer? ―asintió varias veces conservando los ojos muy abiertos.  La pintura era típica, un ángel con armadura de bronce pisoteando a un demonio contraído de dolor. Asqueroso.

»Bien, ahora, en esta del Arcángel Miguel de Raffael, las características del demonio son las de poseedor porque aún no ha adquirido por completo su forma humana ¿Lo ves? Mientras que en esta de Miguel Ángel, aunque representa al mismo Arcángel, el demonio es diferente…este es el más débil…

―El de infortunio. ―accedió. ― Fascinante. ― pasó delicadamente la mano por la página del libro― Quiere decir que estos…―buscó la fotografía del “Juicio Final” de la Capilla Sixtina. Entorné los ojos al ver la cantidad de rostros, ella señaló los que se encontraban abajo, casi imperceptibles en las sombras de la pintura, justo detrás del altar― Son de los tuyos…

―Así es, Pequeña Dictadora.

Sonrió a pesar del sobrenombre.

―Creo que así sí podremos convivir, Jack. ―admitió con un suspiro, mientras se levantaba.

― ¿Quieres decir que vas a dejarte de esos intentos patéticos para que rompa el contrato? ― dije esperanzado.

―No, aún no. ―se rió con ironía― Falta la prueba de fuego. Ven, ya Claire debe haber terminado de hablar.

La seguí con un suspiro antes de que el golpe de realidad me hiciese dar un escalofrío ¿Qué demonios acababa de pasar? Hace apenas unos minutos no parábamos de discutir y ahora todo iba de maravilla ¿Se supone que así debían ser los contratos? Supuse que sí, porque Aesh había dicho que la relación existente era vital, así como la confianza. Quizá no tendría que tentarla directamente para que accediera, ella necesitaba una metodología distinta, después de todo, era diferente tanto como persona como contratista y recién había encontrado una forma de “engancharla”.

Sonreí. Todo esto podría ser más sencillo de lo que esperaba, pero me había equivocado; la curiosidad de mi Contratista era su gran debilidad, no su locura. Lo que sí debía cuidar ahora era en que su nivel de curiosidad no sobrepasara los límites de mi privacidad.

Pero eso era más sencillo aún, ya que ella no estaba interesada en lo más mínimo en mí, su inclinación de unos segundos me lo había demostrado. Fascinante.



En cuanto bajamos las escaleras, Claire ya había terminado con todo, para mi sorpresa, no estaba molesta en absoluto (Esta gente era extraña), Kate parecía haber calculado todo lo que iba a pasar a continuación, así que justo antes de que su madrastra le pidiera “limpiar el patio del perro”; mi contratista ya  había recogido todo y cruzaba la cocina para salir a la terraza.

No había colocado ambos pies en el patio cuando una sombra gigantesca me derrumbó contra el suelo y una lengua áspera y babosa me lamió la cara.

― ¡Ag! ― farfullé mientras intentaba quitarme a la gran masa negra de encima― Vamos, bájate―pedí mientras el perro me olfateaba. Su nariz helada impactaba contra mi piel, no pude evitar reírme.

―No puedo creerlo…―suspiró mi contratista, quien, al parecer había terminado de “limpiar” y se enjugaba las manos en un grifo mientras me observaba. ― ¡Kuro! ―llamó. El perro me dejó para ir a su llamado, ahora que lo observaba bien, era un labrador negro muy bien cuidado, no estaba gordo a pesar del pequeño espacio donde se encontraba, el llamado “patio” en realidad parecía más una habitación al descubierto con una reja y una casa para perros.

«Así que los animales pueden verte…» murmuró mientras acariciaba al can y lo miraba con reproche. Asentí mientras me levantaba.

El perro sintió mi movimiento y giró la cabeza hacia mí. Me impactó ver sus ojos completamente azules, no eran normales en un perro de su raza; pero supuse que ella lo había elegido por esa razón.

― ¡Eh! ― gruñó Kate cuando el perro quiso acercarse a mí― Quédate allí ¿Qué pasa contigo? Tú no eres tan confianzudo…―afirmó mientras le tomaba la cabeza entre las manos y lo miraba directamente a los ojos.

―Creo que el encierro le ha quemado los instintos, Kate―me burlé.

«Un consejo demonio: piénsalo dos veces antes de meterte con mi perro.» pensó con seriedad. Sin dejar de ver los ojos de su perro con los suyos entornados, en unos instantes, el animal comenzó a chillar. Kate suspiró.

―Está bien, está bien…ve con él, Kuro― susurró muy bajo mientras lo soltaba.

“Kuro” corrió hacia mí con alegría buscando mi mano para acariciarlo. Siendo sincero, yo también estaba bastante sorprendido. Mi contratista se acercó hacia mí en cuanto sintió a Claire asomarse por la ventana de la cocina, que daba directamente al patio. El perro comenzó a gruñir, para mi sorpresa, así que la mujer rápidamente hundió la cabeza y cerró la ventana.

« ¿Entiendes, Jack? No todos le agradan a Kuro» farfulló con los ojos entornados mientras el perro reclamaba mi atención y colocaba sus patas sobre mi pecho. Lo acaricié sin pensar.

―Así que esta es tu prueba de fuego…―murmuré.

Se encogió de hombros, visiblemente molesta.

«No contaba con que aprobaras»

Se me ocurrió entonces una idea arriesgada.

― ¿Qué tal si yo te hago también la prueba de fuego? Esta noche. Así ambos saldremos de dudas.

― ¿De dudas? ― susurró precavida. Ese cálculo en su mirada me agradaba, pero temía haberme equivocado con ella en cuanto a su potencial, por eso asentí.

―Sí, ya has averiguado que yo puedo servirte con lo que sé. Pero yo aún no sé de cuánto eres capaz. Además, si todo sale bien hoy, podría ayudarte a superar el problemita de la confianza…hay mucho de mis poderes que no sabes todavía.

Sonrió sin nada de humor, sólo de satisfacción.

―Es un trato, Demonio― extendió su mano hacia mí.

―Es un trato― sonreí a mi vez. Y estreché su mano con fuerza, una corriente eléctrica explotó en la unión de nuestras manos. El Pacto era oficial― ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer, Contratista?

―Por supuesto.