7 jul 2012

VII: Conversacion Casual


VII: Conversacion Casual


~K~


― Bromeas― aseveré.

― ¿Tu demonio no te lo dijo? ―farfullaron Elyk y Nadia al mismo tiempo.

En cuanto sintió mi mirada, a pesar de estar de espaldas, Jack dio un escalofrío.

― ¿Jack? ―rugí.

Suspiró lentamente y se dio la vuelta.

―No sabía que su demonio era Nadia― se justificó― Por eso no creí que debiera preocuparnos  y dudaba que Nadia nos siguiera para presumir…

Ladeé el rostro con rabia, todas las piezas comenzaron a encajar.

― ¡Eso era lo que te tenía tan maniático! ―rugí― ¡¿Y por qué demonios no me dijiste que habría un Contratista en el instituto?¡ ¡Tú mismo me dijiste que me cuidara de ellos! ¡¿Cómo demonios me voy a cuidar si no puedo sentirlos, Jack?¡

―Oh oh…―se burló Elyk.

―Mierda…es verdad…―murmuró― Pero es que no…

― ¡Ahg! ―gruñí― Olvídalo, ya hablaremos luego. Ahora ¡Tú! ―rugí en dirección al ángel. ― ¿En qué sección estás?

«Kate, recuerda lo que te he dicho sobre...» murmuró el demonio en mi cabeza

¿Es que ahora pretendía sermonearme?

« ¡A la mierda la paciencia!» respondí fúrica.

―Ummm…― murmuró el ángel por unos momentos― A decir verdad, no recuerdo bien…―sonrió vilmente― ¿En cuál estás tú, Gatita Arisca?

Puse los ojos como platos, al tiempo que alzaba las cejas. Con que quieres jugar ¿eh?

«Te lo advertí» suspiró.

«Cállate»

―No creo que importe mucho, Bardiel― escupí, imitando su sonrisa, que poco a poco se esfumó tras un ceño fruncido. ― Ya lo averiguaremos el lunes. Vamos, Jack.

Era una orden. En ese mismo instante mi demonio me tomó en brazos y alzó vuelo de inmediato, no tenía ánimos para despedidas largas o cortas. Prefería dejarlos con la misma frialdad con la que habían aparecido. Jack se detuvo en el techo de un edificio en las lejanías. Me bajé de sus brazos hecha una furia y lo fulminé con la mirada mientras cruzaba los brazos.

―Antes de que me grites…―murmuró― ¿Te puedo hacer una pregunta?

Alcé una ceja y me encogí de hombros.

―Tienes una gran cuota de preguntas por mi parte― (el Pacto que habíamos realizado el día de las serpientes le obligaba a responder) ― Así que adelante.

Asintió un tanto abrumado.

―  ¿Por qué le has llamado Bardiel?

Fruncí el ceño.

― ¿No sabes de ángeles? ―pregunté a mi vez.

―Aún no mucho, al parecer…―admitió. ― Pero si me das un día te consigo lo que necesites…ahora...Responde mi pregunta.

―Bardiel es el ángel conocido como “El Hijo Humillado de Dios”. No es tan talentoso ni valeroso como Tabris.

Comenzó a reírse.

―Esto de insultar con cultura…― estalló en carcajadas. ― Eres especial, Kate.

Puse los ojos en blanco. Mi molestia no tuvo más opción que marcharse.

―Lo tomaré como un cumplido. ―suspiré― Ahora… Tengo una pregunta para ti…―no esperé respuesta― ¿Quieres que te deje algunas noches libres para que visites a tu querida Nadia? ― reí.

Él paró en seco y puso los ojos como platos.

―Ni se te ocurra. ―dijo aterrado.

Comencé a reírme con más fuerza, su expresión me había causado demasiada gracia como para dejarla pasar. Sin duda, expresiones así sólo se veían una vez en la vida.

―Tal parece que no te  gusta tanto como ella lo quiere― reí

Dio un escalofrío.

―Por supuesto que no― hizo una mueca de disgusto― Nadia es una molestia, una chiquilla protestona y una especie de garrapata demoniaca…

― ¡Garrapata! ¡Oh vamos, Jack! No debe ser tan malo…― no podía evitar dejar de reírme. Incluso, una pequeña sensación de alivio se extendió por mi pecho ¿A qué se debía? Ni idea.

―No te lo imaginas. ―suspiró. Al final, sonrió condescendientemente. ― Por cierto ¿Por qué te has molestado tanto porque ese contratista esté en tu instituto?

Paré de reír, sorprendida.

―Pues, primero porque tú me dijiste que no era bueno relacionarme con otros asesinos. Y porque…―fruncí el ceño― Ese chico me da un mal presentimiento, siento como si su llegada al instituto cambiaría muchas cosas allí. Eso es un problema con todo lo que he planeado, siempre la llegada de alguien nuevo requiere el uso de una nueva personalidad, pero con este…es difícil mantenerla. Lo acabas de ver.

― ¿Por qué?

Ladeé el rostro.

―Ahora que lo preguntas…No lo sé. Simplemente no pude contenerme.

―Eso no es bueno…―pensó en voz alta, dubitativo― Tendremos que hacer algo con eso…

Asentí.

―Te lo encargo…Ahora, mientras vamos con nuestra siguiente víctima…Necesito que sigas con lo de ayer. ¿Decías que las hadas son mensajeras…?

Aspiró una cantidad impresionante de aire y puso los ojos en blanco a modo “Aquí vamos otra vez”

―Sí, Kate, mensajeras de los magos…







Esa noche acabó como todas las demás. Ya eran 10 víctimas, de características diferentes y en mi cabeza tenía el equivalente a 100 búsquedas de google sobre hadas emisarias dedicadas, duendes trabajadores al estilo Harry Potter pero un poco menos grotescos, hombres lobos caníbales aterradores aunque enamoradizos empedernidos y vampiros amenazadores, dedicados y “normales”. Me encantaba escuchar la realidad de todas mis curiosidades malsanas.

No obstante, esa alegría se esfumó por completo al día siguiente.

El domingo inició con peleas mínimas y desesperantes reclamos. Parecía que la luna llena les había afectado a mi madrastra y hermanastra (y por Luna Llena entiéndase ciclo menstrual) y no paraban de pelear conmigo por cosas insignificantes como levantarme muy temprano, romper un vaso, no ayudar con los quehaceres de la casa y ¡Cómo no! Me recordaron que tenía que ir al cementerio la próxima semana por el aniversario de muerte de mi madre y hermano mayor. Pero claro, al ignorarlas no podían quedarse satisfechas, descubrieron un examen que tenía escondido  cuidadosamente entre mis cosas: Un pequeño Siete (Sí, señoras y señores un inocente 7). Sólo eso bastó para que mi padre enfureciera y me gritara que pasaba mucho tiempo jugando con el perro en vez de preocuparme por mis estudios, gritaba que era una mediocre y que de ahora en adelante no me permitiría salir si no era para estudiar (cosa que, francamente, no me molestó en lo absoluto. Ya era así de todas formas) traté de ignorarlo y me fui con Kuro por unos instantes.

Cállense, cállense, cállense…

Mi padre enfureció aún más y mi madrastra comenzó a hacerle coro, como siempre, diciendo que debía esforzarme más y alejarme de mi cachorro; quien, molesto, comenzó a ladrar y a gruñir enojado.

Cállense, cállense, cállense

Hice acopio de paciencia para fingir que no escuchaba nada  intentando calmar a mi fiel compañero mientras ellos susurraban que debían ponerlo a dormir. No hice más que mirarlos con cara de póker cuando seguían sus réplicas, sólo eso bastaba para que sus ánimos se bajaran por si solos, y pusieran palabras de amor y compromiso en mi boca que jamás había pronunciado. Me limité a asentir con la cabeza las veces que lo requería y a negar otras veces más.

Cállense, cállense, cállense...

Como siempre, mis problemas se solucionaban por si solos con mi silencio inquebrantable. Mientras mis manos temblaban levemente y mis ojos ideaban diferentes maneras de cortar sus gargantas. En momentos así, recordaba la frase típica de Jack: “La paciencia no es una virtud, sino la clave del ingenio” y la repetía en mi cabeza con su voz a modo de mantra. De alguna forma, esa frase complicada e irónica lograba calmarme y devolverme a la realidad que perdía lucidez por segundos.

Mi interior rugía, debajo de la frase de mi demonio: Cállense, cállense, cállense… Una y otra vez, sin parar. Respiré profundamente y me dediqué a esperar por algún tipo de alivio, cuando al fin dijeron que se iban todos al cine y, claro, yo estaba incluida ¿Irónico, no? Pero, naturalmente, me negué con amabilidad. Ya estaba acostumbrada a que sus pensamientos y acciones se eliminaran de sus mentes con el paso de las horas.

Una vez que se fueron, aspiré la soledad con alivio. Estaba encerrada, completamente sola,  en el despacho de mi madre. No podía arriesgarme subiendo a Kuro de nuevo (Sí, parte de las discusiones comenzaron porque él había estado conmigo allí ayer), así que tenía los cuadernos regados por el suelo mientras garabateaba, arrodillada,  las últimas líneas de una tarea a la cual no le prestaba ni la más mínima atención. Jamás podía pensar claramente luego de días como aquél. Era duro de admitir, pero sus palabras bailaban en mi mente como molestos espíritus susurrantes.

¿De verdad yo era todo lo que ellos decían? ¿Sería cierto que no me esfuerzo lo suficiente? ¿Seré una mediocre toda mi vida? Nada de lo que hago lo hago bien…

Patético ¿No? Pero así era mi mente todo el tiempo, un caos interminable de patetismo y desdicha. Suspiré dejándome caer sobre el suelo y clavando la vista en el techo, ya había terminado con todo, después me ocuparía de recoger, cavilé. Cuando un par de ojos rojos se atravesó en mi campo visual.

―Hey…―murmuró.

―Hey―respondí con un suspiro sin moverme demasiado.

― ¿Estás cómoda? ― preguntó con, por extraño que parezca, naturalidad y sinceridad. Nada de sarcasmo.

―Sí, es mucho más cómodo de lo que parece― sonreí.

Se encogió de hombros y se acostó a mi lado, sólo que a la posición inversa de como yo me encontraba, de modo que nuestros torsos estaban distantes y nuestras cabezas a la misma altura, ambos miramos el techo. Por alguna razón, a mi cabeza vino el Ying y el Yang, aunque nuestras cabezas estaban demasiado cercanas como para ser los círculos. Sonreí al reflexionar tontamente sobre el asunto, era irónico que yo como mujer y humana representara el Yang: la feminidad y la oscuridad, mientras que Jack como hombre y demonio representara el Ying: la masculinidad y la luz.

― ¿Demonio?

― ¿Si?

― ¿Qué es  oscuridad y qué es luz?

Rió.

― ¿A qué viene eso?

Me encogí de hombros.

―Estar en el suelo frío te hace pensar.

Suspiró una sonrisa.

―Supongo que es verdad― vi de reojo como se encogía de hombros. ― Pues, Pequeña Kate, no sabría decirte qué es en realidad la luz ni mucho menos qué es oscuridad, ya que eso depende del modo en que lo veas…Si lo dices científicamente la oscuridad se define como la usencia total de luz en un…

― Lo digo desde el punto del bien y el mal― lo interrumpí sofocando una carcajada. Él sabía a qué me refería pero parecía querer relajar el ambiente un poco.

―Bien…― sonrió otra vez, no lo vi, pero lo presentí―  Aunque no lo creas, eso también depende del modo en que lo veas…― su voz se tornó más seria. ―Ya que para algunos la oscuridad puede representar la maldad, los deseos contenidos, la soledad. Y la luz, pues, todo lo contrario. Pero hay quienes encuentran en la oscuridad la paz que tanto buscan en la luz…

Fruncí el ceño.

―No necesariamente son personas malas― razoné identificando su tono― No son asesinos, no son pecadores, simplemente son…

―Diferentes. ―dijimos al unísono, sin mirarnos mutuamente.

―Así es― farfulló aclarándose la garganta. ― Pero en mi mundo, por así decirlo, se aplica la teoría del Ying y el Yang. En la oscuridad siempre habrá luz y en la luz siempre habrá oscuridad, ya que sin una la otra no podría existir.

―Como el hombre y la mujer, el día y la noche…

―El rencor y el odio…―murmuró― Ambos parten del llamado “Yang” pero, crean un nuevo  Ying Yang a su vez…y aunque uno parezca luz, o tenga que parecerlo, ambos parten de la oscuridad.

Volteamos a vernos.

―Dos partes oscuras pueden juntarse y formar un nuevo ciclo, dices― susurré. ― Entonces yo… ¿A qué ciclo pertenezco?

No respondió, sino que se quedó mirándome fijamente. Nuestros  ojos, aunque invertidos, no paraban de observarse. Él me detallaba con profundidad y yo a él, delineé su cicatriz con los ojos, hasta que se deslizaron con lentitud a sus finos labios que se encontraban mucho más arriba de mi frente. Entrecerré los ojos con pesadez  mientras me lamía los labios. Me senté en seguida, dudosa.  Él me imitó.

―Olvida lo que dije…―farfullé sin dirigirle la mirada.

―Kate…―llamó. Me di la vuelta con lentitud― ¿Quieres llorar? ―puse los ojos como platos. Me miró con seriedad y suspirando― Si quieres llorar hazlo…No hay nadie ¿No es así? No te contengas…

Las lágrimas salieron de mis ojos una vez que terminó de pronunciar las palabras. Sin pensarlo demasiado, alargué las manos hacia su pecho y enterré mi rostro en él mientras lloraba pesadamente. Él no se movió.

Habían pasado cinco años esperando que alguien, quien fuera, pronunciara las palabras que él había pronunciado. ¿Por qué ahora él lo hacía? ¿Por qué ahora un demonio que no me conocía de nada me decía lo que tanto quería escuchar? Él no pensaba en consolarme, no me preguntó por qué quería llorar, sólo me permitió hacerlo. No buscaba motivos, cómo lo había hecho mi padre el día de la muerte de mi madre y mi hermano, “Lloremos juntos”, había dicho, lo recordaba muy bien, mientras me abrazaba. Pero yo realmente no quería hacerlo, no lloraba porque quisiera, lloraba porque eso era lo que todos esperaban que hiciera…

¿A caso este demonio sabía eso? No, tenía que haber algo más…algo que lo beneficiara en esto…Tres palabras vinieron a mi mente: Marcas de Suicida. Pero por cómo habían venido las dejé pasar, no pasaba nada si por una vez me dejaba caer en su juego, no pasaba nada si por una vez dejaba que sus encantos demoniacos me envolvieran, no pasaba nada si por una vez me permitía llorar aferrada a su pecho…




Esa noche mi Demonio, condescendientemente, me dejó descansar. Para que mis sueños sólo fueran asediados por la presencia del ángel condenado que había conocido la noche anterior. Fuera de todo lo sucedido, tal parece que mi inconsciente no podía olvidar esos grandes ojos azules.

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