VII: Conversacion Casual
~K~
― Bromeas― aseveré.
― ¿Tu demonio no te lo dijo? ―farfullaron Elyk y Nadia
al mismo tiempo.
En cuanto sintió mi mirada, a pesar de estar de
espaldas, Jack dio un escalofrío.
― ¿Jack? ―rugí.
Suspiró lentamente y se dio la vuelta.
―No sabía que su demonio era Nadia― se justificó― Por
eso no creí que debiera preocuparnos y
dudaba que Nadia nos siguiera para presumir…
Ladeé el rostro con rabia, todas las piezas comenzaron
a encajar.
― ¡Eso era lo que te tenía tan maniático! ―rugí― ¡¿Y
por qué demonios no me dijiste que habría un Contratista en el instituto?¡ ¡Tú
mismo me dijiste que me cuidara de ellos! ¡¿Cómo demonios me voy a cuidar si no
puedo sentirlos, Jack?¡
―Oh oh…―se burló Elyk.
―Mierda…es verdad…―murmuró― Pero es que no…
― ¡Ahg! ―gruñí― Olvídalo, ya hablaremos luego. Ahora
¡Tú! ―rugí en dirección al ángel. ― ¿En qué sección estás?
«Kate,
recuerda lo que te he dicho sobre...» murmuró el demonio en mi cabeza
¿Es que ahora pretendía sermonearme?
« ¡A
la mierda la paciencia!» respondí fúrica.
―Ummm…― murmuró el ángel por unos momentos―
A decir verdad, no recuerdo bien…―sonrió vilmente― ¿En cuál estás tú, Gatita
Arisca?
Puse los ojos como platos, al tiempo que
alzaba las cejas. Con que quieres jugar
¿eh?
«Te
lo advertí»
suspiró.
«Cállate»
―No creo que importe mucho, Bardiel― escupí, imitando su sonrisa,
que poco a poco se esfumó tras un ceño fruncido. ― Ya lo averiguaremos el
lunes. Vamos, Jack.
Era una orden. En ese mismo instante mi
demonio me tomó en brazos y alzó vuelo de inmediato, no tenía ánimos para
despedidas largas o cortas. Prefería dejarlos con la misma frialdad con la que
habían aparecido. Jack se detuvo en el techo de un edificio en las lejanías. Me
bajé de sus brazos hecha una furia y lo fulminé con la mirada mientras cruzaba
los brazos.
―Antes de que me grites…―murmuró― ¿Te puedo
hacer una pregunta?
Alcé una ceja y me encogí de hombros.
―Tienes una gran cuota de preguntas por mi
parte― (el Pacto que habíamos realizado el día de las serpientes le obligaba a
responder) ― Así que adelante.
Asintió un tanto abrumado.
―
¿Por qué le has llamado Bardiel?
Fruncí el ceño.
― ¿No sabes de ángeles? ―pregunté a mi vez.
―Aún no mucho, al parecer…―admitió. ― Pero
si me das un día te consigo lo que necesites…ahora...Responde mi pregunta.
―Bardiel es el ángel conocido como “El Hijo
Humillado de Dios”. No es tan talentoso ni valeroso como Tabris.
Comenzó a reírse.
―Esto de insultar con cultura…― estalló en
carcajadas. ― Eres especial, Kate.
Puse los ojos en blanco. Mi molestia no
tuvo más opción que marcharse.
―Lo tomaré como un cumplido. ―suspiré―
Ahora… Tengo una pregunta para ti…―no esperé respuesta― ¿Quieres que te deje
algunas noches libres para que visites a tu querida Nadia? ― reí.
Él paró en seco y puso los ojos como
platos.
―Ni se te ocurra. ―dijo aterrado.
Comencé a reírme con más fuerza, su
expresión me había causado demasiada gracia como para dejarla pasar. Sin duda,
expresiones así sólo se veían una vez en la vida.
―Tal parece que no te gusta tanto como ella lo quiere― reí
Dio un escalofrío.
―Por supuesto que no― hizo una mueca de
disgusto― Nadia es una molestia, una chiquilla protestona y una especie de
garrapata demoniaca…
― ¡Garrapata! ¡Oh vamos, Jack! No debe ser
tan malo…― no podía evitar dejar de reírme. Incluso, una pequeña sensación de
alivio se extendió por mi pecho ¿A qué se debía? Ni idea.
―No te lo imaginas. ―suspiró. Al final,
sonrió condescendientemente. ― Por cierto ¿Por qué te has molestado tanto
porque ese contratista esté en tu instituto?
Paré de reír, sorprendida.
―Pues, primero porque tú me dijiste que no
era bueno relacionarme con otros asesinos. Y porque…―fruncí el ceño― Ese chico
me da un mal presentimiento, siento como si su llegada al instituto cambiaría
muchas cosas allí. Eso es un problema con todo lo que he planeado, siempre la
llegada de alguien nuevo requiere el uso de una nueva personalidad, pero con
este…es difícil mantenerla. Lo acabas de ver.
― ¿Por qué?
Ladeé el rostro.
―Ahora que lo preguntas…No lo sé.
Simplemente no pude contenerme.
―Eso no es bueno…―pensó en voz alta,
dubitativo― Tendremos que hacer algo con eso…
Asentí.
―Te lo encargo…Ahora, mientras vamos con
nuestra siguiente víctima…Necesito que sigas con lo de ayer. ¿Decías que las
hadas son mensajeras…?
Aspiró una cantidad impresionante de aire y
puso los ojos en blanco a modo “Aquí vamos otra vez”
―Sí, Kate, mensajeras de los magos…
Esa noche acabó como todas las demás. Ya
eran 10 víctimas, de características diferentes y en mi cabeza tenía el
equivalente a 100 búsquedas de google sobre hadas emisarias dedicadas, duendes
trabajadores al estilo Harry Potter pero un poco menos grotescos, hombres lobos
caníbales aterradores aunque enamoradizos empedernidos y vampiros amenazadores,
dedicados y “normales”. Me encantaba escuchar la realidad de todas mis
curiosidades malsanas.
No obstante, esa alegría se esfumó por
completo al día siguiente.
El domingo inició con peleas mínimas y
desesperantes reclamos. Parecía que la luna llena les había afectado a mi
madrastra y hermanastra (y por Luna Llena entiéndase ciclo menstrual) y no
paraban de pelear conmigo por cosas insignificantes como levantarme muy
temprano, romper un vaso, no ayudar con los quehaceres de la casa y ¡Cómo no!
Me recordaron que tenía que ir al cementerio la próxima semana por el
aniversario de muerte de mi madre y hermano mayor. Pero claro, al ignorarlas no
podían quedarse satisfechas, descubrieron un examen que tenía escondido cuidadosamente entre mis cosas: Un pequeño
Siete (Sí, señoras y señores un inocente 7). Sólo eso bastó para que mi padre
enfureciera y me gritara que pasaba mucho tiempo jugando con el perro en vez de
preocuparme por mis estudios, gritaba que era una mediocre y que de ahora en
adelante no me permitiría salir si no era para estudiar (cosa que, francamente,
no me molestó en lo absoluto. Ya era así de todas formas) traté de ignorarlo y
me fui con Kuro por unos instantes.
Cállense,
cállense, cállense…
Mi padre enfureció aún más y mi madrastra
comenzó a hacerle coro, como siempre, diciendo que debía esforzarme más y
alejarme de mi cachorro; quien, molesto, comenzó a ladrar y a gruñir enojado.
Cállense,
cállense, cállense
Hice acopio de paciencia para fingir que no
escuchaba nada intentando calmar a mi
fiel compañero mientras ellos susurraban que debían ponerlo a dormir. No hice
más que mirarlos con cara de póker cuando seguían sus réplicas, sólo eso
bastaba para que sus ánimos se bajaran por si solos, y pusieran palabras de
amor y compromiso en mi boca que jamás había pronunciado. Me limité a asentir con
la cabeza las veces que lo requería y a negar otras veces más.
Cállense,
cállense, cállense...
Como siempre, mis problemas se solucionaban
por si solos con mi silencio inquebrantable. Mientras mis manos temblaban
levemente y mis ojos ideaban diferentes maneras de cortar sus gargantas. En
momentos así, recordaba la frase típica de Jack: “La paciencia no es una
virtud, sino la clave del ingenio” y la repetía en mi cabeza con su voz a modo
de mantra. De alguna forma, esa frase complicada e irónica lograba calmarme y
devolverme a la realidad que perdía lucidez por segundos.
Mi interior rugía, debajo de la frase de mi
demonio: Cállense, cállense, cállense…
Una y otra vez, sin parar. Respiré profundamente y me dediqué a esperar por
algún tipo de alivio, cuando al fin dijeron que se iban todos al cine y, claro,
yo estaba incluida ¿Irónico, no? Pero, naturalmente, me negué con amabilidad.
Ya estaba acostumbrada a que sus pensamientos y acciones se eliminaran de sus
mentes con el paso de las horas.
Una vez que se fueron, aspiré la soledad
con alivio. Estaba encerrada, completamente sola, en el despacho de mi madre. No podía
arriesgarme subiendo a Kuro de nuevo (Sí, parte de las discusiones comenzaron
porque él había estado conmigo allí ayer), así que tenía los cuadernos regados
por el suelo mientras garabateaba, arrodillada,
las últimas líneas de una tarea a la cual no le prestaba ni la más
mínima atención. Jamás podía pensar claramente luego de días como aquél. Era
duro de admitir, pero sus palabras bailaban en mi mente como molestos espíritus
susurrantes.
¿De
verdad yo era todo lo que ellos decían? ¿Sería cierto que no me esfuerzo lo
suficiente? ¿Seré una mediocre toda mi vida? Nada de lo que hago lo hago bien…
Patético
¿No? Pero así era mi mente todo el tiempo, un caos interminable de patetismo y
desdicha. Suspiré dejándome caer sobre el suelo y clavando la vista en el
techo, ya había terminado con todo, después me ocuparía de recoger, cavilé.
Cuando un par de ojos rojos se atravesó en mi campo visual.
―Hey…―murmuró.
―Hey―respondí
con un suspiro sin moverme demasiado.
―
¿Estás cómoda? ― preguntó con, por extraño que parezca, naturalidad y
sinceridad. Nada de sarcasmo.
―Sí,
es mucho más cómodo de lo que parece― sonreí.
Se
encogió de hombros y se acostó a mi lado, sólo que a la posición inversa de
como yo me encontraba, de modo que nuestros torsos estaban distantes y nuestras
cabezas a la misma altura, ambos miramos el techo. Por alguna razón, a mi
cabeza vino el Ying y el Yang, aunque nuestras cabezas estaban demasiado
cercanas como para ser los círculos. Sonreí al reflexionar tontamente sobre el
asunto, era irónico que yo como mujer y humana representara el Yang: la
feminidad y la oscuridad, mientras que Jack como hombre y demonio representara
el Ying: la masculinidad y la luz.
―
¿Demonio?
―
¿Si?
―
¿Qué es oscuridad y qué es luz?
Rió.
―
¿A qué viene eso?
Me
encogí de hombros.
―Estar
en el suelo frío te hace pensar.
Suspiró
una sonrisa.
―Supongo
que es verdad― vi de reojo como se encogía de hombros. ― Pues, Pequeña Kate, no
sabría decirte qué es en realidad la luz ni mucho menos qué es oscuridad, ya
que eso depende del modo en que lo veas…Si lo dices científicamente la
oscuridad se define como la usencia total de luz en un…
―
Lo digo desde el punto del bien y el mal― lo interrumpí sofocando una
carcajada. Él sabía a qué me refería pero parecía querer relajar el ambiente un
poco.
―Bien…―
sonrió otra vez, no lo vi, pero lo presentí―
Aunque no lo creas, eso también depende del modo en que lo veas…― su voz
se tornó más seria. ―Ya que para algunos la oscuridad puede representar la
maldad, los deseos contenidos, la soledad. Y la luz, pues, todo lo contrario.
Pero hay quienes encuentran en la oscuridad la paz que tanto buscan en la luz…
Fruncí
el ceño.
―No
necesariamente son personas malas― razoné identificando su tono― No son
asesinos, no son pecadores, simplemente son…
―Diferentes.
―dijimos al unísono, sin mirarnos mutuamente.
―Así
es― farfulló aclarándose la garganta. ― Pero en mi mundo, por así decirlo, se
aplica la teoría del Ying y el Yang. En la oscuridad siempre habrá luz y en la
luz siempre habrá oscuridad, ya que sin una la otra no podría existir.
―Como
el hombre y la mujer, el día y la noche…
―El
rencor y el odio…―murmuró― Ambos parten del llamado “Yang” pero, crean un
nuevo Ying Yang a su vez…y aunque uno
parezca luz, o tenga que parecerlo, ambos parten de la oscuridad.
Volteamos
a vernos.
―Dos
partes oscuras pueden juntarse y formar un nuevo ciclo, dices― susurré. ―
Entonces yo… ¿A qué ciclo pertenezco?
No
respondió, sino que se quedó mirándome fijamente. Nuestros ojos, aunque invertidos, no paraban de
observarse. Él me detallaba con profundidad y yo a él, delineé su cicatriz con
los ojos, hasta que se deslizaron con lentitud a sus finos labios que se
encontraban mucho más arriba de mi frente. Entrecerré los ojos con pesadez mientras me lamía los labios. Me senté en
seguida, dudosa. Él me imitó.
―Olvida
lo que dije…―farfullé sin dirigirle la mirada.
―Kate…―llamó.
Me di la vuelta con lentitud― ¿Quieres llorar? ―puse los ojos como platos. Me
miró con seriedad y suspirando― Si quieres llorar hazlo…No hay nadie ¿No es
así? No te contengas…
Las lágrimas salieron de mis ojos una vez
que terminó de pronunciar las palabras. Sin pensarlo demasiado, alargué las
manos hacia su pecho y enterré mi rostro en él mientras lloraba pesadamente. Él
no se movió.
Habían pasado cinco años esperando que alguien,
quien fuera, pronunciara las palabras que él había pronunciado. ¿Por qué ahora
él lo hacía? ¿Por qué ahora un demonio que no me conocía de nada me decía lo
que tanto quería escuchar? Él no pensaba en consolarme, no me preguntó por qué
quería llorar, sólo me permitió hacerlo. No buscaba motivos, cómo lo había
hecho mi padre el día de la muerte de mi madre y mi hermano, “Lloremos juntos”,
había dicho, lo recordaba muy bien, mientras me abrazaba. Pero yo realmente no
quería hacerlo, no lloraba porque quisiera, lloraba porque eso era lo que todos
esperaban que hiciera…
¿A caso este demonio sabía eso? No, tenía
que haber algo más…algo que lo beneficiara en esto…Tres palabras vinieron a mi
mente: Marcas de Suicida. Pero por cómo habían venido las dejé pasar, no pasaba
nada si por una vez me dejaba caer en su juego, no pasaba nada si por una vez
dejaba que sus encantos demoniacos me envolvieran, no pasaba nada si por una
vez me permitía llorar aferrada a su pecho…
Esa noche mi Demonio, condescendientemente,
me dejó descansar. Para que mis sueños sólo fueran asediados por la presencia
del ángel condenado que había conocido la noche anterior. Fuera de todo lo
sucedido, tal parece que mi inconsciente no podía olvidar esos grandes ojos
azules.
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