2 mar 2012

Doppelgänger: Cuarta Parte (FINAL)


Cuarta Parte (FINAL)

Mikaela se había quedado dormida arrodillada en el suelo, su cabeza estaba oculta por los brazos apoyados en la cama. Había estado rezando toda la noche.

En cuanto aparecí, los enfermeros (muy bien pagados) me cedieron el paso a su habitación. Uno de ellos fue quien la despertó, sabía que con mi alta temperatura no podría tocarla o se aterrorizaría.

Ha venido a tu habitación. susurró el enfermero.

Mikaela se levantó y se dio la vuelta. En cuanto me vio, una sonrisa triste se extendió en su rostro.

Estas bien...susurró.

Mejor imposible...respondí, mintiendo, por supuesto― Necesitamos hablaragregué con seriedad.

Los ojos de Mikaela reflejaban tristeza,  bajó la mirada con resignación.

―Siéntate…por  favor…―susurró, acomodándose  en la cama. ― ¿Se   pueden retirar, por favor?  No  le haré nada. Lo juro.

Los enfermeros  me observaron expectantes. Asentí y se marcharon, en cuanto me  acerqué a la cama procuré  no suspirar de alivio  ni  recostarme. Estaba  extenuado, no creía poder estar de pie por demasiado tiempo. Mikaela rompió el silencio decidida.

― Los  viste anoche  ¿No es as…?

―Hablaremos  de eso luego―sentencié― Mikaela…explícame qué sucede.

―  ¿Qué  sucede? ―susurró― Ni yo misma lo sé, Ian. Ellos siempre han estado allí, y  se han llevado  a  todo  el que pueden…ella  se ha llevado a todo  el que  puede.

Frunció el  ceño.

―Esto  no es  tu culpa, Kay― murmuré. ― La  vi,  vi  cuando  se apoderó  de  ti…
Rió  con tristeza.

―Cuando  Mike…―ahogó  un  sollozo. Aspiró una buena cantidad de  aire―…En ese momento…en  ese momento yo quería hacerlo, quería hacerlo  con  mis  propias  manos…

No  pude reprimir la expresión  de dolor, afortunadamente, ella  se negaba a mirarme.

―Pero, Kay…ella fue quien…

―  ¡Yo la dejé! ― exclamó angustiada, en  su voz se  acumulaban las lágrimas― Yo  la dejé…―repitió― Pude haberla controlado, pero no lo hice…pude haberlo hecho como los años anteriores…

― ¿Los  años anteriores…?

―Mis padres, mis tíos…todos  los he  salvado…mueren otros. ― sollozó― Pero  con Mike…realmente  pensé que…pensé que había  acabado,  ella  se  estaba  cansando y…y… ¡Pude haberla  detenido! ¡Lo sé! ¡Yo lo maté! ¡Yo maté a Mike!  ¡Yo quería…!

―  ¡Mikaela! ¡¿Te  estás escuchando?!  ¡No  podías contigo! ― grité iracundo y dolido― Estabas muriendo poco  a poco…lo sé…lo vi…siempre  estuve a tu lado…

Me miró llena  de rabia y odio.

― ¡¿Entonces  por qué demonios  no me  ayudaste?!  ¡Si  estaba tan  mal! ¡PUDISTE  HACER ALGO! ―recriminó.

― ¡¿Y QUÉ DEMONIOS PODÍA HACER,  MIKAELA?!  ¡No me decías  nada! ¡¿Cómo  pretendías que te ayudara sin que me dijeras  todo directamente?! ¡SABES QUE TE HABRÍA CREÍDO  DESDE  EL  INICIO!  ¡¿O no es  así?!¨

―Lo…―titubeó―Lo sé…pero…

― ¡¿Pero…?!

―Pero…no quería que te hicieran daño. ―su voz tembló y disminuyó su intensidad. Respiré profundamente, lo mismo  hizo ella como reflejo― Podían hacerte cualquier cosa ¡Por eso envié el mensaje confuso! ― sollozó con una expresión dolorosa―Entenderías que no es seguro estar conmigo… ¡Pero eres más IDIOTA de lo que pensaba!

Procuré no reírme.

―Lo sé, pero este idiota te ama y te ayudará, Mikaela. Lo  prometo.

La Bella me observó unos instantes. Lágrimas contenidas comenzaron a caer de sus mejillas con rapidez.

―No…―tartamudeó gimoteando― No quiero…no quiero quererte―lloró con más intensidad― Te hará daño, como a Mike…él no tenía que…a pesar de todo… pero contigo…será peor…tú realmente me im…portas… Ian…I…an…

―Shhh…―susurré con una sonrisa.  Maldije el hecho de no poder tocarla  sin que se  diera cuenta de lo que sucedía en realidad…

…Pero, en mi interior, sabía que no era tarde.

―No tienes que pensar así, Kay…

―Pero yo…estaba contenta…―rió con la voz quebrada por el llanto. Sus ojos enrojecidos suplicaban consuelo por mi parte. Respiré profundo y forcé una sonrisa― Aunque tu…me viste…Estabas allí cuando me llevaron…

―Sé que no eras tú en ese momento, tus ojos cambiaron de color…lo vi, Kay.

Puso los ojos como platos  e, inesperadamente,  colocó sus manos en mis mejillas. Hizo una  mueca de angustia en reflejo a mi seriedad.

 ―Tienes fiebre― afirmó con voz trémula― Lo sabía, Ian, sabía que no tenía que contarte esto...ahora tú...

Sonreí


― ¿No has escuchado ese dicho “La verdad los hará libres”? Pues, en realidad, esa frase tiene muchos significados…Aunque créeme que no hubiera descifrado nada si no fuera por la carta...

Apoyé mis labios sobre los suyos delicadamente. Mi calor corporal la incomodaba, aunque ella se negara en admitirlo, enterró su mano en mi cabello  con dulzura…

Repentinamente, se alejó de mi poniendo los ojos como platos.

― ¿Carta? ―exclamó dubitativa.

Ladeé el rostro, extrañado.

―Sí, la carta que estaba en el libro...

―Pero...―dudó― Yo la destruí.― afirmó― Estaba demasiado confusa y no explicaba nada...yo...―se colocó una mano en la cabeza, pensativa― ¿Me estás diciendo que Eimos no te enseñó nada?

Fruncí el ceño.

― ¿A qué te refieres?

― ¿Eimos no te mostró lo que había pasado?

― ¿Te refieres a las fotografías del baño?

― ¿Del baño?

Mikaela frunció el ceño a su vez, confundida. Una vez que recordó todo, o pareció hacerlo, contrajo la expresión en una mueca dolorosa.

―Ella quiere hablar contigo...―susurró.

― ¿Ella...?

Asintió y ahogó un sollozo.

―Ahora tiene sentido― confesó con voz trémula mientras acariciaba mi mejilla― Ella siempre te quiso...ella calculó todo esto...por eso insistía en arrastrarme hacia ti...―comenzó a llorar de nuevo, desesperada.―Lo siento tanto, Ian...

― ¿A qué te refieres, Kay?―susurré acercándome a ella y envolviéndola en mis brazos. Ya no tenía que ocultar nada.

―Desde que te conocí, ella comenzó a revelarse con más ahínco. Ella provocaba que te insistiera tanto a leer, pero tú siempre accedías y eso me agradaba tanto como a ella...pero jamás vi lo que ella veía en ti...

― ¿Y qué era?―pregunté tomándola por la barbilla y alzándole el rostro que ahora se encontraba a milímetros del mío (como siempre debía haber estado).

―Su libertad― susurró mientras lágrimas heladas rodaban por sus mejillas e iban a parar a mi mano, evaporándose en mi piel― Sabía que de un momento a otro...tú podrías liberarnos... Porque...―ahogó una sonrisa en el llanto― Tú siempre nos escuchas...

Los ojos de Mikaela fueron gradualmente cambiando de color, de su azul habitual pasaron a un negro tinta profundo como el mismo Abismo. En sus labios se formularon palabras sin sonido «No te hará nada» que se desvanecieron en cuanto sus facciones comenzaban a cambiar ligeramente. Poco a poco, la chica de la fotografía apareció ante mí, bastante seria.

En lo que fue un par de segundos, me empujó a la cama y se sentó a horcajadas sobre mí. Su rostro comenzó a acercarse al mío con lentitud, su aliento rebotaba contra mi piel, provocando escalofríos.

―Ya es suficiente, Ian― dijo con una voz gruesa que triplicaba a la de Mikaela― Es hora de que comiences a entender todo lo sucedido...

Sus ojos se oscurecieron en su totalidad y su rostro se agrietó y ennegreció completamente. Imágenes inconclusas se aglomeraron en mi mente...

...Dos fetos en un vientre materno...

...Uno de ellos abre los ojos...

...El otro permanece dormido...

...Una luz cegadora...

...Dos niñas tomadas de la mano...

...Una de ellas sonríe, la otra quema con su seriedad...

...Ojos negros reflejan odio...

«Jamás nací»

...Ojos cielo, tristeza...

«La quiero conmigo».

***

Cuando Mikaela despertó, no esperó dos segundos para lanzarse a mis brazos.

La luz de la luna se colaba por la habitación, habían pasado horas desde ella donó su consciencia, ahora, me había encontrado otra vez. Y, afortunadamente, ambos estábamos bien.

―Ya no tienes fiebre...―susurró contenta.

Me esforcé por sonreír y la alejé de mi tomándola por los hombros.

―Kay...tengo que irme.

Puso los ojos como platos, identifiqué los sentimientos en su mirada fácilmente, ella creía que yo la abandonaría (¡Por Dios Santo!). Me reí.

―Buscaré una manera de sacarla de allí, tonta. Ella me ha dicho a dónde ir...pero yo tengo que saber qué hacer luego...

―Ian...

La envolví en mis brazos con fuerza.

―Déjame intentarlo, cariño...―supliqué.― Ya comencé los preparativos y te sacarán de aquí dentro de poco, pero debes esperarme en el hotel donde me hospedo...no salgas de allí ¿Está bien? Te prometo que no tardaré, lo juro, Kay...

Acabó por asentir resignada.

―Quédate conmigo esta noche.― murmuró. Sonreí.

―No planeaba irme hoy.

***


Para finalizar con esta extensa carta, mis amigos, les pido: no me busquen. No intenten verme por las calles ni pregunten por mí a nadie. He emprendido una búsqueda minuciosa y exhaustiva, pienso liberar a mi amada Mikaela Elder de su prisión interna. El Doppelganger puede ser combatido de alguna forma, lo sé, y espero no me lleve mucho tiempo.

Estoy seguro que, como bien los he entretenido bastante, han escuchado con atención cada palabra gracias al excelente estilo de lectura de mi Bella. Tengo fe en su habilidad innata para mantener al espectador atento.

Sin más que decir, he de retirarme. Excepto a ti, Kay, volveré pronto, cariño.

                                                                                              Ian Kyamirnof.


La audiencia se mantuvo silenciosa hasta que pronuncié su nombre. Los treinta rostros de la estancia me observaban aterrados y asombrados, expectantes. Me lamí los labios dando por terminada la sesión.

Los ojos me escocían, no habían pasado más de dos semanas desde que mi Ian se había marchado y estaba sola nuevamente. Su carta hacia “todos” era lo único que había dejado atrás. Mi corazón se  fue con él.

Ya había llorado demasiado mientras leía, y sabía que seguiría haciéndolo.  Tomé las 36 páginas de su extenso escrito  y procedí a retirarme, cuando unos ojos de color avellana se asomaron en el fondo del salón. Lo reconocí inmediatamente, pero no dudé en ignorarlo.

Los enfermeros, por primera vez, no se me acercaron al pasar frente a ellos. Era libre, al fin, era libre. Salí del gran edificio y caminé con rumbo fijo al parque de las cercanías, por supuesto, él me pisaba los talones. No pude evitar sonreír al sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo.

―Te has tardado…―murmuré mientras mis ojos se llenaban de lágrimas― Y te has teñido el cabello…

―Lo lamento…―susurró, mientras me besaba el cuello con dulzura― Pero no puedo levantar sospechas… ¿Cuántos han asistido?

―Treinta, pero si sumamos a los enfermeros y a los curiosos serían cuarenta y seis…

―Perfecto.

― ¿Estás seguro? ― dije con tristeza, dándome la vuelta y aferrándome a él.

―Sí, he hablado con una chica de las lejanías…publicará la carta en cuanto pueda… Son sólo cien, te liberaré en poco tiempo, ya lo verás.

Ian después de dejarme en el hospital,  descubrió que, además de la muerte, la ira y sed de mi Doppelganger eran apaciguadas con la huida de sus acompañantes, “ella” amaba la paz y la quietud…pero “ellos” no la dejaban tranquila. Y la única forma de hacer que ellos se vayan, es que la carta de mi amado llegara a manos, ojos y oídos de cualquier persona…

« ¿No has escuchado ese dicho “La verdad los hará libres”? Pues, en realidad, esa frase tiene muchos significados. »

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