Segunda
Sesión: Amigo
La seriedad de
las facciones de Roxanna hacía contraste con la preocupación de su madre. Ella
detestaba que estuviese allí, no quería que interrumpiera lo poco que habían
logrado. Pero aquella noche, Roxanna no
había podido concebir el sueño, había
estado tosiendo sin parar y sus signos
vitales amenazaban con extinguirse de un momento a otro y la única conclusión
posible de su madre era: el método no ha funcionado.
Roxanna pensaba todo lo contrario, ella sabía que sí lo
había hecho, incluso se había sentido liberada en cuanto acabó la sesión. Su
malestar nocturno no se debía a otra cosa que las preguntas excesivas de su
madre al salir del consultorio, de las presiones que ejercía sobre ella y de,
por supuesto, la pelea fúrica que había tenido con su padre. Su cuerpo no podía
soportar la desesperación y la culpa que había sentido en esos instantes de
pesadilla.
Leika intentaba calmar a su madre con suaves palabras,
intentando que las cosas terminaran bien, pero Roxanna sabía que eso no era
posible jamás.
―Mamá, es suficiente― siseó Roxanna.
Su madre, una mujer
avejentada por las situaciones que se
obligaba a afrontar mas no por los años de existencia, volteó
sorprendida por la fortaleza en la voz de su hija.
―La
sesión se hará con o sin tu consentimiento. ―sentenció Roxanna― Después de
todo, yo misma firmé los papeles ayer, justo al cumplir los 18.
La
madre de Roxanna calló bajando la mirada, incapaz de hacer replica alguna.
―Si
no vas a colaborar, entonces te pido que te retires…
―Pe…―tartamudeó
la interpelada.
―Si
no te vas ahora, solicitaré la hospitalización ya mismo. Mi seguro lo cubre y
mi padre está de acuerdo conmigo. ―culminó la chica.
La
mujer, completamente derrotada, asintió y a paso lento abandonó la habitación.
Roxanna calló agotada en el sofá
descolorido y cerró los ojos con pesadez.
―Me
disculparé luego― le dijo a Leika, quien se había quedado muda en la breve
conversación. ―Iniciemos, ya, por favor…
―
¿Has descubierto algo? ―vaciló la psicóloga.
―No
mucho―admitió la joven― Pero tengo el presentimiento de que vamos por buen
camino…ayer nació, hoy debe haber algo
más…
―Recuerda
no tomar esto como algo real, Roxa…todo esto es producto de tu imaginación.
Nuestro deber es…
―Conectar
las piezas, lo sé. ―abrió los ojos, miró a la cámara cuya luz roja comenzaba a
parpadear hasta estabilizarse y luego a la doctora― Lo sé. ―reafirmó.
La
psicóloga asintió.
Apagó
la luz una vez…
…Dos…
…Tres…
―
Roxanna.
Necesito que te relajes por completo, respira profundamente, concéntrate en mi voz…
No
existía nada en el mundo que me gustara más aparte de jugar en el jardín del
castillo. Los lirios araña florecieron de
forma esplendorosa justo hoy, en el Equinoccio de Otoño, el día de
nuestro cumpleaños. Mis hermanas y yo no parábamos de jugar y reír con alegría,
al menos ellas estaban refugiadas de todo lo que ocurriría luego de un tiempo…
…
Ese jamás sería mi caso.
De
un momento a otro, me limité a imitarlas y reír jugando entre los tallos de las
flores infernales, pero en mi interior sabía que ese estado de felicidad no se
prolongaría demasiado. Observé con nostalgia
las hojas caídas en la tierra, mi padre me había contado la
historia de aquellos lirios...
…Una
vez que las flores florecen, las hojas mueren, y una vez que las hojas reviven, las flores se marchitan…
La
historia de dos elfos enamorados quienes jamás podrán encontrarse nuevamente.
La historia de alguien quien ha nacido para existir con brevedad una existencia
vacía, efímera, desastrosa. Mi historia.
Una
mirada me sacó de los pensamientos oscuros.
Me
di la vuelta, intentando ver los ojos
que me observaban. Sin embargo, los violetas de Alexa, los verdes de Charlotte,
los negros de mi padre, ninguno de ellos estaban dirigidos a mí especialmente.
Con
lentitud dirigí la vista al inmenso muro que rodeaba nuestro castillo.
«Ahora
me doy cuenta que debí ver a mi padre antes de avanzar»
Me
di la vuelta despacio y descendí hacia los límites del jardín, en el muro
gigantesco había un pequeño agujero, perceptible sólo para quien se acercara lo
suficiente. Me coloqué de rodillas y observé a través de él.
A
los segundos, sentí un escalofrío. Un ojo color ámbar me observaba fijamente,
por alguna razón, el miedo se disipó al ver ese iris peculiar…
―
¡Hola! Mi nombre es Ruxandra ¿El tuyo cuál es? ―farfullé
con alegría.
Aquél ojo parpadeó por unos segundos repetidas
veces.
―No…no
se supone que deberías verme…―murmuró
una voz extraña, algo fina para ser la
de un adulto pero rasposa como para tratarse de una niña― No debería estar hablándote…tu…tu…
―
¿Yo? ―
ladeé el rostro y me alejé por unos segundos del agujero, para luego inclinarme
con mayor comodidad―
¿Sabes? Mi padre dice que todo sucede por una razón y lo que tiene que pasar,
siempre pasa…así que si no se supone que tenías que hablarme ya es muy tarde…
No podía evitar hablar tan rápido. Estaba
extrañamente emocionada ¿Por qué? Ni idea.
―Ummm…― murmuró tras un suspiro de aceptación― Supongo que tienes razón…
Me reí, satisfecha.
― ¿Me
dices tu nombre?
―Yo…no…no
lo sé…
―
¡Por favor! Ya te he dicho el mío…―me
tapé la boca con ambas manos. No se suponía que debía hacerlo. ―No…no
debí…
Suspiró otra vez.
―Exactamente.
No debe decir su nombre tan a la ligera, Princesa. Menos personas que no conoce, podrían utilizarla…
―Lo
lamento―sollocé― Lo lamento, ahora mi padre…mi madre…yo…
―
¡No! ¡No! ¡Escuche! ―dijo la voz repentinamente― Escuche, todo está bien, Princesa…
―
¿Cómo puedes asegurarlo? ―
gemí, un poco más y lloraría, era seguro.
―Le
diré mi nombre ¿Está bien? Mi nombre es Caleb, Caleb Abendroth.
En
un segundo, sentí como su nombre se enganchaba en mi pecho y mis ojos brillaban
con intensidad. En ese instante, ese extraño me pertenecía, sin duda, la
revelación de su nombre me había dado un poder insólito sobre él. No obstante,
al rebelarle el mío él también tenía un poder sobre mí que jamás podría
entender
―Caleb…―repetí ensimismada―
¿Qué estás haciendo en este lugar?
Escuché como tragaba en seco.
―Lo
siento, princesa, pero ya eso sería demasiado por mi parte…no se supone que…
―Entiendo― medité unos segundos― ¿Sabes, Caleb?
Hoy es mi cumpleaños y me gustaría que vinieras con nosotras…
Su silencio, aunque suene extraño, me interrumpió y
me hizo callar por completo. Esperé con paciencia mientras observaba el ojo
desaparecer por segundos, esperaba poder observar el rostro de aquél niño
extraño, pero por el agujero sólo se coló una luz intensa y cegadora. Al cabo
de un momento, el ojo volvió a aparecer por la abertura.
―Lo lamento, Princesa…―murmuró, la pena se escuchaba en su tono de voz―Pero
eso será
imposible…
―Pero…
―No―sentenció―No
voy a poder verla...directamente, al menos durante un
tiempo. Pido paciencia por su parte
¿Está bien? Después de todo…hoy
también es mi cumpleaños…
La sonrisa que se había escapado de mis facciones
volvió con rapidez. El encontrar a alguien quien cumpliera el mismo día que yo,
a parte de mis hermanas por supuesto, era para mí algo extraordinario.
―
¿Cuántos años tienes, Caleb? ¡Yo hoy he cumplido siete!
Su suspiro de cansancio me hizo reír.
―Siete,
igual, Su Majestad pero…
― ¿Y
qué te han re…?
―Escuche,
escuche…―interrumpió― Ya tengo que irme…pero…volveré mañana ¿Sí? Lo
prometo…
―Oh…―me quedé sin habla por unos instantes― Está bien, Caleb… ¡No lo olvides, por favor!
En todo el rato, no lo había escuchado reír. Ahora,
su risa me hizo acelerar el corazón inevitablemente, a pesar del cansancio y la
culpa escondidos en ese sonido, me resultaba mágico.
―No
lo haré, Su Alteza…
―Otra
cosa antes de que te vayas…―dije
rápidamente.
―Dígame…
―Antes
de que se acaben los adjetivos, llámame, Ruxa o Ruxandra ¿Bien? Odio que me
llamen princesa…
Su risa esta vez fue mucho más sincera.
―Como
ordene…Prin…Ruxa…
Ambos reímos esta vez. Aunque, en mi caso, lo que
quería era estallar en lágrimas. Las noticias que me habían dado aquella mañana
hacían que mi encuentro con ese extraño, Caleb, me devolvieran la fe en la vida
nuevamente.
…Siempre estaría agradecida por eso…
―Nos
vemos mañana, Caleb.
―Nos
vemos mañana, Ruxandra.
Una vez que me alejé del agujero, satisfecha, me
encontré con la mirada intensa de mi padre. Traté de disimular mis miedos y
angustias, traté con todas mis fuerzas, pero no pude evitarlo…
―Lamento
haberme alejado―anuncié
con voz trémula.
―Ruxa…―murmuró―Vi
lo que hiciste, también sentí cuando le rebelaste tu nombre a ese chico…
Puse los ojos como platos.
―Papá…yo…
Negó con la cabeza.
―Sólo
no se lo digas a tu madre, cariño. ―asentí― Tampoco rebeles el nombre de él ¿Bien? ―asentí
nuevamente― Dime, Ruxa, ¿estás así por lo que te
dijo tu madre esta mañana?
Me mordí los labios y comencé a sollozar. Esperaba
que mis hermanas estuvieran lejos…no, estaba segura. Mi padre no me abordaría
de esa forma de estar ellas cerca.
―Escucha,
Ruxa― mi
padre se agachó y colocó sus grandes y cálidas manos en mis hombros…
…Sus ojos amables impactaron con los míos, de ese
color tan extraño y cambiante, una combinación de las tonalidades de mis hermanas y míos que se ensombrecían en un
negro opaco cuando sus poderes estaban ocultos. Pero ahora, intentando
calmarme, los liberaba otorgándome esa tranquilidad tan característica que
emanaba su persona. Sólo que ahora, los ojos de mi padre eran eclipsados por
ojeras leves y diminutas arrugas, telarañas, a los costados de esos bellos
ojos. Me colocó una de sus manos en el rostro, acunándolo por completo. No pude
controlar las lágrimas en mis ojos, él me las secó con el pulgar.
―Las
decisiones son las que nos hacen lo que somos, pequeña. Si tú decides luchar
contra la maldición que tu madre lanzó sobre ti, entonces nada te dañará,
podrás vivir tan prósperamente como tus hermanas…y no dejaré que nada les haga daño…
―A
excepción de mi madre. ―murmuré con el ceño fruncido. Él contrajo la
expresión.
―Lamento
eso…pero no pude salvarlas a ellas. Te
salvé a ti… porque eres la que tiene que ser la más fuerte de las tres
¿Entiendes? Tú tienes un peso mucho más grande sobre tus hombros…Y deberás
cuidarlas cuando yo no esté…
― ¡Me
hubieses dejado morir! ―sollocé― ¿Por qué no lo hiciste? ¡Tú podrías haberlas
cuidado sin tenerme a mí matándote!
―
¿Por qué no, Ruxandra? ¿Por qué no darte la oportunidad? He vivido demasiado,
Cariño…y tengo fe en ti.
Tengo fe en que lucharás contra los deseos de tus alas…tengo fe que lograrás
que tus hermanas olviden todo lo que su madre les haga…de todas formas…su
tiempo en esta vida también será breve…
―No,
no lo será―
murmuré―
Gracias a lo que haga con ellas logrará extender su vida, Papá ¿No lo
entiendes?
―Estuviste
en la biblioteca ¿Cierto? ―ahora
su tono era mucho más duro que el de hacía segundos. Poco a poco, su rostro se
descompuso y me envolvió en sus brazos―
Lamento haberte hecho esto…lamento haberte hecho madurar tan pronto,
cariño…Pero entiende algo…―se
separó de mí y me vio a los ojos―
Jamás me arrepentiré de haberte dado la oportunidad de seguir adelante.
…En ese instante acabé comprendiendo todo...
Él me había dado la oportunidad…porque era la única
que podría acabar con toda la perversidad de mi madre.
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