“Nuestras diversiones han dado fin.
Estos actores, como había prevenido, eran
todos espíritus y se han disipado en el aire, en el interior del aire
impalpable; y, a semejanza del edificio sin cimientos de esta visión, las altas
torres cuyas crestas tocan las nubes, los suntuosos palacios, los solemnes
templos, hasta el inmenso Globo, sí, y cuanto en él posa, se disolverán y, lo
mismo que la diversión insustancial que termina por desaparecer, no quedará
rastro de ello. Estamos tejidos con idéntica tela que los sueños, y nuestra
corta vida se cierra con un sueño”
La tempestad,
Shakespeare
Prefacio
Inconcebible,
todo lo que creía haber olvidado volvió a mí. Como si me estuvieran
bombardeando, todos aquellos recuerdos
tan atesorados, ocultos dentro de cada célula de mi cuerpo explotaban en mi
cabeza a medida de que sus brazos me rodeaban.
Sentí la mirada del demonio con cara de ángel
clavada en nosotros, su sufrimiento y agonía contenidas por tanto, desbordándose.
Al igual que mis verdaderos sentimientos…
Su nombre vendría a mí dentro de poco. No
podía ver su rostro, al menos no...Físicamente. Sentí “su” pecho contra mi
espalda su calor, su frio...era él.
A
quien siempre, a pesar de todo, había considerado mi ángel personal....a quien
había amado de verdad...
…A quien le debía todo y más...
…Él, el dueño de todo mi ser.
Su
aliento en mi cuello despertó un mar de recuerdos y emociones desenfrenadas,
entrelazadas. Su nombre...su nombre es...
~
No, no podía aceptarlo.
No podía concebir el hecho de haberla
dejado en sus brazos, no podía aceptar que ahora él la tuviese. Que él, la
amase.
No, no, no…
Ella era mía, siempre había sido mía
sin importar lo que sucediera. Pero ahora no podía hacer más que retirarme, que
sumergirme en las sombras y aceptar el hecho de haberla perdido para siempre.
¿O acaso…no era así?
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