Humano
Sodoma, 5 años antes.
En mi mente sólo estaba el
rostro de aquél demonio.
Tenía que finalizar mi
entrenamiento como sacerdote de alguna forma, convertirme en exorcista era mi
meta final y gracias a ese demonio las cosas se harían sumamente sencillas. De
tan sólo pensar en poseer ese demonio y hacerlo parte de mi Mitra Preciosa, me
hacía sonreír inevitablemente.
―Pon atención, Eden.
El filo de una espada rozó mi
mejilla con astucia, sentí el ardor de la cortada unos segundos después. No era muy paciente
que digamos, y el dolor mínimo vaya que sí me hizo molestar.
―No deberías haber atacado
mientras pensaba, Juan… A demás, se supone que en este momento deberías estar
en tu funeral―torcí una sonrisa.
El interpelado me devolvió una
mirada de autosuficiencia. Ya había dejado de verse viejo y pálido, ahora sólo
unas pequeñas manchas se perdían en su frente y en sus ojos unas arrugas
mínimas tardaban en desaparecer.
―Cuando asciendas no tendrás
tiempo para pensar, Eden. ―alzó la espada (su bastón) nuevamente mientras
hablaba, y en su se extendía una sonrisa complaciente― Y, ya estoy harto de ver
esa marioneta ser cargada por todos
lados…me da escalofríos.
―Huiste…―suspiré.
―De mi muerte― asintió con voz
neutra― Pero nunca de mi servicio, 27 años, Eden. Sin contar la Preparación
Inicial, preparando tu terreno.
Puse los ojos en blanco.
―No quiero ascender aún.
―refunfuñé levantándome y limpiándome la sangre que goteaba de mi mejilla― Aún
tengo cosas que hacer.
― ¡¿Cómo cuales, Eden?!
¡¿Acostarte con mujeres y dejar que Benedicto ocupe tu lugar?! ― era gracioso
ver como Su Solemnidad perdía la paciencia.
Me eché a reír y saqué mi
espada.
―Benedicto, ¿eh? Ya le han
escogido nombre…―me abalancé sobre él con la espada sujeta firmemente en un
costado― ¡Qué rápido se difunden los chismes!
El sonido de nuestras espadas
al chocar fue chirriante, cada uno de los vellos de mi cuerpo se erizó. Incluso
mis músculos protestaron ante la fuerza inminente que aquél hombre poseía. No
había cambiado en nada a pesar de todo este tiempo. Salté hacia atrás,
manteniendo mi espada en alto, a pesar del temblor de mi mano.
―Veo que sigues tan fuerte
como siempre, Józef.
No has cambiado nada a pesar de tus injurias ¿Cuántos disparos fueron? ¿Dos?
¿Tres?
―Uno…―murmuró al tiempo que
alzaba levemente la espada, y desapareció de mi vista. Cerré los ojos y choqué
su espada con la suya, que emitió un sonido sordo― Sin contar el explosivo, la
bayoneta…
Su espada y la mía seguían en
contacto. Él no parecía hacer esfuerzo alguno, sin embargo yo empleaba toda la
fuerza que podía en mantener su delgada espada lejos de mi cuerpo, quien
recordaba cada rasguño y se estremecía ante los pertinentes métodos de curación.
―Y los 63 demonios…―agregué
con suspicacia.
Exhaló una sonrisa.
―Así que es eso, Eden. ― rió.
Giró la muñeca rápidamente, haciendo que mi espada resbalara sobre la suya y se
quedara clavada en el suelo mientras la suya se dirigía a mi cuello con rapidez―
No lo has olvidado…lo entiendo…
Las gotas de sudor resbalaban
por mi frente, sólo había sido un instante. Sólo habían sido pocos movimientos,
pero ya había cortado demasiadas veces y lo había hecho tan rápido que mi mente
no procesaba el dolor con rapidez.
― ¿Sigues con las recaídas una
vez al año? ― agregó con burla. Mantuve una postura rígida, Józef frunció el ceño―
Pararán cuando asciendas, lo sabes.
―Pero eso no es suficiente. ―rugí,
molesto. ― Esto lo prueba. ― le di un vistazo a la espada en mi garganta.
―Sigues en pie, en medio de
una recaída. Eso para mí me parece suficiente.
Puse los ojos en blanco.
―Quiero ganarme mi Mitra. ―balbuceé.
Puso los ojos como platos,
bajó la espada y me sujetó el cuello.
― ¡ESTO NO ES UN JUEGO, EDEN! ―gritó―
¡NO LO VEAS COMO UNA COMPETENCIA! ¡ES
UNA FUNCIÓN QUE TIENES QUE DESEMPEÑAR!
―Pero en el máximo de mis
capacidades, ¿O me equivoco?
―La avaricia te destruirá,
Enoxeth.
Me reí.
―La avaricia nos ha traído
aquí, Wojtyla. No olvides eso.
―Pues úsala como es debido,
Eden. Tú deberías estar portar el Anillo del Pescador, no Ratzinger. ―me soltó
bruscamente contra la columna de granito que tenía a mi s espaldas (está bien,
lo admito, hasta que no sentí el dolor, no supe que estaba allí.
―Debería estar haciendo muchas
cosas en este momento…―murmuré sonriente― Dejar de estar perdiendo el tiempo
contigo es una de ellas…
Su Excelencia entornó los
ojos.
―Es una mujer. ―afirmó.
Asentí suspirando de dicha
malévola.
―En efecto, mi amigo, es una
mujer.
Gomorra, Hoy.
Abrí los ojos de golpe en
cuanto escuché el grito sofocado de Lucy.
La puerta se había abierto de
par en par y un hombre ataviado de ropajes negros se abrió paso en la
habitación.
― ¡Vamos! ¡No hay tiempo! ―
exhaló con su voz de trueno. La reconocí al instante.
Rodeé a Lucifer con un brazo y
la refugié en mi pecho. Ella se dejó llevar sin musitar
palabra alguna, estaba aterrada. Cogí
todo lo que pude con la otra mano y salí disparado hacia el todoterreno.
― ¿Quién es él? ―farfulló
Lucifer minutos después de que
arrancara. ― Nos está siguiendo…
―Es la idea…―sonreí mientras
miraba por el retrovisor. Sus ojos azules eran reflejados por el sol que incidía sobre el jeep que conducía―
¿No recuerdas a Wojtyla?
― ¿Quién?
No hay comentarios:
Publicar un comentario