24 abr 2011

TBW Capitulo 6: ¿Empezamos?


VI
¿Empezamos?

Habían pasado ya dos meses desde aquél desdichoso día. Elly tuvo que hacer trámites mágicos para cambiar su nombre otra vez, ni ella misma se reconocía. Ya no era la de antes, ya ni siquiera se esforzaba en lo más mínimo, no quería adaptarse, no quería hacer amistades falsas, solo quería irse de aquél lugar. Incluso aquél muchacho de ojos verdes no la veía más,  ahora se sentaba muy lejos de ella. Y con razón, siempre se la pasaba durmiendo en clases, en ese aspecto; sin embargo, eran idénticos. Ninguno hacía nada para aprovechar su vida al máximo.

Ambos parecían haberse olvidado de la vida, no había más nada que hacer…Mas allá de sentarse en aquel infierno y escuchar cosas que ambos ya sabían. Casualmente, ningún profesor se quejaba de ellos, después de todo…ambos querían salir de allí lo más pronto posible, por lo que siempre aprobaban cualquier examen, sin importar la materia.

Aart siempre lograba ver las respuestas en la mente de los profesores, mientras Elly plasmaba todos sus recuerdos en las hojas. Siempre, la excelencia de ambos era abrumante pero la mirada indiferente de esos dos obligaba a todos a alejarse. Cuando antes, el Aker trataría de ligar con profesoras y pasársela bien con buscapleitos; y la bruja intentaría socializar con todas las “niñas” posibles…ya no tenían ánimos para nada de eso…

¿Por qué?

Elly no había logrado cambiar su apariencia. Por lo que vivía diariamente las pesadillas que a este rostro acompañaban, sentía constantes miradas a sus espaldas. Unos inmutables ojos observándola, todos en las paredes de la escuela. Las sentía a ellas…por sobre todo.

Aart sufría de fuertes jaquecas. Constantes e irritantes, pasaba más tiempo en la enfermería que en los jardines durante el “receso”, bebía constantemente de aquella calmante manzanilla. Pero todo era inútil, sólo era un alivio momentáneo. Y, al llegar a la casa se la pasaba las horas en las que su vista se aclaraba y el dolor menguaba leyendo el libro de su padre. Sabía lo cerca que estaban las brujas, pero hasta no saber quiénes eran…no podría hacer nada.

Pero esos días de inquebrantable letargo habían desaparecido para ambos.




Aquella mañana se había desarrollado como muchas otras, monótona y aburrida. Cuando se oyó el fuerte siseo en medio del salón. La reacción del Aker y la bruja fue mínima, pero ambos se pusieron de pie en cuanto se escuchó la estrepitosa explosión, seguida de fuertes gritos, la alarma del instituto, el olor del fuego, todo se inundó de humo…




Hefestio estaba en el techo de aquel instituto, confundible con un gigantesco castillo antiguo. Antiguo, si, como todo en Londres. El poderoso Aker lanzó un suspiro efuso, había pasado muchas semanas tentando el terreno pedregoso y empinado de aquél techo desnivelado…sabía de memoria cada pico, cada escalón, incluso cada teja…

Sabía, incluso, como moriría si perdía aquella tan esperada batalla.

-Sabes una cosa, no tengo nada en contra de las brujas…-dijo mirando el horizonte de la mañana recién nacida, sin dirigirse a nadie en particular. Aunque sabía que alguien lo escuchaba- Pero no permitiré que sigas molestando a mi hermano…

Una risa aniñada hizo eco en cada torre empinada, y una sombra se deslizó por el techo hacia Hefestio. Tratando de tomar sus pies con dificultad, la sombra se volvió un par de manos alargadas cuyos dedos terminaban en vistosas cuchillas, no obstante, la creadora de esa sombra no tenía ni la más mínima apariencia terrorífica. Al darse la vuelta, Hefestio divisó a una pequeña, una niña de hermosa sonrisa y ojos verdes cambiantes, llamativos. Ataviada con una túnica color de la sangre.

-¿Sabes mi nombre, fauno?-dijo la niña con una sonrisa cálida, ladeó el rostro de modo que su corto cabello se movió con la brisa.

-¿Estaría aquí si no lo supiera?- sonrió Hefestio a modo de respuesta. La sombra en sus pies vibró y retrocedió con lentitud- Como te dije, pequeña bruja. No permitiré que molestes más a mi hermano…

-Um…-la niña se encogió de hombros, haciendo que la túnica se deslizara por estos y callera al suelo. Dejando ver unas ropas extrañas…

Un top lleno de numerosas correas negras, dando la apariencia de una muy complicada camisa de fuerza, con una falda de tul muy corta y totalmente destrozada del mismo color, pero lo que más llamaba la atención eran sus manos, que aunque ocultas por guantes negros, que abarcaban todo su antebrazo,  dejaban ver  unas brillantes hojas metálicas puntiagudas…

-Por qué no nos dejamos de preámbulos…-dijo la bruja sin perder la bellísima sonrisa de su rostro- ¿Empezamos?

El Aker  entornó los ojos al tiempo en que brillaban con una fuerte tonalidad amarillenta. El viento azotó el cabello del muchacho, haciendo volar sus lentes hacia afuera del tejado, el chico escuchó cómo el cristal se rompía al dar contra el suelo…

La bruja siseó y se echó a correr en dirección al Aker alzando las filosas hojillas contra éste, pero justo en el momento en que lanzaba un manotazo en el que planeaba desgarrar por completo a la criatura, desapareció. La bruja, confundida, dio un tras pies y casi cae del techo, pero un golpe en el estómago la obligó a dar contra una de las torres, el golpe se oyó en todo el instituto. Las tejas volaron, parecía como si aquella niña pesara mucho más de lo que aparentaba.

Hefestio volvió a aparecer, de pie. En la punta de una de las torres, observando a la bruja cuya mirada de ira deformaba su rostro de manera aterradora, en tanto, la mano derecha del Aker emanaba grandes cantidades de sangre, así como la frente de la pequeña.

-Tú… ¡¿cómo te atreves a hacerme esto?¡-rugió la bruja cuya voz se tornó repentinamente masculina- ¡A mí, Enio! ¡La tercera heredera Graya!

Hefestio sonrió de satisfacción, sus ojos relampaguearon aún más. Sus facciones se iluminaron en una expresión sádica.

-Así…que ese es tu nombre, Bruja…-ronroneó sin perder la sonrisa.

Enio puso los ojos como platos, le tomó unos segundos comprender.

-¡Me mentiste!-afirmó con un chillido.

Hefestio sólo se tomó medio segundo en asentir antes de lanzarse nuevamente contra ella, golpeándola con fiereza en el estómago, la niña empezó a toser escandalosamente. El Aker, sin duda alguna en sus acciones, tomó una de las manos de la bruja, que intentaba defenderse con sus cuchillas, y la dobló hacia un lado provocando un ruido seco. La niña gritó con desesperación y comenzó a retorcerse, las lágrimas  salían disparadas de su rostro…

-¡Suéltame!- chilló ella con voz trémula- ¡Me duele! ¡Suéltame!

-Deja a mi hermano en paz…y acabarás sólo con una fractura…-rugió Hefestio quien acababa de tomar el otro brazo de la niña y estaba a horcajadas sobre el cuerpo de la bruja- De otro modo…-giró su mano, doblando la muñeca fracturada aún más.

-¡No! ¡Suéltame! No…

-No… ¿qué?- el Aker giró la otra muñeca, la ilesa, con lentitud. Ella empezó a gemir…

-No…-lloró entre sollozos- No me vengas con estupideces- dijo con voz masculina, su rostro se ensombreció y sus ojos adquirieron un color negro en su totalidad- …Hefestio.

La mirada del Aker se congeló al tiempo que la niña empezaba a reír, su risa era la de una niña a pesar de que al hablar se escuchó aquella extraña tonalidad masculina…

-¿Crees que me dejaría engañar por ti? ¿Por un sucio fauno como tú?

Hefestio sonrió y apoyó los labios sobre los de la chica antes de ser disparado hacia atrás. La niña se levantó con lentitud, dejando la cabeza hacia atrás hasta que su cuerpo logró estabilizarse, su brazo izquierdo estaba totalmente destrozado, y poco a poco llenaba el suelo de sangre con delicadas gotas. En cuanto alzó el rostro hacia adelante en un rápido movimiento se dejó ver una sonrisa alargada y una expresión parecida aterradoramente a la de una rana, pero antes de romper a reír nuevamente de sus labios comenzaron a salir grandes cantidades de sangre.

-Maldito…-rugió la bruja- ¡¿qué me has hecho?¡

-Quizás no pude “bloquearte”, perra. Pero esto te durará al menos unas cuantas semanas…-dijo Hefestio en tono cansino, jadeando…

La bruja, extrañada, alzó la mirada. En cuanto vio al Aker rompió a reír de forma psicótica, al tiempo que grandes cantidades de fuego comenzaban a rodearla…

Hefestio estaba tirado en el tejado, una gran estaca de hierro atravesaba su estómago. Al parecer, esa cruz la habían desmontado esa madrugada, y el Aker no había tenido tiempo de detallarla antes de la pelea. Aunque, a pesar de lo malherido que se encontraba, el muchacho se levantó, el viento lo rodeó por completo…

La batalla frontal había llegado a su fin. Ahora el olor de la magia inundaba el ambiente…




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