8 abr 2012

Primera Dosis


Primera Dosis: Misión


Kain había pasado toda su vida cumpliendo cada capricho que se le antojaba. Su padres tenían una alta postura dentro  del marco de la Federación Rusa. Él era uno de los jóvenes más acaudalados de San Petersburgo. Pero había algo que lo había estado aniquilando por años, algo que lo había  privado de todo contacto con la realidad, y  que antaño se había convertido en su refugio lejano a las presiones sociales: sus sueños.
No había doctor posible que encontrara la cura para su extraña enfermedad, le habían diagnosticado un tiempo hipersomnia primaria crónica, y no sabe qué tantos nombres raros le habían asignado para la medicación. Él sólo sabía una sola cosa: quería que pararan.
Los sueños comenzaron a arrastrarlo, a asustarle. Sus padres ya estaban hartos de los gritos que exhalaba en las noches y su falta de respiración en los días.  Los doctores le habían asignado medicamentos para la fiebre constante, y eso sólo lograba adormecerlo con más frecuencia.
Kain estaba cansado.
Por lo que buscó métodos poco ortodoxos para su sanación. No tuvo la aprobación de sus padres al inicio, pero ya la desesperación acudía a sus facciones. A pesar de todo Kain seguía siendo su hijo, e intentar aquél método no estaría demás. Después de todo, ya estaban advertidos, si su condición continuaba, lo único que esperaba para su pequeño era la muerte temprana.
Todo tenía que acabar.

Kain recapitulaba todo esto en su cabeza mientras observaba al asiático acercarse a su cama, traía consigo  un maletín repleto de botellas y agujas de diferentes tamaños.  De tan sólo pensar que cada objeto tocaría su cuerpo le hacía temblar con intensidad. Pero ya estaba acostumbrado al suero, así que un pinchazo más no sería problema.
―Escuche, Amo  Kain. ― murmuró el asiático― Entrar al mundo de  los sueños no es tarea fácil…― quemó un poco de incienso y lo colocó con cuidado a los lados de la cama. ― Debe meterse en lo profundo de su mente y encontrar aquello que tanto lo  perjudica…
―Eso haré...por eso debo recordarlo. Tengo el   presentimiento de que si lo recuerdo todo acabará…seré libre…
La respiración de Kain se entrecortaba. Lo que antes era un cabello totalmente negro y brillante ahora se había vuelto ceniza opaca, sus pómulos, antes saludables y pálidos ahora estaban enrojecidos y sudorosos. Cada exhalación parecía una bola de  humo hirviente de su destrozado cuerpo. Ninguna noche la fiebre había estado tan elevada como aquella. Incluso su torso desnudo  exhibía una delgadez extraña, sus huesos se podían observar con poco esfuerzo  y una brillante capa de sudor recorría su debilitada musculatura.
El asiático se armó de profesionalismo para evitar una expresión apenada.
―Puede que no sea así, Amo Kain. ―susurró― Si todo sale bien, este tratamiento podría acabar con su vida…hay rincones de la mente que no deberían ser observados…
La risa de Kain fue cansada.
― ¿Qué vida he de tener ahora? Prefiero morir sabiendo la verdad, a aferrarme a esta existencia inmóvil, viviendo en la ignorancia…―su voz se apagó por segundos― ¿Tiene lista la cámara?
Los  ojos ranura del hombre parpadearon, asintiendo con levedad. Frente a la cama del muchacho, una cámara  destacable por su precio apuntaba acusadoramente, su  lente reflejaba el rostro enrojecido  y descompuesto del joven cuyos ojos,  color violeta resplandecían, determinados y extrañamente saludables.
―Amo, Kain. Antes de comenzar debe recordar que aunque su inconsciente  esté sumergido, su consciente está aquí, no debe dejar de hablar por nada ¿Entendido?
El chico asintió y le indicó empezar con la mirada.
Los padres del muchacho permanecieron en las sombras, aferrados uno al otro con una fuerza y apoyo que no se había visto en ellos jamás hasta ese momento.La vida de su hijo hacía relucir hasta las emociones mas escondidas en su ser.
―Comencemos, amo. ―farfulló el hombre tomando sus implementos.
La primera aguja lo hizo exhalar con brusquedad, el dolor en que provocó el objeto penetrando en su hombro era insoportable, sintió el veneno de la pinta introducirse en su piel y propagarse por  sus venas con lentitud, ascendiendo por su hombro hacia su cuello que lanzaba contracciones espasmódicas realmente dolorosas.
 Cerró los ojos.
En su mente comenzó a formarse una imagen, demasiado borrosa como para establecer relaciones.
―Sigue― ordenó con voz ahogada― Con una no basta.
La contracción en el rostro del asiático y la de sus padres fue simultánea. La piel del cuello del chico se había levantado, sin dificultad observaban como sus venas se movían, propagando la ponzoña de la aguja.
― ¡Sigue! ― exhaló el chico, ahogado por el dolor.
El asiático no dudó más, acercó la aguja hacia una pequeña llama de vela y la introdujo con rapidez en el pecho del muchacho, quien apretó los dientes, evitando gritar con rotundidad. Su respiración se volvió brusca y contraída.
Cerró los ojos nuevamente, la imagen aún seguía turbia, comenzaba a escuchar susurros lejanos. Aún no era suficiente.
―La última…― su voz se quebró― La última…
―Se supone que con dos sería suficiente, Kimihiro. ― ronroneó el padre de Kain. El miedo se extendía en su hilo de voz.
―No lo es― debatió Kain― Aún no.
―Esperemos que la cuarta no sea necesaria, Amo. De ser así no podré seguir o…
―No me importa. ― sentenció Kain.
El asiático estaba al borde de las lágrimas. Aquél chico era una persona realmente valerosa y amable. Jamás lo había tratado como un esclavo, aquél chico era especial, Kimihiro lo sabía, a pesar de todo lo que se dijera de él.  Las arrugas de aquél hombre se pronunciaban cada vez más mientras el chico agonizaba, mas si él resultaba culpable de su muerte, él mismo se abriría las entrañas frente a sus amos. No dudaba de eso.
Con el corazón en un puño tomó la tercera aguja, la que iba al hombro izquierdo del chico y soltó una plegaria en su mente. Rogando porque aquella fuera la última en colocar. La introdujo en un cubo lleno de hielo antes de atravesar  la piel de su amo.
Kain intentó aguantar un poco más. Su frente se contrajo y el sudor que recorría  su rostro comenzó a teñirse de un rojo opaco, que se oscurecía al recorrer las almohadas. Cerró los ojos nuevamente.
La imagen y los sonidos se hicieron claros.
― Es  mi cumpleaños…―murmuró Kain. Aletargado por fin. Kimihiro inició con la grabación.
―Cuéntanos, Kain― susurró Kimihiro, quien se esforzaba por esconder las lágrimas de alegría dentro de su voz firme. ― ¿Qué dicen los que te rodean? 

Feliz cumpleaños, Caleb. dijo mi padre con seriedad.
Había ya pasado por 6 cumpleaños. Era evidente para mi que éste era diferente, o  al menos para mis padres. Ya que en ese momento, mi hermano, Jhosuá, y yo ignorábamos la importancia de nuestra posición en la corte real.
Detesto ahora darme cuenta de la ignorancia  que embargaba mi  mente en esos años.
Luego de  las  felicitaciones, mi  padre  me alejó de  los  demás, vi  como  mi  madre se  contraía en una  expresión de dolor extraña. A pesar de mi poco  tiempo de existencia, jamás la había visto realizar ese tipo de expresiones, ni  siquiera  cuando  nos  enfermábamos.
 Después de una larga caminata silenciosa, mi  padre  se  detuvo  frente al muro  del  Catillo  de  Ankathya, el  hogar del  Rey Mago  y sus trillizas…
  Sabes la historia de este lugar, ¿Cierto, Caleb? El Origen…
Del reino murmuré con  alegría Sí, el Rey Mago liberó a todo el reino   de las  desgracias y los  monstros que nos atacaban…y  el   Rey Eléquides le  cedió  todo nuestro pueblo como recompensa…
Mi  padre sonrió con  tristeza mientras  asentía.
Así es hijomurmuró Lo que no sabes… es que  nuestra familia es comisionada del Reino y somos los encargados de proteger al Rey Mago a como dé lugar…
Mi sonrisa en seguida desapareció de mis facciones. Siempre había visto al Rey Mago como alguien invencible, incapaz de ser dañado por nadie. Ahora todo había  cambiado.
¿Protegerle? 
A él y a sus hijas… mi padre se agachó y colocó sus grandes manos  sobre mis hombros. Sus ojos color dorado, reflejo de los míos, se tornaron temerosos  Jamás  pensamos  que tendríamos  que hacerlo, siempre nos manteníamos  al margen,   el Rey Mago  siempre podía  mantenerse a salvo  por  sí mismo… 
Fruncí  el ceño, no lograba entender. Mi padre  respiró profundamente.
Hijo, hicimos  una promesa… cerró los ojos  antes  de continuar Nuestros servicios estarían completados si nuestro primogénito, al cumplir los 16 años pasaba a «pertenecer» al Castillo, como  guardia personal y  fiel mayordomo de…si  es que nacían…las princesas. Y el segundo hijo, debía mantener el linaje como todos  estos años…
Entiendo…murmuré pero ¿princesas? ¿Las trillizas? pregunté con un hilo de voz. No entendía la preocupación de mi padre.
Asintió nuevamente.
Tendrás que velar por ellas, es  tu responsabilidad. Pero debes recordar…su voz  vibraba  Que las tres son Hadas…y si deciden alimentarse de  ti…no debes negarte a darles  tu carne para saciarlas…
Mis ojos  se  abrieron de par en par. No era  tan  inocente a pesar de mi edad, había visto como seres de pesadilla luchaban entre ellos, había  visto  cómo hadas malévolas  cantaban y atraían  a niños para que  bailaran hasta desfallecer. Pero siempre  se escuchaba de su alejamiento gracias a las  acciones secretas del Rey, a quien nadie podría ver jamás.
Imaginaba a las  hijas del Rey devorándome, como si fuesen perros mordisqueando su comida. Escuchando el crujir de mis huesos bajo sus mandíbulas. Me eché a temblar.
Pero, Caleb. Todo eso es por el bien del Reino la voz de mi padre era trémula y quebradiza, como si estuviese obligado a pronunciar  aquellas palabras Una vez que nacieron las Princesas se inició el reloj de arena del Rey Mago, así como el de la Reina… Y las Princesas están indefensas, necesitan más años de los que crees para poder desarrollar sus capacidades, y tú serás el encargado de asegurarte de eso. Durante los   años que siguen, te estaré entrenando hasta que…sollozó hasta que tu boca derrame sangre de  tus entrañas…
En seguida mi  mente comenzó a maquinar. En dos  segundos, comprendí  todo, en dos segundos, mi cabeza asimiló   la madurez con la que debía contar en ese instante. En dos segundos tomé  la decisión.
Hágase en mi lo que se ha dicho, padre. murmuré Estoy dispuesto a todo.
Sonrió con tristeza.
Temí que lo dijeras…farfulló Date la vuelta… obedecí Ese agujero te permitirá ver a las princesas, mas ellas no a ti. Conócelas,  entiéndelas y nunca intentes hablar con ellas…debes ser su escudo y su espada…
Dejé hablar a mi padre mientras me acercaba al gran muro de  mármol. Con dificultad, llegué al agujero…
―…Su vida y su muerte, su padre y su tutor…
Tres pequeñas niñas jugaban con alegría en un patio  repleto de flores infernales  Los bucles de sus cabelleras  rojo fuego ondulaban a su alrededor, perdiéndose en el carmecí de los lirios que las rodeaban,  y sus rostros angelicales, cubiertos de pequeñas pecas, reían de forma extraordinaria.  Eran la cosa más bella que había visto en, ahora, mis siete años de existencia.              
Su amante y amigo…
Me di la vuelta. Mi padre seguía observándome con seriedad. 
Mas nunca, hijo mío, te enamores  de alguna de ellas. Serán tu desdicha y perdición, por más que su rostro sea hermoso, sus alas revelarán sus intenciones…no las ves ahora,  pero cuando  crezcas entenderás. 
Asentí.
Obsérvalas un rato más, cuando estés listo, búscame. Empezaremos el entrenamiento hoy mismo.
Entendidodije, comprometido.
Una vez que se fue, vi nuevamente el agujero…
Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Allí había otro ojo, un ojo azul eléctrico que me observaba atentamente. 
¡Hola! Mi nombre es Ruxandra ¿El tuyo cuál es?

Kain abrió los ojos completamente.
―La dosis se ha terminado, Joven Amo. Descanse, mañana se hará la segunda. 

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