Segunda
Dosis: Consecuencias
― ¿Cómo se siente hoy, amo
Kain?
―Mejor que ayer…peor que
mañana― aseguró Kain con voz contraída.
Sin embargo, a pesar de su
seguridad al hablar, la debilidad de su cuerpo y sus ojeras eran claramente
visibles. No obstante, desde la primera dosis de esa extraña droga, no había
tenido un solo grado de fiebre. Sus padres, incluso, habían decidido marcharse
esta vez, dejándolo a él y a Kimihiro completamente solos, siendo vigilados
únicamente por el lente de la cámara.
― ¿No siente dolor alguno? ―murmuró el anciano
asiático mientras ayudaba a su señor
con la pesada camisa de lana, una vez que la sacó sin dificultad del cuerpo del
muchacho, contrajo levemente la expresión…
…Las marcas de las agujas de
la noche anterior ahora tenían una apariencia de areola purpúrea y desagradable, la piel a su alrededor
parecía haberse contraído y debilitado. Sus costillas eran ahora mucho más
visibles que antes y sus deteriorados músculos no parecían moverse dentro de
esa masa de huesos con piel. Cuando Kain tocó la cama nuevamente con un
suspiro, observó con detenimiento la expresión en el rostro de su acompañante.
Sonrió.
―De no ser por esa cosa…―señaló
la camisa con la barbilla― El veneno no se hubiese mezclado con mi sudor y mi
cuerpo no se hubiese desnutrido de un día para el otro… Pero claro, ellos nunca escuchan.
Los ojos rasgados del viejo
se abrieron de par en par.
― ¿Sabía usted eso?
―Por supuesto, viejo―rió con
dificultad, ahogando espasmos que se convirtieron en una tos dolorosa
rápidamente― No voy a dejar que claves cosas en mi cuerpo sin saber lo que
es…Puede que esté desesperado, pero jamás me considero un extremista.
Kimihiro sonrió a medias pero,
rápidamente, sus facciones se contrajeron. Aunque su amo no lo admitiera, sí
era bastante extremista.
Kain decidió romper el
silencio con rapidez.
―No me has preguntado sobre
lo que vi…―murmuró con tristeza. El asiático siempre se había interesado en el
detalle minúsculo que el chico le daba sobre sus sueños, aunque eran sólo
sensaciones y jamás visiones claras, el viejo siempre lo escuchaba.
La mirada de Kimihiro se
tornó cálida.
―Dígame que ha visto, joven
amo, qué ha sentido…
La sonrisa del joven fue
breve pero significativa, con dificultad se logró sentar en la cama,
encorvándose sobre sí mismo…
―Tuve recuerdos de siete
años enteros…los sentí cada uno en mi cerebro. Si no hubiese sido por los
calmantes, no habría podido dormir anoche. Sin embargo, comienzo a sentirme
mejor, como si lo que me estuvo atando todo este tiempo comenzara a soltarse
con lentitud…
El viejo frunció el ceño, ya
había encendido la cámara, pero ahora dudaba en volverla a apagar o no. Kain
observó el aparato y rió.
―En cuanto a Caleb, pues, es
increíble cómo sus sensaciones, pensamientos e instintos se cuelan en mi…A
decir verdad, al principio lo creí un cobarde…por como aceptó su misión…
― ¿Por cómo la aceptó? ¿Él
no moriría acep…?
―Moriría de todas formas―
Kain suspiró y se encogió de hombros― Caleb supo de forma instintiva que su padre lo mataría
de no aceptar… «No puedes romper el pacto con un mago». Ese es el pensamiento
que vino a mi cabeza―sintió el cambio
en la mirada del viejo― Cuando estuve allí me sentí dividido, pero al mismo tiempo…no lo sé…es extraño. ―frunció
el ceño― Pero…la cosa es, que cuando Ruxandra se presentó, él ya estaba
comprometido. Cuando la vio, no sintió miedo, ni de su padre, ni de ella…fue
sólo una fracción de segundo. Pero esa determinación fue demasiado fuerte…
Se desplomó sobre la cama.
―Quiero comenzar ya.
Esta vez, el dolor fue breve.
Ya se estaba acostumbrando…
Aquél
día de entrenamiento no fue tan fuerte como
los demás. Mi cuerpo ya había trabajado tanto durante estos meses que ya
el dolor de mis extremidades no era tan exagerado, sin embargo, mis pesadillas
durante las noches no habían cambiado en absoluto.
―Ya
han pasado más de dos años…―murmuró
Jhosuá en la oscuridad. Su voz cansada
siempre me daba dolor de cabeza. ―Es
hora que comiences a dominarlos, hermano…
―Los
demonios no se irán…―murmuré
contrayendo la expresión. Agradecí la oscuridad de nuestra habitación, él no
podía verme.
―No
son «tus» demonios. ―farfulló
con molestia.
Cerré los ojos y suspiré.
Él tenía razón, mis pesadillas no eran «mías», esos
demonios no eran «míos». Esa lucha interminable no me correspondía, pero
prefería luchar eternamente a dejarla luchar sola. A dejarla a «ella» sola.
…Ruxandra…, suspiré nuevamente.
Era insoportable tener que esperar tanto para verla
cada día, aún no habíamos cumplido los 16 y era molesto estar limitado a ese
estúpido agujero cada día de mi vida. A ella también le molestaba por
sobremanera, habíamos intentado de todo, pero el Pacto establecido era
imposible de romper por lo que nuestra espera era absoluta.
Era por eso que no podía dejarla luchar sola cuando,
en las noches, no tenía consuelo alguno. La imaginaba cada vez que cerraba los
ojos, gritando sin cesar en la oscuridad
de su habitación mientras sus alas se abrían paso por su espalda, jugando por
debajo de su piel, rasgando sus huesos, rompiendo músculo y carne, bebiendo de
su sangre para luego vomitarla en fuentes amenazadoras… Luchando por hacerse
ver, luchando por cumplir su cometido, luchando porque Ruxa cumpliera el
objetivo que su desgraciada madre le había encomendado…
―Estás
pensando en ella…―farfulló
mi hermano en la oscuridad. ―Sueles
suspirar así cuando lo haces…
Mis pensamientos se escaparon y dejaron entrar a la
molestia.
― “¿Cuándo
no estoy pensando en ella?” Eso es lo que realmente quieres decir…―murmuré, iracundo.
―No
leas mis pensamientos, hermano―dijo
sin inmutarse. ―Sabes
que meterte en mi cabeza te envenenará…
Como respuesta instantánea, sentí la sangre correr
por mi nariz. Me levanté en el acto y encendí la luz.
―
¡Jhosuá! ―me
quejé.
―Insisto…―suspiró―
¿Por qué siempre eres tan impulsivo? Se supone que eres el mayor…El antídoto
está en el buró.
Era increíble cómo hablaba dándome la espalda
descaradamente. Tomé el antídoto con un suspiro. Genial. Ahora tenía que
retrasarme al menos una hora en ver a Ruxa…
―Lo
hiciste a propósito. ―constaté.
―Necesitas
descansar…Nuestro padre se dio cuenta que ya te acostumbraste al nuevo
entrenamiento…
La voz de mi hermano era monótona, pero podía
presentir el resentimiento escondido en sus palabras. Él había sido testigo de
todo mi entrenamiento el día que conocí a Ruxa, él había visto como mi mente y
mi cuerpo habían sido destrozados en cuestión de horas gracias a la cantidad de
peleas y hechizos que había tenido que dominar; y esa misma noche, le había suplicado
a mi padre dividir mi sufrimiento…Pero el Pacto le negaba la oportunidad.
Jhosuá estaba furioso, y por eso decidió
establecerse un entrenamiento privado. Sólo que él era, por mucho, más
habilidoso e inteligente de lo que podría haber sido yo. Quizás en batallas
cuerpo a cuerpo podría ganarle con algo de esfuerzo, pero en cuanto a magia se
refiere, el chico era un completo genio.
Sin problemas, él podía hacer que su cuerpo emanase
una sustancia tan tóxica que podría matar a más de 3000 personas y criaturas
con sólo mover un dedo, podía elevar toda la ciudad por los aires durante al
menos 3 meses y al mismo tiempo liberarla de todos los monstros que se hallasen
en su camino…Pero él no estaba interesado en hacer ese tipo de cosas, porque si
tomaba ese tipo de acciones, podría romper el orden de las cosas y crear un
agujero que acabaría con todo lo que conocemos ¿Trágico, eh?
«Y aún somos jóvenes» Sonreí.
―Deja
de preocuparte por mí, hermanito―
murmuré mientras le hundía la cabeza en las almohadas.
No se quejó. Sonreí y me tiré en la cama. Necesitaba recuperar
horas de sueño…
―Lamento
la demora―murmuré
en cuanto llegué al muro de mármol.
El sol ya había salido por completo, pero,
afortunadamente, mi padre no se percató de mi partida. Como siempre.
―No
te preocupes…― la
voz de Ruxandra se notó contraída. Ninguno había tenido una buena noche― También me levanté tarde…
Fruncí el ceño y me recosté de la pared. Cerré los
ojos y esperé hasta que la sentí a ella colocar su espalda donde estaba la mía.
Con el tiempo, la sensibilidad de mi cuerpo había aumentado, y aunque el muro
nos separara, ya podía sentirla y escucharla con mayor claridad. Pero no la
suficiente.
―
¿Cómo te has sentido? ―susurré.
La escuché sollozar.
―Bien,
Cal…Bastante bien…―respondió
con voz alegre.
―Ruxa…―suspiré y alcé la vista al cielo. ―Ruxa... ―repetí.
Ella sabía que no podía mentirme.
―No
es sobre…las alas. ―murmuró
derrotada―Mi
padre…me ha enseñado algo. Sabía que ella les hacía algo pero…pero…
―Ruxa…―suspiré―
¿Por qué tu padre te enseñó…lo que fuera que viste?
―Porque
yo se lo pedí―admitió― Una vez me dijiste que era imperdonable vivir en
la ignorancia, a pesar del refugio que presentara ¿Cierto?
Asentí y pateé una piedra. Ella no esperó la
afirmación vocal.
―Lo
que vi, Caleb…lo que vi fue terrible. No puedo permitir que…
―Cállate― le ordené― No
quiero que pienses en eso. Tu padre seguro te lo advirtió.
Bufó.
―Sí.
―Entonces
debes esperar a que tu reinado sea «natural».―
“Espérame” susurré en mis pensamientos― Por
favor, Ruxa. Por favor…
― No
haré nada, Caleb. Te lo prometo. No estamos luchando contra esto para nada… Tú
¿Cómo estás? ―añadió.
―Bastante
bien…―farfullé.
―Jhosuá
te envenenó de nuevo…―rió― ¡Ese tono ya es inconfundible!
No pude evitar compartir su risa.
―Es
muy molesto….―murmuré― Y es idiota.
―Es
tu hermano…―dijo
sin dejar de reír― No
seas tan duro con él…
― ¡Él
me envenenó!
―Se
preocupa por ti y te cuida…― su
voz fue perdiendo fuerza―
cosa que yo no hago bien…
―No
tienes que cuidarme, tampoco preocuparte por mí.
―No
quiero tener esta conversación de nuevo―
farfulló.
―Debes
aceptarlo ahora, Ruxandra. ―debatí― No será bueno para nosotros negarnos a lo que
somos…
―Eres
mi amigo…mi mejor amigo. No mi esclavo.
―Sí
lo soy y lo seré. Estaré a tus servicios y de tus hermanas dentro de 4 años
más…
―No…
―
¿No? ¿No quieres que esté contigo?... Con ustedes― corregí rápidamente.
―Sí,
sí quiero.
―Pues
esas son mis condiciones.
―Cambiarás
de opinión.
―No
lo haré.
―Testarudo.
―Ilusa.
No pude evitar sonreír. Faltó poco para que
comenzáramos a reír sin parar ¿Por qué? No lo sé, sólo sé que la risa entre
nosotros siempre era algo bastante inevitable. Nuestras conversaciones eternas
también, todo era inevitable…
…El sentimiento pecaminoso que desarrollaríamos...
También era extremadamente inevitable.
―Se ha acabado la dosis,
amo. ―murmuró Kimihiro.
Kain se llevó una mano al
rostro y suspiró.
―Esto no va a terminar bien―murmuró.
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