5 abr 2012

Dos Almas//Demonio


Demonio


Sabía las intenciones de Eden al pronunciar esas palabras, no intentaba ser condescendiente o amable. Lo que intentaba decir era que si no fuese por mí, él se habría parado a luchar contra esas cosas. La camioneta tomó marcha con un sonoro rugido que me hizo hundir en el asiento.
― ¡¿Por qué te empeñas en detenerme, Lucifer?! ―vociferó. Suspiré― ¡Sabes muy realmente que fue su culpa! ¡Que todo sucedió por ellos!
―Y tú sabes que su número es infinito y que no lograrás nada asesinando a ciegas… ―dije con tranquilidad.
― ¡Pero…!― ahogó su frustración en un suspiro.
Lo observé con detenimiento.
―Déjame conducir― pedí― No estás bien…
Frunció el ceño y esquivó mi mirada, aún molesto. Por como siguiera así, Eden  terminaría rompiendo el volante. Suspiré otra vez.
―Entiende de una vez que no lloro por la forma en que me tratas…―farfullé, pegando la vista a la ventana. ―Sino por el mal que te haces a ti mismo…Eso me duele más de lo que te imaginas.
―No debería― respondió para mi sorpresa― Eres un demonio, después de todo.
― Pero así son las cosas― me reí encogiéndome de hombros. En cuanto le dirigí la vista, se estaba sosteniendo la cabeza con una mano, frotándose la sien― ¿Eden?
―Estoy bien…es lo de siempre…
Suspiré de alivio, los ataques de ira siempre le causaban un dolor fuerte de cabeza. Pero eso se le pasaba con el tiempo, no obstante, parecía algo cansado.
―Túmbate un rato. ―sugerí― Falta poco para Gomorra, conduciré el resto del camino…
Asintió.
―Primero dame un beso…―refunfuñó mientras aparcaba y ocultaba la cara entre las manos. Gracias a su furia nos habíamos alejado bastante de los ángeles.
Quité las manos de su rostro y apoyé mis labios sobre los de él.
―Te amo― susurramos al unísono, antes de intercambiar los asientos y dirigirnos a Gomorra…

…Fueron 4 horas más de conducción aburrida después de eso.   Había notado que Eden solía vigilarme mientras dormía, no entendía el por qué. Es decir, ya le había explicado muchas veces que Gabrielle ya no se presentaba dentro de mi mente, pero él seguía insistiendo.
Suspiré mientras giraba el volante y me adentraba a un terreno pedregoso. Ya faltaba muy poco para llegar, no había árboles cuando salimos de la cabaña y ahora me sumergía en un denso follaje que me mareaba con su movimiento.
De reojo, observé el rostro de mi esposo. Seguía profundamente dormido, su respiración era lenta y regular, eso en verdad me aliviaba bastante.
Quería que ese trayecto durara. Que nuestra historia acabara  en ese momento de paz inusitada. Pero nada podría durar para siempre, una vez que llegamos a Gomorra, todo cambió abruptamente.
No íbamos a poder bajar de la camioneta. Había ángeles por todos lados, no esos seres deformes gigantescos que Eden odiaba tanto, no, esos eran los ángeles verdaderos, las gigantescas ratas aladas que tanto nos  atemorizaban. Ellos representaban, en ese momento, nuestra desdicha, no podíamos hacer nada. Dentro de la camioneta, era una cosa, pero fuera, estábamos condenados.
Eden despertó en silencio, sólo me percaté de su consciencia debido a su brazo que se posaba delicadamente sobre mis hombros.
―Escúchame―susurró― Vas a pisar el acelerador a la cuenta de tres ¿Bien?
Negué con la cabeza. Él pasó sus manos por mi cuerpo con lentitud y rapidez al mismo tiempo. Había aparcado en la oscuridad, a pocos metros de la entrada de Gomorra, donde dos hermosos perfiles alados hacían guardia.
―Lamento no…―suspiró― Haberte advertido de  esto…pero tendré que hacerlo…
Sentí mis ojos hervir y mis manos temblar, poco a poco mi respiración se aceleraba. Eden me sacaba con lentitud del asiento en tanto comenzaba a hiperventilar.
―Contrólate, Lucifer―susurró de forma seductora a mi oído― Déjame hacerlo a mi…yo conduciré ¿Está bien?
―Son demasiados. ―afirmé. Mi voz se hizo doble, y aumentó su gravedad― Ellos…la sacarán.
―No…ellos te matarán. ―dijo Eden, mientras decidía pasarse al asiento conmigo apresada en sus brazos.
―Los odio…pero la sacarán…
Sí, decía incoherencias. Ya no podía pensar con claridad, la ira explotaba en mi cuerpo con tanta intensidad que no podía controlarla. Quería que nos atraparan, quería que intentaran sacar a Gabrielle y que en cuanto toda su atención estuviese centrada en ese propósito, yo pudiese asesinarlos a todos, masacrarlos, comerlos…quería comer. Tenía hambre. Hacía mucho que no devoraba a un ángel. Había tenido uno dentro de mí hace mucho tiempo, pero no podía hacerle nada.
Me había rendido a ella… ¿Por qué me había rendido? ¡Yo no era tan débil! ¡Podía haberla devorado en el mismo instante en que se metió dentro de mí! ¡¿Qué había pasado para que…?!
Escuché un rugido. Era yo, provenía de mi pecho. Sentía rabia, muchísima rabia, algo más había pasado aquella vez. Algo clave, pero no lograba recordarlo ¡¿Qué había pasado en realidad para acabar las dos siendo una existencia única?!
 ―Eden…―susurré. Sentí sus brazos engancharse a mí con más fuerza― ¿Qué pasó esa noche?
No necesitaba más explicaciones, mi esposo sabía a qué noche me refería.
―Estamos aquí para averiguarlo, mi amor…―afirmó. ―Por eso necesito que controles tu hambre…así como me pediste controlar mi ira. Por favor…―cerré los ojos con fuerza, luchando contra el amor impertinente― Por favor…―susurró mientras me besaba―Por favor…
―Basta. ―sollocé.
―No…por favor…por favor…por favor…
―Has lo que quieras. ―farfullé derrotada.
Sólo él sabía cómo hacerme bajar la guardia. Tomó el volante y aceleró en un segundo, atravesando la entrada con un rugido. Nadie nos prestó atención, procuré aferrarme a él y apretar los ojos con fuerza, si miraba a un ángel de cerca, seguro intentaría asesinarlo en menos de un segundo.

Eden recorrió las calles con una rapidez increíble, procuré no ver más allá y centrarme en el calor que desprendía su cuerpo. Acabó registrándonos en un motel, asegurándome que  al siguiente día madrugaríamos para obtener las respuestas que buscábamos. Pero yo no estaba del todo convencida, él afirmaba respuestas vacías como siempre, con un rostro que delataba inseguridad…
Por mi parte, yo sólo quería comer.
―Tienes hambre…lo sé, no tienes que poner esa cara…― murmuró.
―Sabías lo que ocurría en Gomorra―le acusé manteniendo los brazos firmes contra el pecho, no iba a dejar que me manipulara. Ya no. ―Sabías que ya había sido tomada…pero insististe en venir. Todo porque esa bruja te lo sugirió…
―Lu…eso no…
― ¡Es verdad, Eden! ¡TODO LO HAS HECHO POR ESA BRUJA! ¡Ninguno de los dos tenemos aliados aquí! ¡Tú lo dijiste!
Vi cómo se esforzaba por mantener la compostura. Me negué a sentir lástima por él.
―Te dije que tenía a alguien…―farfulló en un tono de voz tenue. Contenido.
― ¡¿Y qué pasa si nos descubren antes de eso?! ¡Saben quién eres y saben quién soy yo! ¡No podemos evitar ser quienes somos! ¡No podemos evitar…!
― ¡NO! ¡NO PODEMOS, DEMONIOS! ―exhaló con fiereza― ¡PERO NO TENEMOS OPCIÓN! ¡SI ESA PERRA NO ESTUVIERA DENTRO DE TI NOS AHORRARÍAMOS MUCHOS PROBLEMAS, LUCIFER! PERO NO―TENEMOS―OPCIÓN. DEBEMOS ACEPTAR LOS HECHOS TAL CUAL SON, ASÍ QUE ¡NO TE DEJARÉ COMER POR MÁS QUE HAGAS BERRINCHES!
Callé. Debatir más resultaría muy infantil por mi parte.
Sentí como su mirada me atravesaba, pude presentir las palabras que bailaban por su cabeza en ese instante, el dolor de esas palabras me atravesaban. Eden sabía que, a pesar del amor que le tenía, el odio entre nosotros no se había esfumado por completo. Nuestra naturaleza llamaba a gritos. Éramos diferentes.
―Lo lamento, Eden…―susurré.
Pero, al alzar el rostro él había desaparecido.

Derrotada por sentimientos inidentificables, apagué las luces y me recosté del catre incómodo en la oscuridad. No me había quedado dormida por completo cuando escuché un suspiro oculto entre las sombras. Apreté la mandíbula para no darme la vuelta y abrazarlo.
No era justo que Eden siempre se saliera con la suya.

Sodoma, 3 años antes.

Sentí su respiración cerca de mí y rápidamente cerré los ojos. Él comenzó a acercarse lentamente, cuidadoso, como había prometido. Me aferré a la columna de madera con temor ¿cómo un simple humano me causaba tanto nerviosismo? No lo sabía. Pero todo cobró sentido en cuando sentí sus manos aproximándose poco a poco...

― ¿Cómo estás?―susurró con dulzura,  sus manos rozaban mis brazos.

Tragué en seco.

―No muy bien― confesé―  Te lo dije...no estoy cómoda con esto...

― ¿Por qué?―preguntó con seriedad, alejándose de mí. Me negué a observar su expresión.

―Porque...―tartamudeé. Con lentitud, deslicé mi vista hacia él...

...Estaba junto a mí, del otro lado de la columna, con la mirada baja y el ceño fruncido. Sufría. Eden sufría, y ya eso no me generaba alegría alguna. No, no quería verlo sufrir. En unos instantes me descubrió mirándole, su expresión cambió a una máscara serena y libidinosa. Sonreí ahogando un sollozo.

―Porque te amo...―revelé.

Su máscara se rompió por completo, colocando los ojos como platos. Rodeó la columna en un segundo y se acercó a mí. El instinto me decía que huyera, que desapareciera inmediatamente, pero yo no quería moverme, notaba su rostro acerándose al mío con lentitud, cerré los ojos nuevamente en tanto sentí sus cálidas manos sobre mi rostro. Su respiración se fue aproximando, el roce de sus labios contra los míos me hizo dar un escalofrío, aunque sólo fue un leve toque, no llegaba aún a besarme. Continuó rozándome por unos segundos, en tanto mis manos se aferraban a su torso. En ese momento, en el que mis manos se aferraron a él, fue que comenzó a besarme como se debe, mordiéndome el labio con dulzura e intercalando su rostro con el mío con suavidad.

―Demonios...―jadeó en tanto rozaba sus labios contra mi mejilla.―Demonios...― me tomó con más fuerza, aferrándose a mi cabello y besándome el cuello― No...No...

Mi respiración comenzó a acelerarse en tanto sus besos cobraban intensidad, sus manos se aferraron a mi cuerpo con fuerza, apresándome contra la columna. Mis brazos se aferraron a su cuello y mis manos a su cabello. Intentaba devolverle sus besos pero no me dejaba, faltó muy poco para que me diera cuenta del dolor anímico que besarme le provocaba. Comencé a llorar desesperadamente, no podía lidiar con todo su dolor.

―Eden― sollocé.

―No...No...―rugió. Me tomó la cabeza entre las manos y se separó de mí. Sus ojos grises impactaron en los míos― No...No puedo demonios... Demonios...―se acercó hacia mí y me besó en la mejilla― ¿Por qué...?― me abrazó con fuerza― ¿Por qué te amo también?

Mi corazón palpitó desmesurado. ¡Me ama! Gritó con alegría, pero mi mente se oscureció con la misma exclamación: Me ama, yo lo amo, y ambos sabemos que esto es un error. No podíamos seguir con esto, teníamos que separarnos, no debíamos estar juntos con estos sentimientos en nuestros corazones. Yo soy un demonio, me decía a mí misma, un demonio y no tengo permitido amar a un humano.

Me besó en los labios mientras deslizaba una de sus manos a mi pecho...

Él tampoco debería seguir con esto. Él, pese a sus aventuras, era un sacerdote, un aniquilador de demonios. Un monstruo que, pese a todo lo ocurrido, le encantaba ejercer su vocación. Él se moría por seducirme y aniquilarme, lo sabía, pero ahora su cuerpo buscaba en el mío todo lo contrario, su cuerpo quería vivir con el mío. Eden quería hacerme suya por completo, con el sentimiento más puro que ninguno de los dos tenía permitido sentir por el otro.

Nuestros cuerpos se acercaron aún más, yo me incliné sobre él sin dejar de besarlo. Poco a poco nos despegamos de la columna, mis manos destrozaban su camisa, el fuego del deseo contenido explotó en mi interior. Él se abalanzó sobre mí empujándome hacia la cama que, inesperadamente, apareció a mi espada. Mis piernas rozaron su cadera, mientras él hundía sus manos por debajo de mi camisa. Escuché como la tela de nuestra ropa se desgarraba, pero decidí ignorarlo mientras nos besábamos con intensidad desesperada, mis labios rozaban los suyos,  luego su pecho y su cuello que ardían con un calor increíble mientras él apoyaba sus labios contra cada tramo de mi piel, y el calor de su lengua  quemaba con suave intensidad. No quería que ese instante desapareciera por la fiereza de nuestras acciones.  

¿Por qué teníamos que hacerlo tan rápido? Me pregunté molesta. Pero en el momento en que fui despojada de toda indumentaria. Eden disminuyó la intensidad y el desgarre de sus besos. Me observó con detenimiento, por alguna razón, me avergoncé de mi desnudez.

―Eres hermosa...―susurró mientras me besaba el rostro con suavidad.

No pude responder. Él mismo me había dejado muda, no solo por el cumplido tan atípico. Sino por la perfección de su cuerpo desnudo, estaba maravillada y cohibida al mismo tiempo ¿merecía yo tanta belleza y exquisitez? ¿A quién estaría privando de tanta dulzura por mi egoísmo? En ese mismo instante, esos pensamientos se borraron. Eden había comenzado...

Desde ese momento, olvidé por completo mis experiencias pasadas. Mi cuerpo se movía con el suyo armónicamente, yo no dejaba de expresar el placer que la acción de su cuerpo me provocaba. Me aferré a su fuerte espalda en tanto él jadeaba a mi oído...

―Lucy...te amo...Lucy... 

No pude decir nada, él desordenaba mis pensamientos con sus movimientos, pero en algún tramo de mi mente explotó una alegría intensa. Con lentitud, desenfreno y exaltación,  ambos abrazamos el Paraíso...


Nuestra respiración estaba acelerada. Yacíamos en la cama bañados en sudor, nuestros cuerpos solo estaban separados por centímetros, Eden me acariciaba la espalda con lentitud.

―Te amo, Eden Enoxeth...―susurré (Sabía que lo había estado gritando, pero necesitaba asegurarme de que lo creyera) ― Y odio hacerlo.―confesé.

Sonrió, completamente agotado.

―Digo lo mismo― susurró con voz ronca.

Sus párpados comenzaron a cerrarse con lentitud, en tanto una gota de sudor resbalaba por su frente.

―Lo siento...―susurró con los ojos cerrados―Lucy...no quiero...

―Shhh...―siseé con dulzura― Duerme tranquilamente, mi amor.

El agotamiento me venció por completo. No lo esperaba a decir verdad, pero había quedado tan satisfecha como él. Me acurruqué en su pecho y poco a poco me quedé profundamente dormida.   



Gomorra, Hoy.

Abrí los ojos con lentitud en tanto pesadas lágrimas resbalaban por mis mejillas. Había pasado tanto tiempo que olvidé nuestra primera noche juntos, recordaba cómo todo había sido. Lo mágico del momento y lo prohibido de nuestras acciones.

Sonreí en cuanto una de sus frases acudió mi mente: "Se olvida el primer beso, pero no la primera noche". Eden siempre era muy creativo después de hacer el amor, en ocasiones le decía que debería escribir un libro en ese momento, de seguro sería un éxito.

―Lucy...―susurró Eden besándome la frente, adormilado.

―Shhh...―susurré levantándome― Iré a pedir un buen desayuno, Amor, duerme un poco más...

Me miró con preocupación.

―Lo lamento...―murmuró para luego sumirse en un sueño profundo.

Sentí un fuerte vacío en el estómago: él no tenía por qué disculparse. Le besé en la sien con lentitud...

...Justo en el momento en que alguien tocaba la puerta con desesperación...

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