7 nov 2010

1. Pasión Funesta


Pasion Funesta


-Buenas noches, Padre.

-Buenas noches, hija mía... ¿Qué hace una novia recién casada en la iglesia a estas horas de la noche? ¿No debería estar con su esposo?

-Necesito un tiempo para rezar, padre... Hablar con Dios en su casa...-bajó la mirada y se quitó la capucha negra...

...dejando ver un  rostro blanco como la nieve, puro y hermoso. Unos labios finos y rojos, naturales. Y unos ojos marrón claro al tono de los bucles de sus cabellos...

-¿Quieres que te confiese?- el viejo cura tenía la expresión agotada y los ojos azules y viejos pedían a gritos dormir un poco...

-No será necesario...-dijo la mujer con cierto nerviosismo.- solo quiero estar sola un rato, puede ir a descansar padre... lo necesita.

El viejo asintió y le dio la bendición. Luego se fue a su habitación con paso rápido, a la espera de la gran siesta que tanto había esperado en el día.

La mujer comenzó a encender cada una de las velas del altar, a paso lento y cabizbaja. Cuando acabó se arrodilló en el altar y puso la cara en el suelo...

-¡Señor! ¡Te lo ruego! ¡Solo un hijo!-sollozó y juntó sus manos por encima de la cabeza- ¡Quítame esta maldición solo por un momento! ¡Déjame darle un hijo! ¡Hazme digna de él! ¡Por favor! 

Una ráfaga de viento apagó todas las velas de la estancia. Pero la mujer continuó arrodillada, suplicando...

-Elizabeth...-dijo una voz profunda y cautivadora... Elizabeth...

-¿Señor? ¡Por favor! ¡Ayúdame! Dios mío, ayúdame... ¡Solo quiero tener un hijo! ¡Un hijo para él! Para mi amado...

-Lo sé, Elizabeth- respondió ¿Estarías dispuesta a dar lo que sea? ¿Solo por darle un hijo?...será tuyo Elizabeth...tuyo...

-Y de él Señor. Lo criaremos juntos, sea niña o...

-Oh, Elizabeth. Sé que lo cuidarás... pero no ha respondido...mi querida Elizabeth...

-Daré lo que sea, así sea mi vida...Seré suya una vez que haya tenido la edad suficiente...

-Serás mía...

El viento sopló con más fuerza y el altar se tiñó de un negro profundo, una negrura eterna se extendió por todos los rincones de la iglesia. Y solo la luz de la luna iluminó el sitio donde se encontraba Elizabeth arrodillada. Los rostros de los santos desaparecieron, y el gran Cristo en la cruz comenzó a sudar...sangre salió de la herida de su costado, pero la mujer no tuvo oportunidad de verlo. Sus ojos estaban cerrados y su rostro estaba oculto...la oscuridad invadió el Cristo en su totalidad...y la estancia se congeló del helado viento.

Los pies descalzos de un hombre se posaron sobre el frio suelo de madera, con el torso desnudo, dejando ver una complexión fornida y dura; una gran tela blanca ocultaba parte de sus piernas...unas alas de plumas negras salían de su espalda, besando el suelo húmedo con audacia. En su brazo derecho, un tatuaje negro se extendía hasta la muñeca...

Miró a Elizabeth que estaba postrada en el suelo con unos ojos gris azulado, su mirada delataba dolor. Pero su expresión era del todo seria, solemne. Su ondulado cabello negro azabache estaba recogido en una coleta que le llegaba hasta un poco más de la nuca...

-Levanta la mirada, mujer. dijo con voz solemne. Apoyando una rodilla en el suelo...

...Elizabeth obedeció y se quedó anonadada por la belleza del hombre que se encontraba ante ella. Este le tomó la barbilla entre sus grandes dedos y le terminó de alzar el rostro. La hermosa mujer se enamoró al instante, lágrimas culpables cayeron por su rostro...delatando su gran arrepentimiento...

-No llores, Elizabeth- pidió Abbadon

-¿Eres un ángel? ¿Me has venido a responder mis suplicas?

El Caído bajó la mirada, y frunció el ceño un instante. Luego asintió con vacilación.

-Haz lo que te digo...y tendrás a tu hijo...

-Haré lo que me ordene, Señor.

El demonio apoyó sus labios en los de la dama con resignación, esta se quedó paralizada por un instante y luego empujó al hombre lejos de ella, ahogada por completo en un mar de confusión...

Estaba casada, y no podía enamorarse de nadie más. Se había entregado a su esposo esa noche...en cuerpo y alma...

-Lo siento...no puedo...-sollozó Elizabeth.- él...

-¿No quieres a tu hijo, Elizabeth?

-Si...pero, me niego a traicionar...

-No, mujer, no estas traicionando a tu esposo. Eres pura, Elizabeth...haciendo esto...no lo traicionarías jamás... Tendrás que hacer lo que te diga...pero si no lo quieres así, no tendrás a tu hijo... Si no estás dispuesta a... al decir esto se empezó a levantar y desvió la mirada. El labio inferior le tembló levemente, pero la mujer no se percató de nada.

-¡No! ¡Haré lo que me diga! ¡Por favor!...

-Entonces, entrégate a mí por cinco noches...empezando con esta. Tendrás que venir a mi luego de que tu marido te toque, solo así podrás dar a luz a tu hijo...

Elizabeth se mordió los labios.

-Vendré aquí...

-No, Elizabeth...Aquí solo será esta vez...luego, búscame en la caballeriza. Te prometo que quedarás embarazada al sexto día.

-Sí señor. No dudo de su palabra...

-Una cosa más Elizabeth.... Si por alguna razón, decides dejar a tu marido...no le digas a nadie y llámame... Eres sagrada, y te recibirán en el cielo por tu hijo... tu hijo será bendito, Elizabeth. No dudes de eso jamás...

Elizabeth titubeó. ¿Cómo era posible que decidiera dejar a su marido? No podía, no...Se supone que ella estaba enamorada de él y por eso se habían casado... Eso era lo que su fallecida madre le había dicho...que estaba enamorada, desde pequeña se lo había repetido...”te casarás con Nicholas Adolphe, el sucesor de la gran familia Adolphe, los más acaudalados del pueblo...”, desde siempre y siempre habían estado juntos...

...Escribía su apellido junto a su nombre en su diario. Y él siempre la había tratado bien, no conocía a otro hombre... él era su Nicholas, su amigo fiel Nicholas...

Será nuestro hijo Nicholas...

-No tengo dudas, haré todo lo que usted diga...

-Llámame Abbadon... Siempre que me llames vendré para ti...no dudes de eso nunca, pero tienes que llamarme...alza tu voz siempre...

-Así lo haré Abbadon, ángel del Señor...

El demonio abrazó a la humana y la besó profundamente. Poco a poco...la fue despojando de sus vestiduras, con un cuidado del que sólo un ser como él era capaz de manejar...





Conforme pasaban los días, la humana tenía sus encuentros nocturnos con el “ángel”. Y mientras más pasaba el tiempo, más se encontraba sumergida en sus encantos...veía la diferencia muy marcada entre su esposo y él...

Nicholas era agresivo y frio, solo satisfacía sus placeres sin pensar en los de ella. Pasaba el día con él, y hablaban...se presentaban a la sociedad con las caras limpias y vestimentas caras, pero... ¿cuál era la diferencia? Dormían juntos en la misma cama, eso era todo. Elizabeth no podía evitar sentirse algo sucia, y desgraciada... Ella no había escogido a ese hombre, aunque lo quisiera, no era más que una gran amistad y compañerismo. Elizabeth no conocía el amor, no con él... No con el hombre a que la confinaron desde pequeña...

Mientras que el ángel, Abbadon, era dulce y delicado. Sus besos siempre eran cálidos y suaves... Hablaban de vez en cuando, y compartían su calor las pocas horas que pasaban juntos. Se sentía extraña cuando estaba con él, atraída y entusiasmada. Los latidos de su corazón se desbocaban cada vez que se escapaba para verle, se sentía en un sueño...que le costaba despertarse. Él no se iba de las primeras...la acunaba entre sus brazos y la observaba por un rato largo antes de besarla, de tocarla., ella no conocía nada él. Pero nadie la miraba como él lo hacía, con una necesidad profunda y calidez...encontraba en sus brazos un alivio gigante. Era libre. Con el ángel, era libre y feliz...no se sentía sola y encadenada... ¡Qué más quisiera ella! Que la hubiesen atado a ese hombre, y no era por su belleza o su manera de amarla...no, era por su mirada arrolladora e intensa, por esos ojos hermosos e incitantes...que de alguna forma le decían que la necesitaban, que necesitaban de ella... De una simple y desdichada mujer indigna de su esposo...

Elizabeth se entristeció profundamente en cuanto llegó el quinto día. De forma tan visible que Nicholas se percató un tanto, pero, temeroso de que se tratase de algún tema de mujeres que no le daba mucho interés no le dijo nada. En cambio, el Caído no dudó en susurrarle al oído esa noche:

-¿Qué es lo que te preocupa, Bella?

La mujer comenzó a llorar desesperada, ya no tenía idea de que era lo que iba a hacer. No podía dejar a su esposo, no....Pero tampoco quería dejar de ver al ángel.

-Señor, perdóneme mi atrevimiento...-dijo entre sollozos y cubriéndose la cara con las manos- pero, ¿podría volver a verlo? Solo verlo...al menos unas cuantas veces más...

-Claro que puedes, mi bella Elizabeth- dijo mientras tomaba a la mujer en brazos y la apretaba contra su pecho- Sabes que puedes llamarme, llámame cuando quieras y estaré allí para ti..

-Gracias...mi amado...Aabbadon- dijo la mujer entregándose a la inconsciencia, adormilada, no se percató del gran significado de las palabras que había pronunciado...


A la mañana siguiente, Elizabeth despertó en su cama. Sola. Completamente sola...

No faltó mucho para que las náuseas comenzaran y la obligaron a levantarse de la cama, llamó entre sollozos y arcadas a la servidumbre de la casa, quienes la atendieron con un cuidado feroz y mandaron a llamar al doctor y al esposo de la joven....

La noticia del embarazo de la reciente novia se extendió por el pequeño pueblo, y rápidamente se organizó todo para una gran celebración entre las dos familias a la que Elizabeth no tuvo la oportunidad de asistir. Las náuseas eran horribles y sudaba en frio, no comió nada durante todo el día a pesar de las muchas sopas que sus doncellas le traían a  ratos.

-No te preocupes, Nick...

-Pero...es que, querida mía, te ves muy mal. Deberías intentar comer algo... dijo Nicholas con sus profundos ojos verdes llenos de preocupación  sincera, y un amor profundo. 

-intentaré mañana, te lo prometo. Vete ya, te deben estar esperando...

-No te quiero dejar...no para esto, no quiero presentarme ante la sociedad si eso significa que te deje aquí sufriendo. Este pequeño también es mío, Elizabeth.- posó su mano levemente en el vientre de ella.

Ella sonrió y acarició la mejilla de su esposo. ¿Cómo era posible que no pudiese llegar a amar a este hombre? Él lo daba todo por ella, él si la amaba... ¿Por qué ella no podía amarlo también? ¿Por qué se sentía tan desdichada y sola? Sabia, en lo profundo de su corazón, que él la hubiese dejado si no era capaz de traerle un hijo... Pero así eran todos ¿verdad?

-Aun así, amor. Ellos han preparado todo...y no podemos defraudarlos, te acompañaría...pero...

-No, quédate. Volveré tan pronto como pueda.- le dio un beso en la frente fría y sudorosa y se despidió de ella.

-No se preocupe señor, cuidaremos a madame, como nunca...-dijo la doncella que esperaba en la puerta con un cuenco de agua tibia.

-Te los encargo, Lucinda. Muchas gracias.- dijo Nicholas

Esa noche, Elizabeth estuvo sumida en una fiebre altísima. Entre sollozos y alucinaciones llamó a Abbadon una y otra vez, los sirvientes se sintieron nerviosos... no tenían ni idea de quien era ese hombre, pero, dudaban que la mujer hubiese traicionado a su esposo. Una vez que estuvo sumida en un sueño profundo, los sirvientes se fueron a sus camas para dejarla descansar. Cuando una mano fría y agradable al contacto hirviente de la frente de la mujer apareció en la oscuridad...

Los sirvientes se acurrucaron en sus camastros, debido al horrible frio que inundó toda la casa. Las velas de los santos se apagaron y, poco a poco, todo animal de la estancia se escondió en su guarida, una serpiente con las mandíbulas abiertas hacia un ratón se quedó congelada y huyó hacia lo profundo del bosque, el ratón se enterró en un agujero, un perro se escondió debajo de las sillas del patio y una flor de bella a las once se cerró y se marchitó a la hora de su nacimiento...

-Elizabeth...-dijo el caído mientras acariciaba el rostro de la mujer. 

-Abbadon...-sollozó esta y extendió pesadamente sus brazos hacia él- No es un sueño...

-No, querida mía. Me llamaste y he venido tal y como te lo prometí.- la voz se le quebró y la tristeza se apoderó de las facciones del ángel.

-¿Qué sucede?- Preguntó Elizabeth al sentir la tristeza en la voz de su amado, no podía ver su expresión por la oscuridad que reinaba en la habitación.

-No puedo quedarme por mucho, bella... Hay...cosas que tengo que hacer, pero estaré aquí hasta que te duermas y la fiebre baje. Te prometo que para mañana no te sentirás de este modo...estarás mucho mejor, mi hermosa Elizabeth...

-Gracias, lo comprendo, Señor... solo quería verlo, eso es todo...

Abbadon se acostó en la cama tomando a Elizabeth en sus brazos, así, encantada por la presencia de su gran amor angelical. Se quedó dormida en un profundo y pacifico sueño reparador...


Los meses pasaron y Elizabeth decidió ser fuerte y no llamar más a su querido ángel. Conforme más tiempo pasaba con su esposo se dio cuenta de lo dulce que podía llegar a ser, a pesar de que jamás lo demostrase, pero...solo faltaron nueve meses para que se diera cuenta de la verdadera cara de su marido, y de que debió dejarlo hace bastante tiempo...

Elizabeth estaba sentada en el patio, con la mirada fija en el horizonte, acariciando su hinchado vientre, observando como el sol se escondía detrás de los árboles. Su esposo llegaría a casa dentro de poco, lo había estado esperando toda la tarde, paciente...como siempre. Cuando empezó a sentir las contracciones.

El dolor era inminente y potente, llamó a su sirvienta, la más leal y siempre presente: Lucinda. Cuya belleza de juventud estaba eclipsada por unas pocas arrugas en sus ojos y su piel color de la tierra le brindaba el más caluroso de los aspectos. Lucinda llevó a su madame a la cama casi cargada, llamando a gritos a su esposo, Julián, para que buscase al médico.

Cada vez más las contracciones abrumaban a Elizabeth, cada vez más seguidas. La mujer gemía de dolor y se aferraba a la mano de su doncella mientras sollozaba.

-Madame, aguante un poco...ya Julián trae a su esposo y a su médico...- repetía Lucinda una y otra vez.

Elizabeth gimió y lloró ante el dolor que le atravesaba el vientre, suplicaba a su hijo una y otra vez para que esperara, esperara que su padre estuviese allí...

-Madame...-llamó Lucinda- Escúcheme madame, no puede perder el conocimiento...dígame, como lo llamará...

-Si es niña- una punzada de dolor le hizo encoger la expresión- Alexandra- suspiró.

-¿Y si es barón?

-¡Jack! dijo con un fuerte grito. Un líquido amarillento empezó a rodarle por entre las piernas...

La mujer empezó a gritar... pero se quedó sin fuerzas al momento. Lucinda repetía  constantemente que su marido llegaría pronto...pero esa no era la persona con la que Elizabeth quería estar, no, ella quería ver a su amado ángel otra vez, quería ser fuerte sí, pero no podía resistir ante la tentación de verlo...después de todo... era a él a quien consideraba el padre del niño.

-Ab...- fue lo único que pudo decir. Intentó llamarlo una y otra vez, pero su nombre no salía de sus labios.

No podía llamarlo. Abbadon no vendría. Él no estaría allí con ella....

Elizabeth sollozó e imploró unas cuantas veces pero lo único que podía decir era “el padre de mi hijo” no llegaba a pronunciar su nombre nunca, poco a poco una gigantesca fiebre se apoderó de ella y  ya no pudo gritar, la voz se le fue poco a poco...sus lamentos cesaron. Llegó el doctor. Nicholas apretó la mano de su esposa....

...El llanto de un bebé llenó todos los rincones de la casa...

-Es un barón- dijo el doctor envolviendo al niño en una tela.

-El pequeño Jack- dijo Lucinda entre lágrimas.

-¿Jack?-preguntó Nicholas con el ceño fruncido.

“Así se llamará...” articuló Elizabeth con su hijo en los brazos y una sonrisa de afecto. Pero al darse cuenta de que su voz no producía sonido alguno, comenzó a toser tratando de aclarar la garganta. Intentó hablar otra vez, pero nada.

-¿Qué es lo que pasa doctor?- exclamó Nicholas con un leve temblor en la voz.

-Parece que ha perdido la voz...esto sucede muy pocas veces, y por lo general...vuelve con el paso del tiempo, no creo que sea algo por lo que deba preocuparse.

-Ya veo...entonces, Jack eh? Nuestro pequeño...- se acercó al bebé y este abrió los ojos repentinamente- ¿Qué demonios? ¿Qué tiene en los ojos?

Los ojos del niño eran extremadamente claros y del color de la plata, no eran grises como se supone que nacen los niños, no, eran completamente plateados y brillantes...

Elizabeth apretó al niño en sus brazos, reconoció la mirada, el color de piel y el leve atisbo de cabello negro en la cabecita del niño. Era idéntico a Abbadon, era su hijo, era el hijo de un ángel. El niño apoyó su pequeña mano en el rostro de su madre y la miró fijamente unos instantes, luego se durmió calmadamente aun con su pequeña mano en la cara de Elizabeth.

Fuera de la casa se oyó un sonoro siseo. Como si mil serpientes sacaran sus lenguas al mismo tiempo, los perros comenzaron a aullar justo después que las serpientes, como si se estuviesen lamentando por alguna razón...

-¿Qué fue eso?- le preguntó Lucinda a Julián entre susurros.

-No lo sé, pero...ese niño... Julián se detuvo, el niño se revolvió en los brazos de Elizabeth y miró a Julián con esos ojos grandes y plateados, y extendió su pequeña mano hacia él. Julián se enterneció ante el gesto del niño y pidió permiso a su madre para acercarse, esta asintió.

Julián colocó su dedo color carbón en la pequeña mano del niño. Que se vio aún más blanca contra el contraste de colores, el niño pareció divertirse y apretó aún más la mano alrededor del gran dedo del hombre y la agito con una pequeñísima fuerza hacia arriba y hacia abajo...

-Doc...sus ojos...-susurró Nicholas mientras se llevaba al doctor a una esquina de la habitación.

-No tengo ni idea, Nicholas- dijo el doctor, mientras se limpiaba las gafas.- Estoy seguro que no está ciego...míralo bien...

El niño se comenzó a dormir nuevamente soltando poco a poco la mano del sirviente.

-Pero, es que...

-Dale tiempo, al igual que tu esposa... quizás sus ojos cambien de color al mismo tiempo que ella recupere el habla. Cualquier cosa han de llamarme ¿Está bien? Aunque en estos días estaré algo ocupado... se espera que los niños de muchas otras familias nazcan en esta temporada...

-Ya veo, Alphonse...muchas gracias-le estrechó la mano a su buen amigo y lo despidió.

Renuente, Nicholas se sentó junto a su esposa en la cama y cargó con sumo cuidado a su hijo.

- Es tan pequeño, Ely...

Ella asintió y besó a su esposo en la mejilla. Con una mirada, les pidió a los amables sirvientes que saliesen de la habitación luego que limpiaron y recogieron todo. 

-Pero no es mi hijo ¿verdad?

Elizabeth puso los ojos como platos y se levantó despacio de la cama. Buscó el papel y las plumas que Lucinda le había traído y escribió rápidamente.

“Claro que si”

-No, no es mi hijo Elizabeth.

“¿Por qué dices eso?”

-míralo bien, se parece muchísimo más a ti...de mí no sacó nada...

Elizabeth se relajó y puso los ojos en blanco.

“Dale tiempo y…“

-¡¿Dónde está mi nieto?!- se escuchó una vieja voz masculina  en el pasillo.

-¡Ansío ver a mi bisnieto! ¡Deberá tener los ojos de su padre!-dijo otra voz más vieja y femenina.

Una muchedumbre se comenzó a escuchar con más intensidad. Elizabeth miró a su esposo horrorizada, no podía recibir a nadie ahora y el niño recién había comido.

-No te preocupes amor, les di instrucciones para que no dejaran entrar a nadie. Duérmete, yo pondré al pequeño Jack en la cuna...

Elizabeth sonrió y suspiró. Se quedó dormida al instante y su esposo la acompañó toda la noche, profundamente dormido a su lado. El niño. A pesar de ser un recién nacido, no lloró ni una sola vez esa primera noche...




Al día siguiente, en las primeras luces de la mañana entraron en la habitación una buena cantidad de abuelos, tíos y bisabuelos... Elizabeth aun no recuperaba su voz y eso la ponía nerviosa. El niño lloró en la mañana y ella le había dado de comer. Desde entonces lo que había hecho era dormir.

Por lo que cuando despertó y se encontró con toda la muchedumbre se le escapó un grito ahogado, sostuvo al niño en brazos todo el tiempo evitando que el ruido de las conversaciones pudiesen despertarlo.

-Oh! Pero ¡que hermosura! dijo Anastasia, su abuela paterna al verlo dormir

-Sí, bien hecho Nicholas! ¡Felicidades hija mía!- dijo el padre de Elizabeth con una sonrisa nerviosa en su rostro.

-¡Un buen regalo del señor!- convino Agathe, cuyas arrugas dejaban ver los buenos años de una gran bisabuela.

El niño se quejó y se revolvió en los brazos de su madre.

La habitación se silenció en cuanto el niño abrió los ojos. Y dejó ver un iris plateado y cambiante. El bebé observó todas y cada una de las caras asombradas...

-Ve ahora, padre.-Elizabeth no se había percatado de que Nicholas no estaba en la habitación hasta que lo oyó en la puerta...-Sus ojos...

-Dios Mío...Ave María Purísima- el padre caminó apresuradamente hacia el niño...

...eso lo asustó y comenzó a llorar pegándose a su madre...

Se produjo un gritito entre los presentes.

-Es el hijo del demonio...- susurró la madre de Nicholas

El padre se santiguó.

-Ay, hija mía...

Elizabeth negó con la cabeza y apretó a su hijo contra su pecho, miró a su esposo suplicante. Pero este le dedicó solo una mirada fría y por encima del hombro.

Indignada Elizabeth intentó hablar desesperadamente, pero las palabras no salían de sus labios. Comenzó a llorar y su hijo colocó su pequeña mano en la mejilla...recordó así lo que Abbadon le había dicho “tu hijo será bendito, Elizabeth. No dudes de eso jamás...”. Miró a su hijo unos instantes y luego miró fijamente a los presentes.

“Es mi hijo y de Nicholas...” articuló despacio.

-Permíteme diferir, esposa mía.-dijo Nicholas mirando a su suegro más que a su esposa- Este niño no es mío y no tendrá mi apellido. El niño está registrado como Damon J. Lucebell

“¡Es mi hijo! ¡Y tendrá mi apellido!” articuló Elizabeth con furia, esperando que de su voz saliera un grito, pero nada.

-Lo siento mucho, hija. No queríamos creerlo... no esperábamos que el niño...

Elizabeth no lo podía creer, todos eran unos falsos. Todos estaban actuando, todos la habían engañado... ¿Había dejado ir a Abbadon por esto? ¿Por ese insensible y horrible hombre que tenía por esposo y por el que su familia lo había condenado? Elizabeth se echó a llorar desconsolada. En cuanto sintió un frio contacto en su piel, dio un respingo y el bebé comenzó a llorar desesperadamente.

-¡La cruz! ¡Rechazó la cruz!-gritó Agathe

-¡Esos ojos! ¡Son los ojos del demonio!- saltó Anastasia

-¡es el hijo del demonio!-repitieron los demás familiares.

-¡Súcubo! Gritó el padre de Elizabeth- debemos matarlo.
Elizabeth escandalizada negó con la cabeza y sollozó. Apretó a su hijo aún más y lo refugió entre sus brazos.

-¡Por favor! ¡Seáis conscientes! ¡Si lo matamos su ira vendrá contra nosotros!

- ¿Qué nos dice padre? ¿Deberán dejarlo crecer entonces?-dijo una mujer muy gorda y vieja ataviada con un apretado vestido negro.

-Sí. Mientras este no se dé cuenta de lo que es...lo dejaremos crecer normalmente, no debemos matarlo...Quizás así olvide su naturaleza y se vuelva humano...

¿Se están escuchando?, pensó Elizabeth. ¡Es solo un niño!

-Pues no lo criaré como mi hijo...esa cosa, no es mi hijo.-dijo Nicholas, eso destrozó a Elizabeth.

Se sintió vacía, completamente vacía. Observó cómo cada una de las personas que hace momentos planearon la muerte de su hijo retirarse de la habitación sin expresión alguna en el rostro, sus caras eran todas vacías...ya no representaban nada para ella.

-¿Madama...?-llamó Lucinda- Oh! Madame

Lucinda abrazó a Elizabeth, esta no sintió nada...estaba como en otra parte, como si estuviese soñando.

“Esto no puede estar pasando” articuló Elizabeth.

-Madame, ese es su pequeño. Mírelo. No haga caso ha nada de lo que diga Madame. Él es su Jack, su pequeño Jack.

Elizabeth asintió decidida.  Ahora, no haría nada más que criar a su pequeño, dentro de uno de sus recuerdos de la habitación atestada le pareció ver como decían que no le dirían nada de esto a nadie...como agradecían que la casa estuviese tan lejos del pueblo, pero no estaba segura...ya que, después de que Nicholas habló, todo se volvió nada para ella...


2 comentarios:

Krellan dijo...

A mi parecer, narras de una forma muy elegante, la sucesión de situaciones estuvo fluida, y muy agradable... Felicitaciones!

Kathe dijo...

holaa muchísimas gracias por comentar y por leer definitivamente * 3* jeje espero que el resto de la historia sea de tu agrado y eres bienvenido a leer las demás * 3*