IV: Prueba Mutua
Habían sido sólo cinco palabras pero ellas me
habían hecho dejar de pensar en todo. Dudé por un momento en su promesa de
“privacidad” pero no parecía haber mentido, ella no hacía ningún comentario y
su silencio era incluso tranquilizador.
Honestamente, estando callada me gustaba más.
Me ocupé de recuperar algunas horas de sueño, después
de todo, me había sido imposible moverme
de la cama luego de haber recibido el rehabilitador vaso de agua. Aún no me
había recuperado por completo, eso me molestaba, pero decidí ignorar la
molestia por mi propio bien.
Está bien, está bien, admito que eso sería aceptar el
concejo de la chiquilla; pero aunque pequeña, dictadora y loca, podía ser
bastante inteligente. Si no fuera así,
no la hubiera escogido como contratista.
Ella seguía en la habitación cuando me quedé dormido
por segunda vez, nuevamente, pensando en ella. Esta vez sí era consciente del
sueño que sucedía a través de mis párpados, pero cuando intenté detenerlo, ya
era demasiado tarde…
Todo era difuso, la luz del sol cegaba mis ojos.
Pero había alguien frente a mí, lo sabía porque justo había chocado con ella.
Una figura pequeña y menuda se acercó a mí y me tendió su pequeña mano borrosa:
― ¿Estás bien?
Pronto la escena cambió, la pequeña mano había
desaparecido, y con ella la luz del sol, todo era oscuridad. Tenía un
sabor extraño en los labios ahora,
semejante al óxido de algún metal, pero mucho más suave. Poco a poco pude
identificarlo…el olor…la textura…la extensión del líquido en mi piel, no tenía
la necesidad de observar mi cuerpo, podía adivinar su color: escarlata. Estaba
cubierto de sangre.
Traté de aclarar la vista, había pequeñas luces a mi
alrededor, como reflejos de la luna sobre gotas de agua, apreté los ojos un
poco más y los abrí. Ahora podía detallar los cuerpos con facilidad, todos
cubiertos de sangre, negra, a la luz de la luna llena. Escuché un grito a la
distancia, un grito ahogado seguido de una risa escalofriante, reconocí mi voz
en el sonido, el recuerdo de un eco lejano…
Alcé la vista, la luna era roja en su totalidad,
como si la sangre derramada reflejara su tonalidad en ella. Hermoso, mágico,
espectacular…
Todo se sumió en oscuridad. Alguien me tenía preso
en sus brazos, no podía moverme. Más bien, no quería moverme, esos brazos me
habían salvado, me llevarían a un lugar mejor, me liberarían…no, no era así.
Esos brazos me lanzaron a las brasas del infierno
sin darme más explicaciones. Las llamas quemaron mi cuerpo a su placer, todo mi
ser ardía. Traté de reprimirme, pero no podía dejar de gritar, mi rostro se
chamuscaba, poco a poco, pero el fuego se detuvo sólo en partes específicas, no
llegó a tocar mis extremidades por completo, todo cambiaba, la mitad de mi
rostro se chamuscó casi por completo, sentía la piel contraerse y romperse a
medida que el fuego ejercía fuerza contra ella. Escuchaba con impotencia el
crepitar de las llamas al impactar con la piel de mi espalda, que se rompía y se desprendía como si fuese
un pedazo de carne cocinándose, en ese momento, yo debía parecer una especie de
leño gigantesco, con llamas saliendo de mi cuerpo en lametazos, pero no podía
ver, no con claridad…todo era difuso: claro, oscuro…no podría precisarlo. Pero
el hecho era que mis gritos no dejaban de aturdirme haciendo ecos en lo que
ahora se volvía oscuridad…
― ¡JACK!
Abrí los ojos de golpe. Caithlyn estaba sobre
mí. Aguanté la respiración para no quitarla de un manotazo.
―Apártate― pedí con falsa amabilidad.
Ella no hizo caso y me tomó el cuello de la
camisa con un puño.
―Por como ella haya escuchado, haré que te
amarres a ti mismo a la cruz de la iglesia. De―cabeza.
Fruncí el ceño.
― ¿Kate está todo bien? ―dijo una voz
escaleras abajo.
Puse los ojos como platos. No estábamos solos,
ese era el problema.
― ¡Sí, Claire! ― respondió con naturalidad y
amabilidad sin dejar de verme como si quisiese arrancarme la cabeza. Aterrador.
―No tienes de que…
Mi contratista se detuvo al escuchar los pasos
apresurados de su (¿era madrastra o hermana?) “pariente” subiendo las escaleras
a la carrera.
― ¿Segura que estas bien, Kate? ―dijo jadeando
en el vano de la puerta. Ladeé el rostro para observarla de frente, era una
mujer muy joven, de baja estatura y cabello castaño muy claro, casi llegando
al dorado. Sus ojos grandes reflejaban
las tonalidades de su cabello.
Mi contratista suspiró con desgana.
―Sí, Claire, sólo estaba buscando el termo en
la litera y resbalé― alzó el objeto para hacer énfasis.
«Lo
cual es verdad, por cierto, caí sobre ti antes de que empezaras a gritar.» pensó, dejando que
la escuchara.
Puse los ojos como platos
«¿Es en serio…?»
―Pero no te pasó nada, ¿Verdad? ― insistió la
mujer. Hasta yo me estaba comenzando a impacientar.
―Ya te dije que no…―
sonrió Caithlyn, para mi sorpresa― Me dijiste que lo necesitabas…―agitó el
termo― Te ayudaré a fregar…
―Uhmm…―murmuró Claire
interrumpiéndola, mientras se acercaba y le quitaba el termo a Kate de las
manos― Está bien…vamos…
Puse los ojos en blanco
al leer los pensamientos de la mujer, quien bajó las escaleras sin esperar a
Kate: Debe haber visto algo, lo sé, está
mintiendo. Hablaré con Esteban, está muy rara, creo que no deberíamos dejarla
sola así… ¿o será que la he descubierto hablando con alguien? No, no es
posible…
Sí, era su madrastra.
«¿Es
así todo el tiempo?» le
pregunté a mi contratista mientras ella se bajaba de mi pecho con rapidez.
«Así
¿cómo?» frunció
el ceño.
«Tan
desconfiada.»
Sonrió.
«Eso
no es nada, Jack. Ven conmigo»
― ¡Claire, voy al baño! ¡Espera un segundo! ―gritó
al bajar las escaleras de la litera.
― ¡Está bien! ―farfulló la mujer.
Kate esperó a que yo bajara y fue al baño sólo
para cerrar la puerta, con una fuerza leve. Luego me guió al cuarto contiguo a
su habitación, al parecer, una especie de estudio pequeño con un sofá color
esmeralda, dos sillas de oficinista y un escritorio amplio. Sobre él había una
laptop encendida y un montón de cuadernos abiertos.
«Supongo
que, como mi demonio, te interesa la relación que tengo con mi familia.» Murmuró mientras
se dirigía al escritorio y mecanografiaba algo en el ordenador sin hacer
demasiado ruido.
―La confianza es esencial…―asentí― Y no te
preocupes, aparte de ti, nadie puede oírme.
«Confianza»
se
burló «Creo que eso, desde ya, será un
problema. Escucha…creo que ya le
atendió…»
Segundos después, la voz de Claire se
escuchó en la habitación. Aunque muy tenue, se entendía a la perfección lo que
tanto ella como su interlocutor decían:
―Esteban, la escuché gritar.
Puse los ojos en blanco, Kate reprimió la risa
ante mi expresión.
― ¿De verdad? ¿Y no sabes por qué…?― la voz en
la línea se escuchaba tan sorprendida como la de la mujer.
―Dice que se resbaló, pero no lo sé, está muy
rara. ¿Recuerdas aquella vez que se quedó mirando la pared cuando tenía seis
años…? Creo que era esa expresión…
―No me jodas. ― murmuré. ― Salgamos de aquí,
Kate… ¿Kate?
Ella estaba demasiado concentrada en lo que
hacía y sus oídos estaban tapados con pequeños audífonos, al parecer, ella
utilizaba ese “escape” con frecuencia. El sonido de una voz muy conocida para
mí se escuchó en el ambiente, esa voz me gustaba demasiado, era, de hecho,
inconfundible…
«
¿Aficionada a Evanescence?» murmuré en pensamientos mientras pasaba la vista de
ella a la biblioteca a su lado (la cual había ignorado al entrar) la cantidad
de libros y la temática de cada uno me sorprendieron bastante. «Y al ocultismo también, al parecer…»
Sentí su mirada en mí, me di la vuelta.
Ella estaba sorprendida, se quitó un audífono para hablarme.
«¿Sabes
de música?»
―Por supuesto, Kate― me reí― Lo malo de vivir
tanto tiempo es que te aburres con facilidad…también he leído muchos de estos…―examiné
unos cuantos títulos. ― Veo que te has leído “La Clave Gaudí” muchas veces…
―Es mi favorito…―murmuró, incrédula, en voz
alta sin darse cuenta. Negó con la
cabeza muchas veces.
«Pero…
pero… no lo entiendo» suspiró una sonrisa «¿Qué
eres, Jack? ¿Una especie de Louis de Pointe Du Lac?»
No pude evitar sonreír y encogerme de
hombros.
―Honestamente, Kate, podría decirse que sí…―admití
con un suspiro―Eso sucede cuando no naces como demonio, muchas cosas son
diferentes…
«¿Diferentes?»
su
expresión cambió radicalmente, una luz intensa acudió a sus ojos tal como la
noche anterior. La chiquilla era curiosa y en extremo.
―Sí, diferentes…―murmuré acercándome a ella.
Tomé una de las sillas y me senté justo frente de sus ojos curiosos― Conoces a
los Grigori ¿Cierto? ―asintió― Entonces debes saber sobre los Nephilim también…
―Los gigantes―susurró.
―Así es…―afirmé― pero exceptuándolos a ellos,
también existen herederos de la copula entre Grigori, ellos crearon a los
demonios de baja categoría. Esos demonios son los que aparecen en las pinturas
de Raffael y Miguel Ángel―atraje los libros de ilustraciones de su biblioteca,
no me tomó mucho encontrar las páginas para mostrarle― ¿Recuerdas lo de el
“ascenso” que te expliqué ayer? ―asintió varias veces conservando los ojos muy
abiertos. La pintura era típica, un ángel
con armadura de bronce pisoteando a un demonio contraído de dolor. Asqueroso.
»Bien, ahora, en esta del
Arcángel Miguel de Raffael, las características del demonio son las de poseedor
porque aún no ha adquirido por completo su forma humana ¿Lo ves? Mientras que
en esta de Miguel Ángel, aunque representa al mismo Arcángel, el demonio es
diferente…este es el más débil…
―El de infortunio. ―accedió. ― Fascinante. ―
pasó delicadamente la mano por la página del libro― Quiere decir que estos…―buscó
la fotografía del “Juicio Final” de la Capilla Sixtina. Entorné los ojos al ver
la cantidad de rostros, ella señaló los que se encontraban abajo, casi
imperceptibles en las sombras de la pintura, justo detrás del altar― Son de los
tuyos…
―Así es, Pequeña Dictadora.
Sonrió a pesar del sobrenombre.
―Creo que así sí podremos convivir, Jack. ―admitió
con un suspiro, mientras se levantaba.
― ¿Quieres decir que vas a dejarte de esos
intentos patéticos para que rompa el contrato? ― dije esperanzado.
―No, aún no. ―se rió con ironía― Falta la
prueba de fuego. Ven, ya Claire debe haber terminado de hablar.
La seguí con un suspiro antes de que el golpe
de realidad me hiciese dar un escalofrío ¿Qué demonios acababa de pasar? Hace
apenas unos minutos no parábamos de discutir y ahora todo iba de maravilla ¿Se
supone que así debían ser los contratos? Supuse que sí, porque Aesh había dicho
que la relación existente era vital, así como la confianza. Quizá no tendría
que tentarla directamente para que accediera, ella necesitaba una metodología
distinta, después de todo, era diferente tanto como persona como contratista y
recién había encontrado una forma de “engancharla”.
Sonreí. Todo esto podría ser más sencillo de
lo que esperaba, pero me había equivocado; la curiosidad de mi Contratista era
su gran debilidad, no su locura. Lo que sí debía cuidar ahora era en que su
nivel de curiosidad no sobrepasara los límites de mi privacidad.
Pero eso era más sencillo aún, ya que ella no estaba interesada en lo
más mínimo en mí, su inclinación de unos segundos me lo había demostrado.
Fascinante.
En cuanto bajamos las escaleras, Claire ya había terminado con todo,
para mi sorpresa, no estaba molesta en absoluto (Esta gente era extraña), Kate
parecía haber calculado todo lo que iba a pasar a continuación, así que justo
antes de que su madrastra le pidiera “limpiar el patio del perro”; mi
contratista ya había recogido todo y
cruzaba la cocina para salir a la terraza.
No había colocado ambos pies en el patio cuando una sombra gigantesca
me derrumbó contra el suelo y una lengua áspera y babosa me lamió la cara.
― ¡Ag! ― farfullé mientras intentaba quitarme
a la gran masa negra de encima― Vamos, bájate―pedí mientras el perro me
olfateaba. Su nariz helada impactaba contra mi piel, no pude evitar reírme.
―No puedo creerlo…―suspiró mi contratista,
quien, al parecer había terminado de “limpiar” y se enjugaba las manos en un
grifo mientras me observaba. ― ¡Kuro! ―llamó. El perro me dejó para ir a su
llamado, ahora que lo observaba bien, era un labrador negro muy bien cuidado,
no estaba gordo a pesar del pequeño espacio donde se encontraba, el llamado
“patio” en realidad parecía más una habitación al descubierto con una reja y
una casa para perros.
«Así
que los animales pueden verte…» murmuró mientras acariciaba al can y lo
miraba con reproche. Asentí mientras me levantaba.
El perro sintió mi movimiento y giró la
cabeza hacia mí. Me impactó ver sus ojos completamente azules, no eran normales
en un perro de su raza; pero supuse que ella lo había elegido por esa razón.
― ¡Eh! ― gruñó Kate cuando el perro quiso
acercarse a mí― Quédate allí ¿Qué pasa contigo? Tú no eres tan confianzudo…―afirmó
mientras le tomaba la cabeza entre las manos y lo miraba directamente a los
ojos.
―Creo que el encierro le ha quemado los
instintos, Kate―me burlé.
«Un
consejo demonio: piénsalo dos veces antes de meterte con mi perro.» pensó con
seriedad. Sin dejar de ver los ojos de su perro con los suyos entornados, en
unos instantes, el animal comenzó a chillar. Kate suspiró.
―Está bien, está bien…ve con él, Kuro― susurró
muy bajo mientras lo soltaba.
“Kuro” corrió hacia mí con alegría buscando mi
mano para acariciarlo. Siendo sincero, yo también estaba bastante sorprendido.
Mi contratista se acercó hacia mí en cuanto sintió a Claire asomarse por la
ventana de la cocina, que daba directamente al patio. El perro comenzó a
gruñir, para mi sorpresa, así que la mujer rápidamente hundió la cabeza y cerró
la ventana.
«
¿Entiendes, Jack? No todos le agradan a Kuro» farfulló con los
ojos entornados mientras el perro reclamaba mi atención y colocaba sus patas
sobre mi pecho. Lo acaricié sin pensar.
―Así que esta es tu prueba de fuego…―murmuré.
Se encogió de hombros, visiblemente molesta.
«No
contaba con que aprobaras»
Se me ocurrió entonces una idea arriesgada.
― ¿Qué tal si yo te hago también la prueba de
fuego? Esta noche. Así ambos saldremos de dudas.
― ¿De dudas? ― susurró precavida. Ese cálculo
en su mirada me agradaba, pero temía haberme equivocado con ella en cuanto a su
potencial, por eso asentí.
―Sí, ya has averiguado que yo puedo servirte
con lo que sé. Pero yo aún no sé de cuánto eres capaz. Además, si todo sale
bien hoy, podría ayudarte a superar el problemita de la confianza…hay mucho de
mis poderes que no sabes todavía.
Sonrió sin nada de humor, sólo de
satisfacción.
―Es un trato, Demonio― extendió su mano hacia mí.
―Es un trato― sonreí a mi vez. Y estreché su
mano con fuerza, una corriente eléctrica explotó en la unión de nuestras manos.
El Pacto era oficial― ¿Tienes idea de lo que acabas de hacer, Contratista?
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