28 may 2012

V. Serpientes


V: Serpientes 



Ninguno de los dos podía esperar a la caída de la noche. Pero mi paciencia, por lo menos, era muchísimo más grande que la de ella, podía observar fácilmente cómo la ansiedad se la estaba comiendo viva. Y eso, para mí, era sólo un motivo de distracción bastante atractivo, después de todo, burlarme de ella se estaba convirtiendo en algo realmente adictivo.

            Me divertí un buen rato entre sus expresiones de molestia dirigiéndole miradas burlonas de vez en cuando. Ella se molestaba cada vez más y eso, honestamente, me encantaba. Sus rostro se sumió en una amargura tan grande que me permitió dormir tranquilo por el resto de la tarde. Nada de pesadillas luego de que logré encabronarla. Excelente.

Para mi sorpresa, ella ya estaba fuera de su cuerpo en cuanto abrí los ojos. Se abrazaba las rodillas con los brazos mientras no observaba a nada en particular.

― ¿Cómo hiciste eso? ―pregunté mientras me levantaba.

Se encogió de hombros.

―No lo sé. No puedo moverme. ― me miró a modo de reproche.

Me reí.

―Ya aprenderás a valerte por tu cuenta, pero no quieras adelantar las cosas aún. ―farfullé― Vamos.

―Quiero ver a Kuro antes. ― Sus ojos se colorearon de rojo momentáneamente.

No tienes problemas para dar órdenes, al parecer― refunfuñé.

Me miró con ironía. Estaba molesta, lo sentía, pero algo en su semblante me hacía pensar que no lo estaría por mucho tiempo. No dejé que eso me molestara, y la cargué para llevarla al patio de su perro.

Al principio dudé en hacerlo, a decir verdad, pero lo vi como una especie de “prueba”. El caso es que ése animal me había hecho bajar la guardia por unos instantes (sí, tenía muchísimo tiempo sin tocar a un perro), y su actitud no era nada normal, de hecho, lo que esperaba aquella mañana  era el acostumbrado rechazo. Pero todo se aclaró en cuanto  vi a Kate bajarse de mis brazos e ir a acariciar a su mascota: él estaba acostumbrado a la oscuridad. Corrección: su dueña lo había acostumbrado a la oscuridad.

“Kuro” no había perdido sus instintos, sino que los había adaptado de otra manera, quería proteger a Caithlyn, ella misma lo había dicho; «No todos le agradan a Kuro». Pero entonces ¿Por qué yo, un ser que sólo quiere causar su destrucción, no representaba antipatía alguna para él? ¿Por qué no intentaba, al menos, defenderla de alguna forma? ¿No era peligroso, acaso?

Mis pensamientos se dirigieron a las palabras que le había dicho a  Caithlyn la noche anterior: “no traería a mi Contratista aquí si no fuese seguro…”. Era cierto, yo no podría  herir a Caithlyn. No de forma directa al menos…

― ¿Demonio? ―su voz sonó lejana entre mis pensamientos― ¿Nos  vamos?

La miré con el ceño fruncido. Tuve que reprimir la sonrisa al conectar todas las piezas en mi cabeza; sin duda, para llegar a cambiar el instinto de un animal  sólo necesitaba una cualidad: ser aterrador. Ella era, entonces, el emblema de la contratista perfecta.

―Nos vamos. ―afirmé.

~K~


Podía ver como en la comisura de sus labios bailaba una sonrisa sin humor. Bastante aterradora a decir verdad, pero decidí ignorar su gesto reprimido.

El demonio me llevó casi a rastras por la calle. No me cargó, tampoco dijo nada al respecto, sólo me tomó cuidadosamente (sí, sorprendentemente, estaba siendo cuidadoso) por el brazo y corrió por las casas que rodeaban la mía. La urbanización donde vivía no era muy grande y no era nada fácil perderse pero a la velocidad a la que íbamos no podía precisar a dónde se dirigía.
 
Casi caigo al suelo cuando se detuvo.

Pero no sólo fue porque lo hizo repentinamente, sino por el lugar donde se había detenido. Comencé a reírme de forma instintiva sin apartar la vista de la casa frente a mí.

― Bromeas, ¿verdad? ―le pregunté sin dejar de sonreír.

―Estuvo en la lista desde el principio. Quiero ver que tan “comprometida” estás con esto― aunque su voz era seria, sin verlo de frente podía asegurar que estaba sonriendo.

― Comprometida ¿Eh? ―me di la vuelta con lentitud. Su rostro se deformó en una sonrisa bastante amplia en cuando observó el mío.

―Me gusta esa sonrisa― dijo de forma (he de admitir) seductora.

―No puedo decir lo mismo, Demonio. ―pese a lo que dije, no pude evitar reírme. ― ¿Qué pretendes decirme sobre  Janeth Strone que yo no sepa?

―Absolutamente nada. Entremos y sorpréndeme. ― se encogió de hombros y avanzó.

―Eres una mierda. ― murmuré tratando de luchar con la sádica alegría que representaba planear la muerte de…mi mejor amiga.

Honestamente, pensaba en fallar su prueba desde el principio. Pero con esto, y con el jugo de conocimiento que él poseía para saciar mi oscura curiosidad, no podía dejar que el Demonio rompiera el contrato. Aun así, la decisión de volverme asesina todavía no había sido tomada, aunque, he de admitirlo, él me hacía dudar cada vez más. Y sólo tenía una noche de haber establecido el contrato.

―Ah, Jane, reza porque no caiga en las tentaciones del demonio. ―susurré.

La risa del Demonio quebró la noche.





Una vez dentro de la habitación todo cambió. Mi sádico humor desapareció por completo, pero no era por el hecho de observar la gran cantidad de fotos que pasaban lentamente en la pantalla del pequeño portarretrato eléctrico que Jane tenía sobre su escritorio, en su mayoría, mi rostro falso y sonriente aparecía junto a ella. No, mi humor desaparecía debido a todo lo que la muerte de la persona dormida plácidamente frente a mí, venía con una serie de “inconvenientes” extras.

― ¿Dudando ahora, Kate? ―murmuró el demonio a mis espaldas, con voz seria.

Negué con la cabeza.

―No es eso, Demonio. ―me di la vuelta y lo miré, sus ojos se abrieron como platos por medio segundo. ―Es que…

―Dilo, Kate ¿Cómo la matarías? ―me cortó, acercándose a mí.

―Para matarla a ella…lo tenía…yo…―tartamudeé, pasando mi mirada de él a ella. ―Tendría que…

Cuando me di cuenta, ya tenía al demonio a sólo un milímetro de mi rostro, mirándome fijamente a los ojos. Suspiró y me dio la vuelta con un movimiento que no pude ver, colocó mi espalda contra su pecho y sujetó mis brazos con sus manos. Aguanté la respiración por unos instantes. No me dio tiempo de replicar.

―Escucha, esto no debería hacerlo ahora…Pero no me dejas opción―susurró a mi oído. ―Este es un método un poco diferente al que hemos utilizado ayer…

― ¿De qué estás hablando? ¡Suéltame! ―me sacudí. Pero por alguna razón tenía la respiración acelerada.  

―No estás segura, Kate…Ni siquiera puedes ordenarme nada…

Paré de sacudirme y bajé la mirada, en ese segundo, Jack colocó su mano sobre mis ojos, alzando mi rostro y recostando mi cabeza de su pecho. Jadeé. Él colocó su otra mano en mis costillas, apresando mis brazos bajo los suyos.

―Escúchame, Caithlyn―susurró a mi oído, sentí como su aliento rebotaba contra mi piel y se inclinaba lentamente sobre mí. ―Concéntrate. Debes centrar todos tus pensamientos en la muerte de esta niña…

― ¿Có…cómo pretendes que me concentre si me tienes apresada de esta forma? ―refunfuñé, bajando el rostro levemente, hacia donde escuchaba su voz.

Sentí como sonreía.

―Así es el procedimiento. ―susurró, el calor de su respiración impactó muy cerca de mis labios. Me contraje de repulsión― Concéntrate, como hacías ayer…dime cómo la matarías.

―Tendría que…―vacilé. Él me apretó un poco más hacia sí, percibí cómo el demonio perdía la paciencia. Me estaba haciendo daño…

…Nuevamente, la sensación de horror y adrenalina vino a mí. Aspiré una buena cantidad de aire para evitar echarme a temblar.

― ¿Tendrías que…? Vamos Caithlyn. ― insistió inclinándose mucho más.

―Tendría que matar a toda mi familia primero. ―dije, esta vez sin titubeos.

«Descríbelo» dijo directamente en mi cabeza.

Tras tragar en seco, comencé a hablar inmediatamente.

―Sería un sábado en la mañana…

Me contraje. La escena explotó ante mis ojos como el comienzo de una película, sólo que ahora ya no sentía los brazos del demonio apresándome, no, sentía el calor de las sábanas de mi cama, la luz del sol asomándose con debilidad sobre el suelo, el calor extendiéndose poco a poco por la habitación y, por último, podía escuchar la tenue respiración de mi hermanastra en la cama de abajo…

«Armas» La voz del demonio se escuchó como un eco en la habitación, el instinto me llevó a hablar en voz alta.

―Lápices, dos cuchillos. Y guantes, por supuesto― puse los ojos en blanco a pesar de la situación, él me había recriminado todo el tiempo por el detalle de la “evidencia”.

«Perfecto. No hables a partir de ahora, sólo enséñame. Déjate llevar»

―No, Jack…―supliqué, me estaba comenzando a aterrar. 

«No pasará nada. Te lo prometo»

Me lamí los labios.

La escena ante mí no había cambiado en lo absoluto, seguía allí, estática. Pero todo cambió a medida de que mis pensamientos se desarrollaban, en ese cuerpo paralelo (difícil de explicar, honestamente) tomé un pequeño bolso que tenía los lápices y cuchillos, y bajé de la cama. Las escaleras chirriaron, como siempre, pero mi “hermanita Claudia” no se molestó en abrir los ojos, como tenía previsto, aproveché eso para introducir el lápiz en su garganta. Un golpe certero. Ella siempre dormía boca arriba. Abrió los ojos de par en par, pero no emitía sonido alguno, moví el lápiz de un lado al otro en la tráquea, sabía lo dura que era, había estudiado sobre eso, pero poco a poco mi hermanastra se acabaría ahogando…

…La sangre rodó, caliente, por mis manos, poco a poco, sus ojos se tornaron rojos y se volcaron hacia arriba. No presentó demasiada resistencia, el shock la había bloqueado, había hecho lo indicado para causarlo.

El segundo, era mi otro hermanastro, Noel. Él sí era un problema, no tenía el sueño tan pesado y me llevaba varios palmos de altura, afortunadamente, él también dormía boca arriba, aunque de haberlo encontrado en posición prenatal hubiese sido fantástico. Al igual que con su hermana, el primer golpe fue en la garganta, con un lápiz diferente… ¡Ah! Había olvidado el otro en la garganta de Claudia, debía recuperarlo… Pero primero tendría que clavar dos lápices más en las muñecas de Noel, quien ahora se retorcía de dolor mientras abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua. Me coloqué a horcajadas sobre él y con la rapidez y el impulso suficiente introduje los lápices en sus sienes, claro, estos se rompieron automáticamente pero la impresión y el dolor fueron tales que provocaron su desmayo. Saqué los lápices de sus muñecas y los introduje en sus ojos, fue difícil, como pasar una aguja a través de una pelota de plástico gelatinosa, el sonido fue sordo y seco, la sangre se acumuló debajo de mis puños…

También fue difícil sacar los lápices luego, pero con sólo agitarlos levemente logré que lo que quedaba de sus ojos se saliera de ellos.

Seguían mi progenitor y Claire, a esos les tenía guardada una muerte especial. Imaginé que, para entonces, Jack ya me hubiera entrenado lo suficiente como para ser totalmente certera (Espera, ¿Entrenado lo suficiente?). Tenía que paralizarlos a ambos. Mi padre era sencillo, siempre está de espaldas a las escaleras de la habitación cuando bajo a desayunar, y siempre, incluso hace pocos días, me montaba en su espalda para saludarlo. Ahora, cubierta de sangre como estaba, lo haría con mucha más rapidez, clavé el cuchillo en su nuca y quedó totalmente inmóvil. Claire gritó, pero lancé un lápiz a su hombro para callarla, una vez que el shock la embriagó pude tomarla y hacer lo mismo con el segundo cuchillo.

Ya sentía la ropa pegada al cuerpo por la frescura de la sangre. Pero eso no me impidió hacerles una que otras cortadas con los lápices mientras les contaba “Por qué hacía lo que hacía”. Luego, los rocié con alcohol del bar y llamé a Jane “asustada”. Ella, como siempre, prometió venir en su auto. Llegaría justo cuando todo habría acabado, incluso podía llegar con la policía. Yo me lanzaría a sus brazos cubierta de sangre completamente aterrorizada, proclamando la existencia de un asesino loco en los alrededores.

Jane sufre de una fobia extrema a la sangre, tan sólo al verme se aterraría demasiado y comenzaría a hiperventilar. Sólo un leve apretón en la zona correcta causaría una falla en su respiración, la sangre oxigenada no llegaría a los órganos. En segundos estaría ahogándose en su propio aliento. Yo comenzaría a pedir ayuda, a sabiendas que ya era demasiado tarde y luego la policía me acogería…todo acabaría allí, pero ese sólo sería el comienzo…

«Perfecto»

La escena se fundió en un segundo.

Yo respiraba con dificultad, el corazón me latía con una rapidez increíble; como si recién hubiese bajado de una atracción mecánica. Afortunadamente, había logrado zafar una de mis manos y estaba aferrada al brazo del demonio, intentando con todas mis fuerzas separarme de él. No me gustaba la sensación que su piel provocaba en la mía, era extraña e intrigante al mismo tiempo…

―Suéltame, Demonio. ―jadeé trémula, ya no podía luchar, no con la adrenalina corriendo por mis venas con tanta rapidez.   

―Lo siento, Pequeña Dictadora. Pero no puedo hacerlo. ―susurró, moviendo su mano libre por mi cuerpo― Sujétate.

― ¿De qué demonios…?

Él no parecía tener intenciones de dejarme terminar una frase en toda la noche, simplemente me ignoró y alzó vuelo en unos segundos. No tuve más opción que coger su brazo, que seguía cubriéndome los ojos, con ambas manos. En menos tiempo de lo que esperaba, me sentó en una especie de banco helado. Esta vez, me negué a soltarlo, no podía dejar de temblar y su estabilidad me confortaba.

―Kate…

―Espera un segundo― farfullé con voz trémula. Aspiré una buena cantidad de aire y lo solté lentamente― Ya…estoy bien.

Escuché como mis articulaciones crujían al soltar su brazo. Dejé de temblar con lentitud, pero mi respiración seguía estando dolorosamente acelerada.

―No abras los ojos hasta que te sientas estable ¿Bien? ―dijo el demonio con voz neutra, protocolar, nada amable― Espérame aquí.

Asentí mientras su mano abandonaba mis ojos. Su presencia se esfumó en unos segundos, por alguna razón, sentí un frío arrollador y demoledor. Nuevamente, respiré para tranquilizarme concentrándome en los latidos incesantes de mi corazón. Con dificultad, abrí los ojos.

Estoy segura que de no haber estado sentada me habría caído, todo se movía con una rapidez horrorosa, no podía ver con facilidad, intenté cerrar los ojos de nuevo, pero no funcionó, poco a poco, todo se fue deteniendo y pude ver con claridad.

― ¿Estás bien? ―dijo  el Demonio a lo lejos.

―Más o menos. ―tartamudeé. Ordené mis pensamientos― Jack… ¿acabo de salir de fase REM?

Me miró con una ceja alzada.

― ¿Cómo sabes eso? ― farfulló mientras se sentaba junto a mí― Ten…Te ayudará a entrar en calor…―me ofreció un pequeño vaso de cartón con una tapa de plástico, lo olfateé. Era chocolate caliente.

Intenté beber, pero el líquido no llegó a mis labios por más que lo intentara, miré al demonio a modo de reproche, al parecer, no podía beber en estado de “alma”.

―Te dije “ten” no “bebe” ¿cierto? ―murmuró sonriente, mientras me quitaba el vaso de las manos y daba un sorbo― Y sí, te acabo de inducir a un…

―Sueño lúcido―culminé, apartando la mirada. Mi respiración seguía sin normalizarse aunque mi calor corporal se había estabilizado. Extraño― He investigado sobre ellos. No pensé que se sentiría así…

Escuché cómo tomaba otro sorbo de chocolate. Odié ese sonido, yo también quería beber un poco.

―Bueno, existen muchos tipos de sueños lúcidos, Caithlyn. ― explicó― Pero hablaremos de eso más tarde, por ahora…necesito que me digas…―colocó el vaso caliente sobre mi mejilla, obligándome a mirarlo de frente― ¿Qué acabas de sentir?

― ¿Qué acabo de…?―sopesé todo con lentitud. Suspiré ―Aunque quisiera, Demonio, no puedo decírtelo…estoy muy confundida en este momento. No sé lo que sentí―confesé― No sabría decirte cómo me siento en este momento…sólo sé que estoy emocionada…pero…

―A ver…―suspiró, inclinándose hacia mí y colocando sus ojos rojos justo frente a los míos― Empecemos por un detalle que me interesó bastante ¿qué fue eso de “para entonces, Jack ya me hubiera entrenado lo suficiente”?

Suspiré y abrí la boca, pero él me calló con su mirada.

―Caithlyn. ―gruñó con voz tranquila― No pretendo juzgarte, no es lo que “debas haber sentido” o lo que “no”. Es sólo lo que sientes, lo que sentiste y punto. No pido nada más.

Parpadeé ¿El demonio me estaba pidiendo ser sincera? ¿El demonio me estaba diciendo que no criticaría lo que había pesado? Oculté mi cara entre las manos, él hacía su trabajo, eso era todo en lo que debía pensar. Sin importar mis respuestas, él tendría que tomar la decisión final por su cuenta, así que no tendría por qué reprimirme. Asentí.

―Me sentí feliz, Jack, contenta, encantada, maravillada…―las palabras salían de mi boca sin siquiera pensarlas. Fue como cuando leí la “Clave Gaudí” por primera vez, sólo que ahora sí tenía con quien compartir mi exaltación― Sentir la sangre entre mis dedos, mis ropas empapándose, ¡todo funcionaba! Era increíble cómo todo pasaba tan rápido y era tan efectivo, y cuando pensé en lo que dices, simplemente me resultó perfecto porque…

Me detuve por un segundo a observar sus ojos, lucían como los de un carnívoro al asecho, como si detallara a su presa con detenimiento. Sentí su poder, su grandeza, su superioridad, toda su presencia generaba un halo de fortaleza a su alrededor. Sin duda, ese demonio sabría cómo entrenarme, detallé el cálculo en su mirada, en su actitud. Pensé en su habilidad para tentar, en cómo con cada simple movimiento podría hacer que cualquiera hiciera lo que él ordenase. Y todo eso podría enseñármelo, todo eso podría hacerlo, todo eso…sería, era mío. Esa bestia poderosa frente a mí era mía, había establecido un contrato con ella; y todo su ser me pertenecía.

No conocía esa parte tan avariciosa de mí, hasta que tuve el Fruto del Árbol del Conocimiento de frente. Sonriéndome con sus hermosos ojos carmesíes.

― Porque tú eres el demonio perfecto para enseñarme. ―sonreí. Aunque mis pensamientos se tornaron oscuros en el acto― Pero también siento miedo, muchísimo, más del que te podrías imaginar. Yo no quiero que las cosas tengan que terminar así, independientemente de la forma en como me sienta…

―El miedo te controla y te destruye, Caithlyn. ―murmuró con los ojos entornados.

―Pero también te enseña y fortalece ¿No es así? ― Lo reté.

Suspiró y se encogió de hombros.

―Touché―admitió y se encogió de hombros. ― Pues…supongo que por ahora no tengo intenciones de rom…

En un segundo, puso los ojos como platos y se levantó. Yo hice lo mismo como reflejo, ahora estaba realmente asustada, su mirada era de asombro e ira entremezcladas, realmente aterradora. Comenzó a mirar hacia los lados con rapidez, un reflejo esmeralda acudió a sus iris granate.

― ¿Demonio? ―tartamudeé.

Él parpadeó un par de veces y me miró extrañado, como si por segundo se hubiera olvidado de mi presencia. Se aclaró la garganta y respiró profundamente.

― ¿Ya estás bien? ―farfulló, aunque su voz se mostraba dudosa. Asentí con los ojos entornados.

― ¿Pasa algo? ―intuí.

―Nada―gruñó― Vamos… ¡Ag! ―se sostuvo la cabeza con una mano de forma imprevista― ¡Es verdad! ¡Demonios!

― ¡Explícame ya qué sucede! ―exigí, transformando mi petición en una orden.

Puso los ojos en blanco. Su ser irradiaba molestia.

―No puedo llevarte con tu siguiente victima hasta al menos una hora, necesitas recuperarte―escupió― Y antes de que preguntes, eso es culpa tuya.

― ¡¿Mía?¡  ¡Yo no hice nada!

― ¡Por supuesto que sí! ¡Me diste La Orden! ¡Querías sentir la muerte en tus propias manos! ¡Se supone que esto no pasaría hasta dentro de un mes! ¡Pero parece que tu especialidad es adelantar las cosas!

― ¡¿Y cómo se supone que sepa eso?¡ ¡Lo que sea que haya hecho fue inconscientemente! ―me defendí escandalizada.
Bufó de rabia.  Su ceño se frunció con rapidez. Ahora era obvio que me había equivocado con él: sí era orgulloso. Y en extremo. Le costaba demasiado darme la razón.

―Como sea―refunfuñó lanzando el vaso vacío de chocolate a una cesta de hierro cercana― Caminemos un rato, detesto estar sentado sin hacer nada.

―Estábamos hablando― refuté, pero al final di un suspiro. Sabía que por mi propio bien debía ignorar su reacción de hace segundos― De cualquier forma… ¿A dónde me trajiste?

―Obsérvalo tú misma. ―ordenó mientras me señalaba un cartel pegado a un poste de hierro iluminado por una lámpara antigua.

Dirigí la vista al cartel, era una especie de mapa. ¡Estábamos en un zoológico! No pude evitar detallar los alrededores con mayor detenimiento, en la zona donde estábamos correspondía a uno de los jardines más extensos, los árboles se extendían alrededor del banco donde antes estaba sentada. No me había percatado de lo hermoso que era debido a tantas emociones encontradas. Pasé la mirada de los alrededores al mapa nuevamente, había una zona en especial que quería visitar, la ubiqué con rapidez y miré al demonio, pero él ya no estaba junto a mí.

― ¿Jack? ―llamé.

― ¡Camina, demonios! ―dijo casi al mismo tiempo, ya había comenzado a caminar justo en la dirección opuesta a donde quería ir.

―Espera, Demonio. Quiero ir a un lugar antes. ― murmuré sin elevar demasiado la voz.

― ¿Bromeas? ―se dio la vuelta, enfurecido. No cambié mi expresión. ―Caithlyn no…

―Perderemos tiempo. ―completé― Acabas de decir que no visitaremos a nadie, así que vamos. ―decidí.

Suspiró.

― ¿A dónde quieres ir? ― dijo mientras caminaba hacia mí.

―Ya lo verás por ti mismo― me encogí de hombros, utilizando el mismo tono pedante de él. Puso los ojos en blanco, comencé a caminar y él me siguió malhumorado― Por cierto, Jack, ¿Hay alguna otra cosa que deba saber acerca del contrato que no me hayas dicho? Créeme, si no quieres que cosas como estas sigan pasando, debes hacérmelo saber…

Tragó en seco. Lo miré de frente, él puso los ojos como platos por un segundo, a pesar de esto, continuamos caminando cuando él comenzó a hablar.

―Sí…sí hay algo…―tartamudeó― Demonios…

― ¿Ah sí? ―farfullé mientras mis pasos se hacían más largos y distraídos.

―Tenemos que…asistir a los funerales de tus víctimas…de cada una a la cual visitemos.

Me detuve. Él casi choca conmigo.

―Bromeas. ―aseveré

―Quisiera hacerlo…―dijo con seriedad― Pero si no hacemos eso…comenzarás a sentir sus muertes en carne propia.

Puse los ojos como platos. La exclamación que se me vino a la mente la dije en voz alta a propósito:

―Por Dios…―me sostuve la sien con una mano.

― ¡Caithlyn! ―gruñó con molestia.

― ¡Te lo mereces! ―gruñí a mi vez. Ahora sí que me había molestado, no había cosa más horrorosa para mí que los funerales― ¡Bah! No quiero que me digas más nada ¿Me oyes? ¡Por ahora no, al menos!

― Como digas― Suspiró.

Caminamos un largo tramo, en lo que la molestia de ambos se fue disipando poco a poco. Aspiré una buena cantidad de aire satisfactorio en cuanto llegamos a la puerta del tan esperado Terrario. El demonio me miró confundido por unos instantes, pero no le permití hacer ningún comentario, corrí a la puerta decidida. Dejándome guiar por las imágenes de serpientes dibujadas en el suelo, evité mi reflejo ensangrentado en las vidrieras, y me concentré en llegar rápidamente a la parte que más ansiaba ver: El territorio de las serpientes.

Sí, no hay animal que me fascine más que una serpiente. Las víboras para mí son animales elegantes, fuertes y determinantes. Seres a los cuales se les debe ofrecer admiración desmedida, sólo ellos han podido sobrevivir a su manera, sin necesidad de extremidades en su fisionomía. Unas con veneno y otras sin él, simplemente hechizante, excitante, maravilloso.

Me sentí feliz al llegar, el demonio no estaba conmigo, así que dejé que mi fiel compañera soledad me protegiera con su abrazo. Podía respirar con tranquilidad ahora y no tenía impedimento alguno para deleitarme observando a mis animales preferidos.

 Un cascabeleo me recibió a penas coloqué un pie en la sala.

Me paralicé, no del miedo, sino del asombro ¿A cuántos esa serpiente había visto pasar frente a su jaula y seguía conservando sus instintos? Me acerqué a ella con cuidado, no podía verla con facilidad debido a la oscuridad de la estancia, sólo la tenue luz de la luna me permitía ver los pasillos. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la serpiente se dejó ver en la oscuridad y sus fauces abiertas impactaron contra el cristal dando un golpe seco. Me alejé en el acto, observando como las gotas del veneno mortal se deslizaban por el cristal.

La cascabel seguía allí, retorciéndose sobre sí misma y observándome fijamente con sus finas pupilas, su lengua bífida sobresalía amenazante, mientras el cascabel de su cola no paraba de agitarse con un rápido movimiento. Por alguna razón, reconocí miedo en su postura.

―No quiero hacerte daño―susurré.

Pero la serpiente respondió abalanzándose una vez más contra el cristal. Rápidamente me alejé del lugar. No quería que se hiciera más daño. Poco a poco, conforme avanzaba, comencé a escuchar siseos y rugidos por todas partes, así como muchos chapoteos y movimientos secos. A donde volteaba, habían serpientes de brillantes colores acercándose a los cristales, otras, en cambio, se internaban a la oscuridad de sus jaulas, el miedo parecía consumirlas a todas. Y ese miedo, es fácilmente volcado en defensa propia, todas se alzaban a su altura y me ensañaban sus colmillos. Noté como una bellísima cobra gigante extendía su capucha y me observaba sin hacer demasiado movimiento, calculadora e inteligente. No pude evitar mirarla con una sonrisa a expensas del mal que quería ocasionarme.

Un chapoteo frente a mí me hizo detenerme. No había reparado hacia dónde me dirigía, pero en cuanto alcé la vista sentí temor por primera vez. Temor no solo por mí, sino por la gran belleza de la naturaleza frente a mí: una pitón reticulada. Había extendido todo su cuerpo en el espacio que la jaula se lo permitía, esa bestia hermosa tenía alrededor de cuatro metros y medio, y no dejaba de observarme, su gigantesca lengua se asomó por unos instantes en tanto su cabeza retrocedía y lanzaba un siseo gutural que opacó a los de las demás en el acto, pero ellas seguían coreando, tercas e insistentes. Observé a la serpiente con detenimiento, su colosal tamaño me permitía contar cada escama alrededor de su hocico, no era muy difícil precisar los la cantidad de dientes puntiagudos, especiales para rasgar y retener la piel de los animales.

La serpiente soltó otro rugido gutural.

Puse los ojos como platos ¿Qué tan grueso podría ser ese vidrio? ¿Qué pasaría si esa gigantesca masa de músculo se abalanzaba sobre él como su prima recién lo había hecho? ¿El golpe podría incluso matarla? ¿Sería yo culpable de eso? Poco a poco, los pensamientos silenciaron los sonidos de mi alrededor y mantuve la vista fija en los ojos de la serpiente.

No lo hagas, por favor…me iré…no lo hagas.

Retrocedí un paso, pero en ese instante, la serpiente dejó de mirarme. Dirigió la vista hacia otro lugar a mi costado y descendió con lentitud, enrollando su pesado cuerpo alrededor de un tronco dentro de su jaula. Todo sonido había cesado realmente. Me di la vuelta.

Allí estaba mi demonio, de pie, luciendo unos resplandecientes ojos verdes con pupilas verticales, volvieron a la normalidad en un pesado instante.

― ¿Qué has hecho? ―pregunté asombrada, pero al mismo tiempo, reprochándole. Comenzaría a rezar si les había hecho algo malo.  

Sonrió.

―Las he calmado, Pequeña Dictadora. ¿Por qué no me dijiste que venías para acá? Nos habríamos ahorrado muchos problemas…

Fruncí el ceño.

―Lo lamento. ―dije avergonzada, mis disculpas no iban sólo para él. ―Kuro no reaccionó de esta forma…

―Él está acostumbrado a ti, Kate. Ellas no― me reprendió con suavidad― Tienes afición por las serpientes…qué extraño― seguía con una sonrisa en su rostro, pero sentí su comentario como una acusación.

―Sí, las adoro― confesé con un suspiro― No quería hacerles daño.

―No lo has hecho―rió con confianza― ¡No pongas esa cara! Ellas ya han comprendido que no eres peligrosa.

― ¿Cómo lo sabes? ―murmuré sin convencerme.

―De los pocos demonios…―dijo mientras se acercaba a la jaula de la gran pitón y colocaba su mano sobre el cristal. La serpiente salió de la oscuridad y colocó su cabeza en el mismo sitio. Sorprendentemente, cerrando los ojos. ― Soy de los que siente simpatía por estos seres, y al parecer yo les caigo bien… ―su mirada se tornó cálida.

― ¿De los pocos demonios? ¿Pero la serpiente no es…?

―Son sólo animales, tan puros como los mismos ángeles…incluso tienen antecedentes divinos. ―me cortó con voz seria. ― Tu Dios y Lucifer han querido humillarlas y por eso se les muestra pisoteadas, representando el mal de la tierra, pero…tú y yo sabemos que no es así ¿Cierto?

Asentí con una sonrisa. Él había comprendido mi reacción de hacía segundos, cómo había colocado su bien a expensas del mío porque sabía cuan inocentes eran. Él…no se había detenido a juzgarme en ningún momento, se había tomado el tiempo de analizar y de explicarme las cosas con claridad.

En cuanto salimos del terrario, comencé a cavilar sobre todas las facetas del demonio que tenía a mi servicio. Él podía aparentar, por segundos, ser una persona completamente normal, era tan humano que olvidaba el hecho de que era un demonio. Pero ese era un error garrafal, sin duda, ese era un ser maligno, un ser poderoso que poseía una cantidad de poderes sobrenaturales que me había compartido, era sin duda, un sujeto peligroso.

 Se supone que ese hecho debería asustarme, pero no era así, porque también había averiguado que era mío; y, al pertenecerme, no podría hacerme daño alguno. Al contrario, podía hacer lo que quisiera con él. Y eso en verdad me encantaba.

Después de todo, convivir con un demonio no era una mala idea.









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