V: Serpientes
Ninguno de los dos
podía esperar a la caída de la noche. Pero mi paciencia, por lo menos, era
muchísimo más grande que la de ella, podía observar fácilmente cómo la ansiedad
se la estaba comiendo viva. Y eso, para mí, era sólo un motivo de distracción
bastante atractivo, después de todo, burlarme de ella se estaba convirtiendo en
algo realmente adictivo.
Me
divertí un buen rato entre sus expresiones de molestia dirigiéndole miradas
burlonas de vez en cuando. Ella se molestaba cada vez más y eso, honestamente,
me encantaba. Sus rostro se sumió en una amargura tan grande que me permitió
dormir tranquilo por el resto de la tarde. Nada de pesadillas luego de que
logré encabronarla. Excelente.
Para mi sorpresa, ella ya estaba fuera de
su cuerpo en cuanto abrí los ojos. Se abrazaba las rodillas con los brazos
mientras no observaba a nada en particular.
― ¿Cómo hiciste eso? ―pregunté mientras me
levantaba.
Se encogió de hombros.
―No lo sé. No puedo moverme. ― me miró a modo
de reproche.
Me reí.
―Ya aprenderás a valerte por tu cuenta, pero
no quieras adelantar las cosas aún. ―farfullé― Vamos.
―Quiero ver a Kuro antes. ― Sus ojos se
colorearon de rojo momentáneamente.
―No tienes problemas para dar órdenes, al
parecer― refunfuñé.
Me miró con ironía. Estaba molesta, lo sentía,
pero algo en su semblante me hacía pensar que no lo estaría por mucho tiempo. No
dejé que eso me molestara, y la cargué para llevarla al patio de su perro.
Al principio dudé en hacerlo, a decir
verdad, pero lo vi como una especie de “prueba”. El caso es que ése animal me
había hecho bajar la guardia por unos instantes (sí, tenía muchísimo tiempo sin
tocar a un perro), y su actitud no era nada normal, de hecho, lo que esperaba
aquella mañana era el acostumbrado
rechazo. Pero todo se aclaró en cuanto
vi a Kate bajarse de mis brazos e ir a acariciar a su mascota: él estaba acostumbrado a la oscuridad. Corrección: su dueña lo había acostumbrado a la
oscuridad.
“Kuro” no había perdido sus instintos, sino
que los había adaptado de otra manera, quería proteger a Caithlyn, ella misma
lo había dicho; «No todos le agradan a Kuro». Pero entonces ¿Por qué yo, un ser
que sólo quiere causar su destrucción, no representaba antipatía alguna para
él? ¿Por qué no intentaba, al menos, defenderla de alguna forma? ¿No era
peligroso, acaso?
Mis pensamientos se dirigieron a las
palabras que le había dicho a Caithlyn
la noche anterior: “no traería a mi Contratista aquí si no fuese seguro…”. Era cierto, yo no podría herir a Caithlyn. No de forma directa al
menos…
― ¿Demonio? ―su voz sonó lejana entre mis
pensamientos― ¿Nos vamos?
La miré con el ceño fruncido. Tuve que
reprimir la sonrisa al conectar todas las piezas en mi cabeza; sin duda, para
llegar a cambiar el instinto de un animal
sólo necesitaba una cualidad: ser aterrador. Ella era, entonces, el
emblema de la contratista perfecta.
―Nos vamos. ―afirmé.
~K~
Podía ver como en la comisura de sus labios
bailaba una sonrisa sin humor. Bastante aterradora a decir verdad, pero decidí
ignorar su gesto reprimido.
El demonio me llevó casi a rastras por la
calle. No me cargó, tampoco dijo nada al respecto, sólo me tomó cuidadosamente
(sí, sorprendentemente, estaba siendo cuidadoso) por el brazo y corrió por las
casas que rodeaban la mía. La urbanización donde vivía no era muy grande y no
era nada fácil perderse pero a la velocidad a la que íbamos no podía precisar a
dónde se dirigía.
Casi caigo al suelo cuando se detuvo.
Pero no sólo fue porque lo hizo repentinamente,
sino por el lugar donde se había detenido. Comencé a reírme de forma instintiva
sin apartar la vista de la casa frente a mí.
― Bromeas, ¿verdad? ―le pregunté sin dejar
de sonreír.
―Estuvo en la lista desde el principio.
Quiero ver que tan “comprometida” estás con esto― aunque su voz era seria, sin
verlo de frente podía asegurar que estaba sonriendo.
― Comprometida ¿Eh? ―me di la vuelta con
lentitud. Su rostro se deformó en una sonrisa bastante amplia en cuando observó
el mío.
―Me gusta esa sonrisa― dijo de forma (he de
admitir) seductora.
―No puedo decir lo mismo, Demonio. ―pese a
lo que dije, no pude evitar reírme. ― ¿Qué pretendes decirme sobre Janeth Strone que yo no sepa?
―Absolutamente nada. Entremos y
sorpréndeme. ― se encogió de hombros y avanzó.
―Eres una mierda. ― murmuré tratando de
luchar con la sádica alegría que representaba planear la muerte de…mi mejor
amiga.
Honestamente, pensaba en fallar su prueba
desde el principio. Pero con esto, y con el jugo de conocimiento que él poseía
para saciar mi oscura curiosidad, no podía dejar que el Demonio rompiera el
contrato. Aun así, la decisión de volverme asesina todavía no había sido
tomada, aunque, he de admitirlo, él me hacía dudar cada vez más. Y sólo tenía
una noche de haber establecido el contrato.
―Ah, Jane, reza porque no caiga en las
tentaciones del demonio. ―susurré.
La risa del Demonio quebró la noche.
Una vez dentro de la habitación todo
cambió. Mi sádico humor desapareció por completo, pero no era por el hecho de
observar la gran cantidad de fotos que pasaban lentamente en la pantalla del
pequeño portarretrato eléctrico que Jane tenía sobre su escritorio, en su
mayoría, mi rostro falso y sonriente aparecía junto a ella. No, mi humor
desaparecía debido a todo lo que la muerte de la persona dormida plácidamente
frente a mí, venía con una serie de “inconvenientes” extras.
― ¿Dudando ahora, Kate? ―murmuró el demonio
a mis espaldas, con voz seria.
Negué con la cabeza.
―No es eso, Demonio. ―me di la vuelta y lo
miré, sus ojos se abrieron como platos por medio segundo. ―Es que…
―Dilo, Kate ¿Cómo la matarías? ―me cortó,
acercándose a mí.
―Para matarla a ella…lo tenía…yo…―tartamudeé,
pasando mi mirada de él a ella. ―Tendría que…
Cuando me di cuenta, ya tenía al demonio a
sólo un milímetro de mi rostro, mirándome fijamente a los ojos. Suspiró y me
dio la vuelta con un movimiento que no pude ver, colocó mi espalda contra su
pecho y sujetó mis brazos con sus manos. Aguanté la respiración por unos instantes.
No me dio tiempo de replicar.
―Escucha, esto no debería hacerlo
ahora…Pero no me dejas opción―susurró a mi oído. ―Este es un método un poco
diferente al que hemos utilizado ayer…
― ¿De qué estás hablando? ¡Suéltame! ―me
sacudí. Pero por alguna razón tenía la respiración acelerada.
―No estás segura, Kate…Ni siquiera puedes
ordenarme nada…
Paré de sacudirme y bajé la mirada, en ese
segundo, Jack colocó su mano sobre mis ojos, alzando mi rostro y recostando mi
cabeza de su pecho. Jadeé. Él colocó su otra mano en mis costillas, apresando
mis brazos bajo los suyos.
―Escúchame, Caithlyn―susurró a mi oído,
sentí como su aliento rebotaba contra mi piel y se inclinaba lentamente sobre
mí. ―Concéntrate. Debes centrar todos tus pensamientos en la muerte de esta
niña…
― ¿Có…cómo pretendes que me concentre si me
tienes apresada de esta forma? ―refunfuñé, bajando el rostro levemente, hacia
donde escuchaba su voz.
Sentí como sonreía.
―Así es el procedimiento. ―susurró, el
calor de su respiración impactó muy cerca de mis labios. Me contraje de
repulsión― Concéntrate, como hacías ayer…dime cómo la matarías.
―Tendría que…―vacilé. Él me apretó un poco
más hacia sí, percibí cómo el demonio perdía la paciencia. Me estaba haciendo
daño…
…Nuevamente, la sensación de horror y
adrenalina vino a mí. Aspiré una buena cantidad de aire para evitar echarme a
temblar.
― ¿Tendrías que…? Vamos Caithlyn. ―
insistió inclinándose mucho más.
―Tendría que matar a toda mi familia
primero. ―dije, esta vez sin titubeos.
«Descríbelo» dijo directamente
en mi cabeza.
Tras tragar en seco, comencé a hablar
inmediatamente.
―Sería un sábado en la mañana…
Me contraje. La escena explotó ante mis
ojos como el comienzo de una película, sólo que ahora ya no sentía los brazos
del demonio apresándome, no, sentía el calor de las sábanas de mi cama, la luz
del sol asomándose con debilidad sobre el suelo, el calor extendiéndose poco a
poco por la habitación y, por último, podía escuchar la tenue respiración de mi
hermanastra en la cama de abajo…
«Armas» La voz del demonio
se escuchó como un eco en la habitación, el instinto me llevó a hablar en voz
alta.
―Lápices, dos cuchillos. Y guantes, por
supuesto― puse los ojos en blanco a pesar de la situación, él me había
recriminado todo el tiempo por el detalle de la “evidencia”.
«Perfecto.
No hables a partir de ahora, sólo enséñame. Déjate llevar»
―No, Jack…―supliqué, me estaba comenzando a
aterrar.
«No
pasará nada. Te lo prometo»
Me lamí los labios.
La escena ante mí no había cambiado en lo
absoluto, seguía allí, estática. Pero todo cambió a medida de que mis
pensamientos se desarrollaban, en ese cuerpo paralelo (difícil de explicar,
honestamente) tomé un pequeño bolso que tenía los lápices y cuchillos, y bajé
de la cama. Las escaleras chirriaron, como siempre, pero mi “hermanita Claudia”
no se molestó en abrir los ojos, como tenía previsto, aproveché eso para introducir
el lápiz en su garganta. Un golpe certero. Ella siempre dormía boca arriba.
Abrió los ojos de par en par, pero no emitía sonido alguno, moví el lápiz de un
lado al otro en la tráquea, sabía lo dura que era, había estudiado sobre eso,
pero poco a poco mi hermanastra se acabaría ahogando…
…La sangre rodó, caliente, por mis manos,
poco a poco, sus ojos se tornaron rojos y se volcaron hacia arriba. No presentó
demasiada resistencia, el shock la había bloqueado, había hecho lo indicado
para causarlo.
El segundo, era mi otro hermanastro, Noel.
Él sí era un problema, no tenía el sueño tan pesado y me llevaba varios palmos
de altura, afortunadamente, él también dormía boca arriba, aunque de haberlo
encontrado en posición prenatal hubiese sido fantástico. Al igual que con su
hermana, el primer golpe fue en la garganta, con un lápiz diferente… ¡Ah! Había
olvidado el otro en la garganta de Claudia, debía recuperarlo… Pero primero
tendría que clavar dos lápices más en las muñecas de Noel, quien ahora se
retorcía de dolor mientras abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua.
Me coloqué a horcajadas sobre él y con la rapidez y el impulso suficiente
introduje los lápices en sus sienes, claro, estos se rompieron automáticamente
pero la impresión y el dolor fueron tales que provocaron su desmayo. Saqué los
lápices de sus muñecas y los introduje en sus ojos, fue difícil, como pasar una
aguja a través de una pelota de plástico gelatinosa, el sonido fue sordo y
seco, la sangre se acumuló debajo de mis puños…
También fue difícil sacar los lápices
luego, pero con sólo agitarlos levemente logré que lo que quedaba de sus ojos
se saliera de ellos.
Seguían mi progenitor y Claire, a esos les
tenía guardada una muerte especial. Imaginé que, para entonces, Jack ya me
hubiera entrenado lo suficiente como para ser totalmente certera (Espera,
¿Entrenado lo suficiente?). Tenía que paralizarlos a ambos. Mi padre era
sencillo, siempre está de espaldas a las escaleras de la habitación cuando bajo
a desayunar, y siempre, incluso hace pocos días, me montaba en su espalda para
saludarlo. Ahora, cubierta de sangre como estaba, lo haría con mucha más
rapidez, clavé el cuchillo en su nuca y quedó totalmente inmóvil. Claire gritó,
pero lancé un lápiz a su hombro para callarla, una vez que el shock la embriagó
pude tomarla y hacer lo mismo con el segundo cuchillo.
Ya sentía la ropa pegada al cuerpo por la
frescura de la sangre. Pero eso no me impidió hacerles una que otras cortadas
con los lápices mientras les contaba “Por qué hacía lo que hacía”. Luego, los
rocié con alcohol del bar y llamé a Jane “asustada”. Ella, como siempre,
prometió venir en su auto. Llegaría justo cuando todo habría acabado, incluso
podía llegar con la policía. Yo me lanzaría a sus brazos cubierta de sangre
completamente aterrorizada, proclamando la existencia de un asesino loco en los
alrededores.
Jane sufre de una fobia extrema a la
sangre, tan sólo al verme se aterraría demasiado y comenzaría a hiperventilar.
Sólo un leve apretón en la zona correcta causaría una falla en su respiración,
la sangre oxigenada no llegaría a los órganos. En segundos estaría ahogándose
en su propio aliento. Yo comenzaría a pedir ayuda, a sabiendas que ya era
demasiado tarde y luego la policía me acogería…todo acabaría allí, pero ese
sólo sería el comienzo…
«Perfecto»
La escena se fundió en un segundo.
Yo respiraba con dificultad, el corazón me
latía con una rapidez increíble; como si recién hubiese bajado de una atracción
mecánica. Afortunadamente, había logrado zafar una de mis manos y estaba
aferrada al brazo del demonio, intentando con todas mis fuerzas separarme de
él. No me gustaba la sensación que su piel provocaba en la mía, era extraña e
intrigante al mismo tiempo…
―Suéltame, Demonio. ―jadeé trémula, ya no
podía luchar, no con la adrenalina corriendo por mis venas con tanta
rapidez.
―Lo siento, Pequeña Dictadora. Pero no
puedo hacerlo. ―susurró, moviendo su mano libre por mi cuerpo― Sujétate.
― ¿De qué demonios…?
Él no parecía tener intenciones de dejarme
terminar una frase en toda la noche, simplemente me ignoró y alzó vuelo en unos
segundos. No tuve más opción que coger su brazo, que seguía cubriéndome los
ojos, con ambas manos. En menos tiempo de lo que esperaba, me sentó en una
especie de banco helado. Esta vez, me negué a soltarlo, no podía dejar de
temblar y su estabilidad me confortaba.
―Kate…
―Espera un segundo― farfullé con voz
trémula. Aspiré una buena cantidad de aire y lo solté lentamente― Ya…estoy
bien.
Escuché como mis articulaciones crujían al
soltar su brazo. Dejé de temblar con lentitud, pero mi respiración seguía
estando dolorosamente acelerada.
―No abras los ojos hasta que te sientas
estable ¿Bien? ―dijo el demonio con voz neutra, protocolar, nada amable―
Espérame aquí.
Asentí mientras su mano abandonaba mis
ojos. Su presencia se esfumó en unos segundos, por alguna razón, sentí un frío
arrollador y demoledor. Nuevamente, respiré para tranquilizarme concentrándome
en los latidos incesantes de mi corazón. Con dificultad, abrí los ojos.
Estoy segura que de no haber estado sentada
me habría caído, todo se movía con una rapidez horrorosa, no podía ver con
facilidad, intenté cerrar los ojos de nuevo, pero no funcionó, poco a poco,
todo se fue deteniendo y pude ver con claridad.
― ¿Estás bien? ―dijo el Demonio a lo lejos.
―Más o menos. ―tartamudeé. Ordené mis
pensamientos― Jack… ¿acabo de salir de fase REM?
Me miró con una ceja alzada.
― ¿Cómo sabes eso? ― farfulló mientras se
sentaba junto a mí― Ten…Te ayudará a entrar en calor…―me ofreció un pequeño
vaso de cartón con una tapa de plástico, lo olfateé. Era chocolate caliente.
Intenté beber, pero el líquido no llegó a
mis labios por más que lo intentara, miré al demonio a modo de reproche, al
parecer, no podía beber en estado de “alma”.
―Te dije “ten” no “bebe” ¿cierto? ―murmuró
sonriente, mientras me quitaba el vaso de las manos y daba un sorbo― Y sí, te
acabo de inducir a un…
―Sueño lúcido―culminé, apartando la mirada.
Mi respiración seguía sin normalizarse aunque mi calor corporal se había
estabilizado. Extraño― He investigado sobre ellos. No pensé que se sentiría
así…
Escuché cómo tomaba otro sorbo de
chocolate. Odié ese sonido, yo también quería beber un poco.
―Bueno, existen muchos tipos de sueños
lúcidos, Caithlyn. ― explicó― Pero hablaremos de eso más tarde, por
ahora…necesito que me digas…―colocó el vaso caliente sobre mi mejilla,
obligándome a mirarlo de frente― ¿Qué acabas de sentir?
― ¿Qué acabo de…?―sopesé todo con lentitud.
Suspiré ―Aunque quisiera, Demonio, no puedo decírtelo…estoy muy confundida en
este momento. No sé lo que sentí―confesé― No sabría decirte cómo me siento en
este momento…sólo sé que estoy emocionada…pero…
―A ver…―suspiró, inclinándose hacia mí y
colocando sus ojos rojos justo frente a los míos― Empecemos por un detalle que
me interesó bastante ¿qué fue eso de “para entonces, Jack ya me hubiera
entrenado lo suficiente”?
Suspiré y abrí la boca, pero él me calló
con su mirada.
―Caithlyn. ―gruñó con voz tranquila― No
pretendo juzgarte, no es lo que “debas haber sentido” o lo que “no”. Es sólo lo
que sientes, lo que sentiste y punto. No pido nada más.
Parpadeé ¿El demonio me estaba pidiendo ser
sincera? ¿El demonio me estaba diciendo que no criticaría lo que había pesado?
Oculté mi cara entre las manos, él hacía su trabajo, eso era todo en lo que
debía pensar. Sin importar mis respuestas, él tendría que tomar la decisión
final por su cuenta, así que no tendría por qué reprimirme. Asentí.
―Me sentí feliz, Jack, contenta, encantada,
maravillada…―las palabras salían de mi boca sin siquiera pensarlas. Fue como
cuando leí la “Clave Gaudí” por primera vez, sólo que ahora sí tenía con quien
compartir mi exaltación― Sentir la sangre entre mis dedos, mis ropas
empapándose, ¡todo funcionaba! Era increíble cómo todo pasaba tan rápido y era
tan efectivo, y cuando pensé en lo que dices, simplemente me resultó perfecto
porque…
Me detuve por un segundo a observar sus
ojos, lucían como los de un carnívoro al asecho, como si detallara a su presa
con detenimiento. Sentí su poder, su grandeza, su superioridad, toda su
presencia generaba un halo de fortaleza a su alrededor. Sin duda, ese demonio
sabría cómo entrenarme, detallé el cálculo en su mirada, en su actitud. Pensé
en su habilidad para tentar, en cómo con cada simple movimiento podría hacer
que cualquiera hiciera lo que él ordenase. Y todo eso podría enseñármelo, todo
eso podría hacerlo, todo eso…sería, era mío. Esa bestia poderosa frente a mí
era mía, había establecido un contrato con ella; y todo su ser me pertenecía.
No conocía esa parte tan avariciosa de mí, hasta
que tuve el Fruto del Árbol del Conocimiento de frente. Sonriéndome con sus hermosos
ojos carmesíes.
― Porque tú eres el demonio perfecto para
enseñarme. ―sonreí. Aunque mis pensamientos se tornaron oscuros en el acto―
Pero también siento miedo, muchísimo, más del que te podrías imaginar. Yo no
quiero que las cosas tengan que terminar así, independientemente de la forma en
como me sienta…
―El miedo te controla y te destruye,
Caithlyn. ―murmuró con los ojos entornados.
―Pero también te enseña y fortalece ¿No es
así? ― Lo reté.
Suspiró y se encogió de hombros.
―Touché―admitió y se encogió de hombros. ―
Pues…supongo que por ahora no tengo intenciones de rom…
En un segundo, puso los ojos como platos y
se levantó. Yo hice lo mismo como reflejo, ahora estaba realmente asustada, su
mirada era de asombro e ira entremezcladas, realmente aterradora. Comenzó a
mirar hacia los lados con rapidez, un reflejo esmeralda acudió a sus iris granate.
― ¿Demonio? ―tartamudeé.
Él parpadeó un par de veces y me miró
extrañado, como si por segundo se hubiera olvidado de mi presencia. Se aclaró
la garganta y respiró profundamente.
― ¿Ya estás bien? ―farfulló, aunque su voz
se mostraba dudosa. Asentí con los ojos entornados.
― ¿Pasa algo? ―intuí.
―Nada―gruñó― Vamos… ¡Ag! ―se sostuvo la
cabeza con una mano de forma imprevista― ¡Es verdad! ¡Demonios!
― ¡Explícame ya qué sucede! ―exigí,
transformando mi petición en una orden.
Puso los ojos en blanco. Su ser irradiaba
molestia.
―No puedo llevarte con tu siguiente victima
hasta al menos una hora, necesitas recuperarte―escupió― Y antes de que
preguntes, eso es culpa tuya.
― ¡¿Mía?¡ ¡Yo no hice nada!
― ¡Por supuesto que sí! ¡Me diste La Orden! ¡Querías sentir la muerte en
tus propias manos! ¡Se supone que esto no pasaría hasta dentro de un mes! ¡Pero
parece que tu especialidad es adelantar las cosas!
― ¡¿Y cómo se supone que sepa eso?¡ ¡Lo que
sea que haya hecho fue inconscientemente! ―me defendí escandalizada.
Bufó de rabia. Su ceño se frunció con rapidez. Ahora era
obvio que me había equivocado con él: sí era orgulloso. Y en extremo. Le
costaba demasiado darme la razón.
―Como sea―refunfuñó lanzando el vaso vacío
de chocolate a una cesta de hierro cercana― Caminemos un rato, detesto estar
sentado sin hacer nada.
―Estábamos hablando― refuté, pero al final
di un suspiro. Sabía que por mi propio bien debía ignorar su reacción de hace
segundos― De cualquier forma… ¿A dónde me trajiste?
―Obsérvalo tú misma. ―ordenó mientras me
señalaba un cartel pegado a un poste de hierro iluminado por una lámpara
antigua.
Dirigí la vista al cartel, era una especie
de mapa. ¡Estábamos en un zoológico! No pude evitar detallar los alrededores
con mayor detenimiento, en la zona donde estábamos correspondía a uno de los
jardines más extensos, los árboles se extendían alrededor del banco donde antes
estaba sentada. No me había percatado de lo hermoso que era debido a tantas
emociones encontradas. Pasé la mirada de los alrededores al mapa nuevamente,
había una zona en especial que quería visitar, la ubiqué con rapidez y miré al
demonio, pero él ya no estaba junto a mí.
― ¿Jack? ―llamé.
― ¡Camina, demonios! ―dijo casi al mismo
tiempo, ya había comenzado a caminar justo en la dirección opuesta a donde
quería ir.
―Espera, Demonio. Quiero ir a un lugar
antes. ― murmuré sin elevar demasiado la voz.
― ¿Bromeas? ―se dio la vuelta, enfurecido.
No cambié mi expresión. ―Caithlyn no…
―Perderemos tiempo. ―completé― Acabas de
decir que no visitaremos a nadie, así que vamos. ―decidí.
Suspiró.
― ¿A dónde quieres ir? ― dijo mientras
caminaba hacia mí.
―Ya lo verás por ti mismo― me encogí de
hombros, utilizando el mismo tono pedante de él. Puso los ojos en blanco,
comencé a caminar y él me siguió malhumorado― Por cierto, Jack, ¿Hay alguna
otra cosa que deba saber acerca del contrato que no me hayas dicho? Créeme, si
no quieres que cosas como estas sigan pasando, debes hacérmelo saber…
Tragó en seco. Lo miré de frente, él puso
los ojos como platos por un segundo, a pesar de esto, continuamos caminando
cuando él comenzó a hablar.
―Sí…sí hay algo…―tartamudeó― Demonios…
― ¿Ah sí? ―farfullé mientras mis pasos se
hacían más largos y distraídos.
―Tenemos que…asistir a los funerales de tus
víctimas…de cada una a la cual visitemos.
Me detuve. Él casi choca conmigo.
―Bromeas. ―aseveré
―Quisiera hacerlo…―dijo con seriedad― Pero
si no hacemos eso…comenzarás a sentir sus muertes en carne propia.
Puse los ojos como platos. La exclamación
que se me vino a la mente la dije en voz alta a propósito:
―Por Dios…―me sostuve la sien con una mano.
― ¡Caithlyn! ―gruñó con molestia.
― ¡Te lo mereces! ―gruñí a mi vez. Ahora sí
que me había molestado, no había cosa más horrorosa para mí que los funerales―
¡Bah! No quiero que me digas más nada ¿Me oyes? ¡Por ahora no, al menos!
― Como digas― Suspiró.
Caminamos un largo tramo, en lo que la
molestia de ambos se fue disipando poco a poco. Aspiré una buena cantidad de
aire satisfactorio en cuanto llegamos a la puerta del tan esperado Terrario. El
demonio me miró confundido por unos instantes, pero no le permití hacer ningún
comentario, corrí a la puerta decidida. Dejándome guiar por las imágenes de
serpientes dibujadas en el suelo, evité mi reflejo ensangrentado en las
vidrieras, y me concentré en llegar rápidamente a la parte que más ansiaba ver:
El territorio de las serpientes.
Sí, no hay animal que me fascine más que
una serpiente. Las víboras para mí son animales elegantes, fuertes y
determinantes. Seres a los cuales se les debe ofrecer admiración desmedida,
sólo ellos han podido sobrevivir a su manera, sin necesidad de extremidades en
su fisionomía. Unas con veneno y otras sin él, simplemente hechizante,
excitante, maravilloso.
Me sentí feliz al llegar, el demonio no
estaba conmigo, así que dejé que mi fiel compañera soledad me protegiera con su
abrazo. Podía respirar con tranquilidad ahora y no tenía impedimento alguno
para deleitarme observando a mis animales preferidos.
Un
cascabeleo me recibió a penas coloqué un pie en la sala.
Me paralicé, no del miedo, sino del asombro
¿A cuántos esa serpiente había visto pasar frente a su jaula y seguía
conservando sus instintos? Me acerqué a ella con cuidado, no podía verla con
facilidad debido a la oscuridad de la estancia, sólo la tenue luz de la luna me
permitía ver los pasillos. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la serpiente
se dejó ver en la oscuridad y sus fauces abiertas impactaron contra el cristal
dando un golpe seco. Me alejé en el acto, observando como las gotas del veneno
mortal se deslizaban por el cristal.
La cascabel seguía allí, retorciéndose
sobre sí misma y observándome fijamente con sus finas pupilas, su lengua bífida
sobresalía amenazante, mientras el cascabel de su cola no paraba de agitarse
con un rápido movimiento. Por alguna razón, reconocí miedo en su postura.
―No quiero hacerte daño―susurré.
Pero la serpiente respondió abalanzándose
una vez más contra el cristal. Rápidamente me alejé del lugar. No quería que se
hiciera más daño. Poco a poco, conforme avanzaba, comencé a escuchar siseos y
rugidos por todas partes, así como muchos chapoteos y movimientos secos. A
donde volteaba, habían serpientes de brillantes colores acercándose a los
cristales, otras, en cambio, se internaban a la oscuridad de sus jaulas, el
miedo parecía consumirlas a todas. Y ese miedo, es fácilmente volcado en
defensa propia, todas se alzaban a su altura y me ensañaban sus colmillos. Noté
como una bellísima cobra gigante extendía su capucha y me observaba sin hacer
demasiado movimiento, calculadora e inteligente. No pude evitar mirarla con una
sonrisa a expensas del mal que quería ocasionarme.
Un chapoteo frente a mí me hizo detenerme.
No había reparado hacia dónde me dirigía, pero en cuanto alcé la vista sentí
temor por primera vez. Temor no solo por mí, sino por la gran belleza de la
naturaleza frente a mí: una pitón reticulada. Había extendido todo su cuerpo en
el espacio que la jaula se lo permitía, esa bestia hermosa tenía alrededor de
cuatro metros y medio, y no dejaba de observarme, su gigantesca lengua se asomó
por unos instantes en tanto su cabeza retrocedía y lanzaba un siseo gutural que
opacó a los de las demás en el acto, pero ellas seguían coreando, tercas e
insistentes. Observé a la serpiente con detenimiento, su colosal tamaño me
permitía contar cada escama alrededor de su hocico, no era muy difícil precisar
los la cantidad de dientes puntiagudos, especiales para rasgar y retener la
piel de los animales.
La serpiente soltó otro rugido gutural.
Puse los ojos como platos ¿Qué tan grueso
podría ser ese vidrio? ¿Qué pasaría si esa gigantesca masa de músculo se
abalanzaba sobre él como su prima recién lo había hecho? ¿El golpe podría
incluso matarla? ¿Sería yo culpable de eso? Poco a poco, los pensamientos
silenciaron los sonidos de mi alrededor y mantuve la vista fija en los ojos de
la serpiente.
No lo
hagas, por favor…me iré…no lo hagas.
Retrocedí un paso, pero en ese instante, la
serpiente dejó de mirarme. Dirigió la vista hacia otro lugar a mi costado y
descendió con lentitud, enrollando su pesado cuerpo alrededor de un tronco
dentro de su jaula. Todo sonido había cesado realmente. Me di la vuelta.
Allí estaba mi demonio, de pie, luciendo
unos resplandecientes ojos verdes con pupilas verticales, volvieron a la
normalidad en un pesado instante.
― ¿Qué has hecho? ―pregunté asombrada, pero
al mismo tiempo, reprochándole. Comenzaría a rezar si les había hecho algo
malo.
Sonrió.
―Las he calmado, Pequeña Dictadora. ¿Por
qué no me dijiste que venías para acá? Nos habríamos ahorrado muchos problemas…
Fruncí el ceño.
―Lo lamento. ―dije avergonzada, mis
disculpas no iban sólo para él. ―Kuro no reaccionó de esta forma…
―Él está acostumbrado a ti, Kate. Ellas no―
me reprendió con suavidad― Tienes afición por las serpientes…qué extraño―
seguía con una sonrisa en su rostro, pero sentí su comentario como una
acusación.
―Sí, las adoro― confesé con un suspiro― No
quería hacerles daño.
―No lo has hecho―rió con confianza― ¡No
pongas esa cara! Ellas ya han comprendido que no eres peligrosa.
― ¿Cómo lo sabes? ―murmuré sin convencerme.
―De los pocos demonios…―dijo mientras se
acercaba a la jaula de la gran pitón y colocaba su mano sobre el cristal. La
serpiente salió de la oscuridad y colocó su cabeza en el mismo sitio.
Sorprendentemente, cerrando los ojos. ― Soy de los que siente simpatía por
estos seres, y al parecer yo les caigo bien… ―su mirada se tornó cálida.
― ¿De los pocos demonios? ¿Pero la
serpiente no es…?
―Son sólo animales, tan puros como los
mismos ángeles…incluso tienen antecedentes divinos. ―me cortó con voz seria. ―
Tu Dios y Lucifer han querido humillarlas y por eso se les muestra pisoteadas,
representando el mal de la tierra, pero…tú y yo sabemos que no es así ¿Cierto?
Asentí con una sonrisa. Él había
comprendido mi reacción de hacía segundos, cómo había colocado su bien a
expensas del mío porque sabía cuan inocentes eran. Él…no se había detenido a
juzgarme en ningún momento, se había tomado el tiempo de analizar y de
explicarme las cosas con claridad.
En cuanto salimos del terrario, comencé a
cavilar sobre todas las facetas del demonio que tenía a mi servicio. Él podía
aparentar, por segundos, ser una persona completamente normal, era tan humano
que olvidaba el hecho de que era un demonio. Pero ese era un error garrafal,
sin duda, ese era un ser maligno, un ser poderoso que poseía una cantidad de
poderes sobrenaturales que me había compartido, era sin duda, un sujeto
peligroso.
Se
supone que ese hecho debería asustarme, pero no era así, porque también había
averiguado que era mío; y, al
pertenecerme, no podría hacerme daño alguno. Al contrario, podía hacer lo que
quisiera con él. Y eso en verdad me encantaba.
Después de todo, convivir con un demonio no
era una mala idea.
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