Tercera
Sesión: Enemigos
Algo ha pasado.
Piensa Roxanna una y otra
vez mientras se frota los brazos con fuerza. Ahora comenzaba a sentir un
extraño frío recorrer su cuerpo. Sentía como si las fuerzas comenzaran a
desaparecer poco a poco, como si la hubiesen dejado desnuda por unos instantes…
― ¿Qué me pasa? ―murmuró
mientras lágrimas salían de sus mejillas.
Comenzó a recapitular
mientras se hacía un ovillo en su cama, hasta entonces, se había despertado
sentada y el extraño frío comenzaba a envolverla poco a poco.
Todo cobró sentido en cuanto
notó la caja de pastillas en la mesita de noche, junto a un vaso de agua
completamente lleno. La noche anterior, había olvidado tomarse los calmantes.
Había soñado por error.
El terror la invadió por
completo, los síntomas, sin duda, repercutirían tarde o temprano. Pero ella
siempre se levantaba con dolor muscular, jamás con frío ¿qué había pasado? ¿Qué
había soñado esta vez? Jamás lograba recordarlo, jamás lograba recordar lo que
pasaba una vez que cerraba los ojos. Tuvo que respirar con lentitud para
contener las terribles náuseas. Habían comenzado.
Ahora sí lograba sentir la
desagradable sensación del ácido láctico haciendo efecto en sus músculos como
si hubiese corrido un maratón entero estando acostada. Sus brazos y piernas
reaccionaban espasmódicamente debido a los calambres, la cabeza comenzaba a
dolerle…
Para…por favor, para pronto…para…te lo suplico…
ella te verá…por favor…
Le suplicaba sollozante al
penoso estado de su cuerpo.
Roxanna recordaba cómo
aquellos sueños habían sido una especie de “País de las Maravillas” cuando ella
era pequeña. Todo era de un color diferente a como lo veía ahora, pero no
lograba determinar nada con claridad. Sólo sabía que le gustaba y que quería
seguir sintiéndolo a como dé lugar. Cuando sus padres peleaban, ese era el
escape perfecto…
…Ahora era el perfecto
infierno.
Entraba en él cuando no lo
quería. Salía de él adolorida y su cuerpo se debilitaba cada vez más, en parte,
gracias a las constantes “salidas” abruptas que sus padres y médicos le
proporcionaban.
Pero Roxanna no sufría ahora
por los dolores que su cuerpo ocasionaba,
no, ahora sufría porque quizá había desperdiciado un sueño importante, o
incluso…aterrador. Y tendría que revivirlo esa misma tarde.
Esperó hasta que los espasmos
cesaran y se levantó con pesadez a desechar el agua y la pastilla
correspondiente antes de que su madre entrara sin avisar y pretendiera comenzar
a vestirla como había intentado hacer desde que su cuerpo parecía hecho de
cartón, papel y vidrio…
Suspiró y se vistió lo más
rápido que pudo, tenía que ir con Leika cuanto antes…
…Sin saber que Leika, en
realidad estaba luchando consigo misma. Su curiosidad había superado los
límites permitidos y dudaba que sus emociones
le hicieran una mala jugada y conllevaran
a su querida paciente a la muerte segura…
Su colega de trabajo
observaba las grabaciones de Roxanna, sus expedientes y anotaciones, todo…como
se supone que no debería estar haciendo.
―Leika…―suspiró el hombre cuya edad rozaba
con la de Leika mas sus facciones lucían avejentadas, casi tan grises como el
color de sus ojos. ―No estoy seguro de esto…
―Piénsalo, por mucho hemos intentado
demostrar nuestra teoría…tenemos a la paciente indicada, ella lo siente…debemos encontrarlo.
― ¿Te estas escuchando? ―Suspiró
nuevamente― Leika, el concepto de los “sueños en común” ha sido rechazado hace
años…sólo son falacias, y puede considerarse como un derivado del pánico en
masa o…
―Efectos psicológicos en comunidad…lo
sé...pero esto es diferente, esta chica no conoce a quien pueda ser su
“compañero” pero el sueño parece arrastrarla a él…
―No hubieses sacado esa conclusión de no
ser porque te conté lo del hijo…
―Pero, aun así…―interrumpió― me parece
demasiado extraño y ¿tenerlos en común? Tendríamos el primer caso de visión
Onírica Conjunta, probada… y estaríamos ayudándolos en su estado físico,
también…
― ¿Y qué ganarías con eso?
―Probar que el Hilo del Destino sí existe,
quizás haya miles de personas intentando buscar medios para combatir estos
estados…sin saberlo…sin entender lo que les sucede…enfermando, muriendo…
―Sería un caso entre mil millones…
―Seguiría siendo un caso. Cada vida
importa, Julius, y la vida de estos chicos es tan importante como la de
cualquiera. ―sentenció.
Julius lo pensó unos instantes, sujetándose
el puente de la nariz con las manos. Leika retuvo la respiración.
―Está bien…Está bien… ¿Qué necesitas? ―dijo
el hombre al fin.
―Todo sobre el chico, sus registros, todo
lo que haya dicho sobre el sueño. ―dijo Leika inmediatamente.
―Entiendo…aunque sería agradable que
borraras esa molesta sonrisa de tu rostro…
~
Una vez que Roxanna entró
en el consultorio y cerró la puerta tras de sí, Leika dejó todos los papeles
que estaba leyendo y corrió a ayudarla a sentarse. La chica no dejaba de
temblar y amenazaba con desmayarse en cualquier momento.
Luego de que Julius se
fuera, Leika había tenido la oportunidad de drenar toda su emoción, y ver a
Roxanna en ese estado le afectó mucho mas de lo que debería…
― ¿Qué pasó? ―susurró la
doctora mientras la recostaba en el sofá.
―Tonterías…―escupió
Roxanna― Lo de siempre…mamá y papá agotándome la paciencia…a veces agradezco
estar tan débil…
―Esa retención de
emociones puede ser lo que te está causando esto, Roxanna…
―Ya intentamos eso…―suspiró
la chica― Leika…olvidé tomar la pastilla anoche…
La doctora puso los ojos
como platos.
―No recuerdo nada― culminó
la chica― Necesito hacerlo…
―Roxa…
―Comienza de una vez, por
favor…me preocupa…―frunció el ceño.
― ¿Qué te preocupa? ―susurró
la doctora.
Roxanna lo pensó por unos
segundos.
―No lo sé… demonios…―se
puso el par de manos esqueléticas sobre el rostro―Es como si sintiera algo…o a
alguien…pero está tan confuso… Necesito averiguar qué es…―bajó sus manos y miró
a su psicóloga― Lo extraño.
La mirada de Leika fue una
mezcla de dolor y culpabilidad irracionales, no podía soportar el hecho de no
poder ayudarla…pero ahora encontraría la solución.
Para Roxanna, la luz roja
de la cámara marcó el inicio de un nuevo sueño…
Separarme
de la seguridad que me proporcionaba Caleb cada mañana a través del muro era
algo doloroso y desesperante, durante dos años, tenerlo “a mi lado” sin duda se
había vuelto adictivo…pero ahora él sufría algo que no le correspondía y eso me
molestaba cada vez más.
Quizás,
el revelarle mi nombre es algo de lo que sin duda no dejaré de arrepentirme a
lo largo de toda mi vida, ya que con eso lo había arrastrado a vivir mi propio
infierno cuando él tenía que batallar con el suyo…Pero todo eso no era sino
culpa de mi desquiciada madre…
…O
no de ella, sino de la Sibila quien le confesó que su tercera hija, la primera
en formarse, la última en salir del útero sería quien atravesara su corazón con
una daga de cristal y traería consigo la salvación de Ankathya… vaya que cliché
más problemático.
Suspiré,
mientras atravesaba el jardín y masajeaba mis hombros adoloridos con ambas
manos. El hecho de que mi madre me condenara con las “alas asesinas” se me
hacía de lo más irónico…pero hace poco leí sobre lo poco que viven los seres
con «mi» maldición…y el hecho de tener que luchar contra miles de demonios
tentadores cada noche y reprimir el deseo constante de extender mis alas y
comenzar a asesinar y…ehmm…devorar, masas ocasionaría el suicidio de
cualquiera.
Gracias
a Caleb y a mi padre, sólo me afectaba la mitad de lo que me debería afectar,
pero aun así era bastante molesto y ver el rostro sonriente de mi madre rodeada
de sus hermanas y sobrinas…simplemente me hacía reventar de ira incontrolada.
―Rux…―llamó
mi madre al presentir mi llegada.
La
miré con los ojos entornados, odié el hecho de compartir su cabello color del
fuego y sus labios por siempre carmesíes, pero claro, los genes de una Harpía
son difíciles de combatir.
―Rux…―repitió al ver mi molestia― ¿Has
visto a Charlotte, de casualidad?
Puse los ojos como platos al ver su pícara mirada y
su sonrisa…
―Charlotte…―susurré angustiada en cuanto las imágenes ha había
visto el día anterior se aglomeraron en mi mente…
Mi padre me había llevado a su despacho, donde una
burbuja gigante de plata se alzaba sobre el suelo, haciendo de una especie de
espejo gigante, poco a poco, la imagen de la esfera dejó de reflejar la
habitación…para ocupar la imagen de mi hermana Alexa y mi madre, quien había
revelado su verdadera forma…en lugar de sus brazos, se extendían enormes alas
amarillentas, en los bordes de cada pluma se extendía una línea marrón oscura
que les daba un aspecto sucio y repugnante…
Sus alas ahora tenían apresada a Alexa, quien gemía
sin cesar, llorando desconsolada y pidiendo perdón sin cesar, todo su cuerpo
temblaba, sus ojos violeta estaban llenos de lágrimas, en tanto mi madre
acercaba su boca a la suya y aspiraba algo de su cuerpo, algo que hacía que mi
hermana se retorciera de dolor y gritara hasta más no poder…
De imaginarme a Charlotte en esa situación me hacía
querer vomitar, Charlotte quien siempre admiraba a nuestra madre, quien siempre
la seguía, le llevaba flores y pretendía alcanzar su poderío…
―No…―susurré.
Salí corriendo, llamando a mi hermana
desesperadamente. La imaginaba justo como Alexa, con los ojos volteados hacia
atrás, agotada y enferma de tanto gritar y llorar…despertando en su cama sin
recordar absolutamente nada, gracias a mi padre.
― ¡CHARLOTTE!
―grité
con todas mis fuerzas, escapando de las imágenes de mi mente.
Corrí sin parar y casi me tropiezo con la tela
aparatosa de mi vestido, hasta que llegué a la habitación de mi madre con
rapidez, la puerta estaba abierta, y justo en el centro, desparramada y
respirando con dificultad, estaba Charlotte.
La refugié en mis brazos, como si fuera una niña
pequeña. Comencé a llamar a mi padre a gritos, en cuanto Charlotte desapareció
de mis brazos…
Me di la vuelta, mi madre la tenía alzada por la
nuca con una sonrisa asquerosa en su rostro, me tomó un segundo darme cuenta
del público que tenía tras de sí, seis mujeres que imitaban su gesto, no tuve
tiempo de detallarlas a profundidad, de sólo observar sus rostros ya me
generaba una gran repugnancia.
Sentí como mi cuerpo comenzaba a vibrar, como mi
cabello se alzaba, como mis ojos cambiaban de color…la habitación comenzó a
moverse…
―Suéltala…mamá―rugí.
―Oblígame…mi
querida hija, sé fuerte…
Las alas comenzaron a reptar por mi espalda como
serpientes, buscando salir a como dé lugar,
la magia natural de mi existencia se acumulaba en mis dedos,
calentándolos…
―Suéltala…―gruñí una vez más, controlándome― Por favor…por favor…
―No.
―Por…favor…―respiré profundo, sentí cómo las cosas a mi
alrededor se elevaban. ―Por
favor…suelta a mi hermana, necesita descansar…
―No…
― ¿Mamá?
La voz de Charlotte
me hizo perder el aliento.
―Buenos
días cariño…―susurró
mi madre―Y
buenas noches también…―la
arrojó tras de sí, el grito de mi hermana me hizo romper los estándares…
Todo vibró, comencé a invocar a los demonios con
los que soñaba cada noche, este sería su momento…su hora…tenían que comer…
Los gritos de mi hermana cesaron repentinamente.
― ¡BASTA,
RUXANDRA! ―la
voz de mi padre quebró la estancia.
Me dejé caer de rodillas, temblando, en cuanto mi
padre apareció junto a mi madre con Charlotte en brazos. Había llegado a
tiempo.
―Son
tus hijas…―siseó
mi padre mientras entraba y me tomaba bruscamente por el codo, casi me pongo a
llorar― No monos
de circo.
―Son
una amenaza―respondió
mi madre. Sus allegadas se habían escondido una tras la otra, aterradas.
―Tú
eres la amenaza. ―culminó.
En cuanto salimos, mi padre me hizo caminar a
rastras hasta llegar a la habitación de Charlotte, luego me soltó y me empujó
mientras acostaba a mi hermana. Me quedé donde me dejó, temblando desesperada.
Me tomó nuevamente y me obligó a salir antes de encararme…
― ¡¿En
qué demonios pensabas, Ruxandra?¡
Contraje la expresión.
―Perdí
la paciencia…―susurré
muy bajo.
― ¡ENTONCES NO LA PIERDAS! ―rugió y luego respiró para calmarse― Escucha…lo lamento, pero debes ser fuerte, Ruxa…no
debes dejarte tentar de esa manera…
―Lo
siento…―murmuré.
―Debo
irme.
Lo miré con los ojos como platos.
― ¡No!
―exhalé― Aun…aun...no estoy tan calmada como para…― me tomó por el hombro con dulzura.
Sonrió.
―Ve
con tu amigo del muro…por favor, le ordenaré a su padre que le dé el día libre
hoy…
Aguanté la respiración.
―Gracias,
papá…suerte con el Rey. ―farfullé
con una sonrisa, reteniendo mis lágrimas.
Lo abracé por segundos y corrí al patio, tenía que
llegar allí antes que Caleb y drenar todas las emociones antes que él estuviera
lo suficientemente cerca como para percibirlas…cuando algo me despegó del suelo
y me envió directo a la tierra del
jardín.
―Mi
tía me ha dicho que puedo jugar contigo…―dijo
una voz diminuta.
Me levanté rápidamente, ante mí, había una
pequeñuela de cabello purpureo muy
corto, rostro redondo y córneas negras con iris rojizos. Una abominación que me
llegaba a la altura de la cadera.
―Vamos
a jugar―rió
y me lanzó nuevamente al suelo sin mover un músculo.
―No…―murmuré levantándome― No
quiero jugar contigo…
Mi paciencia se agotaba, pero mi raciocinio le ganó
en toda medida. Utilicé un hechizo simple y sencillo, sin invocación alguna,
para hacer crecer las rosas a mí alrededor y envolver a la pequeña criatura en
una jaula espinosa.
Cerré los
ojos con delicadeza y moví mis manos por el suelo, concentrándome en las
plantas que me rodeaban…debía llegar pronto, ya mi padre podría haberse ido…
La niña comenzó a reír sin parar mientras se
acercaba a mí, las vibraciones de sus pisadas sacudían levemente la tierra, en
cuanto estuvo lo suficientemente cerca, los tallos de rosa emergieron del
suelo, obedientes, formando la jaula a su alrededor. Me puse de pie antes de
que la pequeña, asustada, comenzara a exhalar un nombre extraño que no pude
identificar…
Ya le había dado la espalda cuando presentí la bola
de fuego que se dirigía hacia mi…
Me paralicé por completo, la bola venía a toda
velocidad…iba a acabar conmigo, o si no lo hacía, sin duda habría uno que otro
daño irreparable, puse los ojos como platos al darme la vuelta…
Cuando un escudo se alzó del suelo y bloqueó la
bola por completo.
«Corre, Ruxa» la voz de Caleb en mi cabeza me tomó
por sorpresa.
Corrí desesperada a nuestro lugar habitual y apoyé las palmas sobre el muro.
―Caleb…―susurré―Caleb…
― ¿Estás
bien? ―exhaló,
ese truco lo había dejado agotado.
―Si…―susurré muy bajo― ¿Tu?
―Mejor
que nunca…―mintió.
―Cal…Cai…Cai…Caleb…―sollocé. No
pude aguantar más, me aplasté contra el muro y comencé a llorar con desesperación―Lo siento…lo siento…
―Shh…―susurró con voz triste. ―Demonios…no llores…no sé qué hacer…―hizo una pausa―
Quiero abrazarte… ¿Puedo?
Paré de llorar por un instante.
― ¿Co…cómo?
―sollocé.
―Así…
Cerca de mí, siempre había un árbol quien cubría
nuestros encuentros, un sauce llorón
enorme cuya cortina de hojas daba paso a un lago cercano…ahora…las hileras de hojas de aquél buen amigo se
alzaban hacia mí, llamándome…
Me levanté y
me dejé envolver por aquellas frías hojas que con dificultad adquirieron un
calor muy humano, me molestó el hecho de
no poder, ni saber cómo corresponderle...
―Gracias…―sollocé
Al
despertar, Roxanna lloraba con pesadez. No necesitó la orden de Leika para
salir del trance.
―Está cerca…―susurró
Roxanna, sollozante― Lo quiero…tengo frío…lo quiero…
―Es suficiente, Roxa…debes
descansar. ―sentenció la doctora sin ánimo en la voz.
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